Recoger cenizas y que no se pierda ni un grano
Hace unos días el historiador Ricard Vinyes hacía un furibundo ataque al proyecto de la Survivors of the Shoah Visual History Foundation (VHF) que, impulsado por el director Steven Spielberg, ha recopilado 52.000 entrevistas (no 150.000 como decía el artículo) entre supervivientes de los campos de concentración nazis. Aunque buena parte de los testigos pertenecen al Holocausto, también hay homosexuales, testigos de Jehová, presos políticos, gitanos, etcétera. Las entrevistas, realizadas a partir de un "modelo" diseñado por historiadores, psicólogos y periodistas, se han hecho en 56 países (incluido España, de donde sólo se han recogido seis testimonios, una muestra del escaso conocimiento de la presencia de españoles en campos como Mauthausen o que el convoy de los 927, el primer tren de la muerte de Europa occidental, fue de republicanos españoles y no de judíos). Así pues, el proyecto de la VHF, que pudiera parecer loable, merece una feroz crítica por parte de Vinyes fundamentada en tres puntos: la gran cantidad de material recogido, la industrialización del testimonio y la americanización del genocidio. Y termina con una advertencia lapidaria: su esperanza en que nadie se fije en el "modelo Spielberg" cuando se comiencen a filmar los testimonios de nuestra dictadura porque, según Vinyes, "es el mejor y más veloz camino para diluir la riqueza testimonial en la ciénaga de la ignorancia".
En un momento en que desde el Departamento de Relaciones Institucionales se proyecta la creación de un Memorial Democrático, este repentino interés -y la crítica demoledora- por el proyecto de la VHF cobra una especial importancia. En primer lugar, porque el borrador del futuro memorial no ha contado ni con las principales asociaciones de víctimas del franquismo ni con profesionales que desde el campo audiovisual han contribuido a destapar algunos de los aspectos más feroces y desconocidos de la dictadura (como el documental Los niños perdidos del franquismo, del que soy coautora y Vinyes asesor). Mientras se decide la ubicación física de este futuro memorial, que ha de ser referencia cívica para la ciudadanía, se está perdiendo un tiempo precioso en recopilar la historia oral de los supervivientes. El modelo de la VHF no tiene por qué ser ni el mejor ni el elegido que seguir, pero tiene algunos aspectos interesantes, aparte de ser el único de esta envergadura en todo el mundo.
1. La gran cantidad de material recogido por la VHF -digitalizado y accesible desde cualquier lugar del mundo- está perfectamente archivado y se puede consultar por nombres, temas, países, palabras clave o descripción de experiencias.
2. Este fondo documental permite nutrir a museos e instituciones de todo el mundo. El Memorial de la Shoah de París, dirigido por la ex presidenta del Parlamento Europeo Simone Veil -una persona poco sospechosa de tentaciones hollywoodienses-, tiene copia de todos los testimonios franceses. También se ha producido material específico para escuelas. Recientemente, el concurso estudiantil Recordar para el presente y el futuro. La tolerancia triunfa ha sido auspiciado por la VHF y el Ministerio de Educación alemán.
3. Las entrevistas han servido para documentales en los que han intervenido directores tan alejados de los circuitos comerciales y americanizados como Andrej Wajda. Y sí, es cierto, han cometido el "pecado" de ganar un oscar al mejor documental con Los últimos días, como también lo ha ganado Michael Moore.
4. El "final feliz" que se critica se refiere al hecho de que al término de la entrevista se da la oportunidad al protagonista de aparecer con su familia, como expresión del triunfo sobre el mal absoluto. Muy americano, sí. Pero ese final es optativo y no todo el mundo lo ha hecho. En cualquier caso, no creo que esto invalide entrevistas de más de dos horas de duración.
5. Universidades como la de Yale apuestan decididamente por el medio audiovisual como herramienta para la recuperación histórica -como pude comprobar al ser invitada para dar una conferencia sobre el tema-. Por eso se han sumado al proyecto de la VHF, como antes lo habían hecho con el proyecto Farband -que sí cuenta con la aprobación del historiador.
Sería injusto no reconocer la tarea de muchos historiadores en este país, especialmente en Cataluña, que en tiempos muy difíciles abrieron sus investigaciones a segmentos olvidados de la represión franquista y que, sin rebajar un ápice el rigor histórico, dieron voz al testigo. Más tarde, la feliz colaboración de periodistas e historiadores ha dado paso a obras de consumo distintas al libro o la tesis doctoral. Sin la misma profundidad pero con el mismo rigor y con mayor calado social -del que este país está tan necesitado-, han surgido obras de referencia.
Hace unos meses, el suplemento El País Semanal entrevistó a Spielberg, quien, después de ensalzar una obra de culto como Shoah, de Claude Lanzmann (nueve horas de documental que, seguro, merecieron la crítica de más de uno por la cantidad de información), decía: "Para registrar los recuerdos de la generación que vivió la guerra civil española y que está desapareciendo, sólo hace falta voluntad, dinero para pagar el proyecto e individuos comprometidos en transmitir la historia de la Guerra Civil a los estudiantes de todo el mundo, no sólo de España". La verdad, no suena mal. Sobre todo ahora que por primera vez el Gobierno tripartito de Cataluña, catalanista y de izquierdas, parece romper con la dinámica de los anteriores gobiernos, que no habían asistido ni a un solo acto de homenaje a los republicanos presos en los campos de concentración (EL PAÍS, 4 de mayo de 2005).
La industria cinematográfica americana tiene muchos defectos. Pero a veces, se añora tener aquí a algún Spielberg. Quizás así, vidas que son un ejemplo de lucha por los valores democráticos ante el fascismo saltarían de los libros de ámbito reducido a un público más amplio. Pienso, por ejemplo, en la fascinante vida de Sebastià Piera, biografía magníficamente narrada por el profesor Ricard Vinyes en El soldat de Pandora. Mientras, quizá no es tan mala idea recopilar esas voces silenciadas durante años para que, como dijo Spielberg, 60 años después del fin de la guerra, recojamos las cenizas del Holocausto -en nuestro caso de la dictadura franquista- y no se nos pierda ni un grano.
Montse Armengou es periodista y autora de documentales como Los niños perdidos del franquismo y El convoy de los 927.
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