Mano a mano
Llega a la ciudad y falta alguien. Falta el hombre que le escribió en estos términos: "Aparece una mujer escotada y blanca. Enigmática y con las siete puertas y los seis sentidos bien puestos bajo la luna". Fue una noche de 1991, en El Berretín, un garito de moda de San Telmo. Allí cantaban el tango Roberto Polaco Goyeneche y una mujer recién iniciada, llamada Adriana Varela.
-Quedó muerto -dice hoy Varela como si estuviera vivo.
Pero está muerto, hace poco más de un año que está muerto, y es la primera vez que la tanguista vuelve a Barcelona sabiendo que no va a verle. Entre los trajes del viaje ha elegido uno de terciopelo granate que es el que llevaba la última noche que hablaron, unos dos meses antes de que su amigo muriera. Luego, en el escenario hablará breve e intensamente de él. Y le saldrá, en discreto y oblicuo homenaje a su ausencia, un recital nervioso, agobiado y disonante. Ronco. La ficha técnica diría que hubo unos arreglos vanidosos.
La tanguista Adriana Varela recuerda a MVM. Sólo él comprendía que la revolución está hecha por manchas, barro y feos
La tanguista vino por primera vez a Barcelona en 1998. Sus anfitriones municipales organizaron una comida en Leopoldo, larga y muy agradable. Manuel Vázquez Montalbán iba soplándome al oído algunas razones de que le gustara tanto Varela. Hubo una importante, que razonó con su gravedad característica.
-¿Tú has oído cómo dice chupaculo?
-Aún no.
-Pues es inolvidable.
Y esta noche, tras las ventanas del rascacielos donde duerme, preguntada por lo que más apreciaba de MVM, Varela confirma:
-Era fascinante ver cómo se quitaba de encima a los chupaculos.
El escritor prefería los tangos de su memoria. Un repertorio de piedra. Volver, Adiós muchachos o Mano a mano. Afiche ya le parecía mucho verso. Y en Varela le encantaba Alma de loca. Su tango, como el resto de su educación sentimental, arrancaba de la radio y de la madre. Dice la tanguista que entre los dos estaba también, y muy primeramente, la política.
-Ustedes no saben lo que Manolo era políticamente en América.
-Creo que algo sí sabemos. No todo es fascinante. Está aquella tournée con el que llamaban comandante Marcos.
-Manolo comprendía cosas que ustedes ya no necesitan comprender.
-No me diga que habla de la revolución.
-No, más sencillo. Se trata de la humillación.
Michelangelo, otro garito del viejo Buenos Aires, en 1992. Allí cenaron juntos por primera vez. MVM tenía ese estilo en la mesa de los hombres que saben ser felices. Hay gente a la que le incomoda ese estilo. Tragan el vino por su cucurucho de papel de lija, dejan la copa en el mantel y, mientras observan cómo el vecino de mesa se retuerce en pleno cuadro multiorgásmico, pronuncian, con independencia de su lengua propia, estas palabras perennes, inmortales: "Vols dir que n'hi ha per tant?". Creo que ese estupor ante la interrogación fue el que le llevó a escribir Praga, su poema, a la mayor gloria del judío checo que escribe en alemán, etcétera. La posición del charnego (alma y miembro del poema) es mucho más que genealógica o lingüística, y rebasa las tibias fronteras catalanas. Lo charnego presupone una extrañeza totalizadora. Un desacuerdo fundamental. Vols dir que...? Se veía a MVM en la mesa sufriendo porque no había dios con quien compartir el placer. O peor: diosa. Era triste, tantas noches, el acostarse con la convicción de que, al igual que el dolor, también el placer es netamente intransferible.
Recuerda Varela. Paraba el escritor en el Alvear, que es el gran hotel de Buenos Aires, y allí lo había recogido alguna vez para ir a beber a La Biela. La política. La humillación.
-Concretemos: yo creo, por ejemplo, que él comprendía muy bien lo que era el peronismo.
-Pura crónica sentimental. Evita trayendo el trigo en los cuarenta y luego, años después, María Estela exiliada en Puerta de Hierro. Nada, canciones.
-No sólo. Esto... Era comprender que la revolución no es guapa. Cómo lo diría... Ustedes lo estilizan todo. Ponen canciones, banderas y un aristócrata, más o menos cínico, que da el paso y se pone del lado de los buenos. Pero la revolución está llena de manchas y barro, y de feos. Creo que Manolo lo sabía. ¡Era uno de los pocos de ustedes que lo sabía!
La tanquista. Hace poco tiempo el diario Clarín convocó una encuesta nacional para elegir la mejor voz después de Gardel. Salió Varela. Quién iba a salir. Hay algunos versos de tango que nunca podrán ser dichos mejor. Por ejemplo: "Aprendí todo lo bueno / Aprendí todo lo malo". O bien: "Cruel en el cartel". O: "Rara, como encendida". Incluso: "Galán de perfil mediano que te hacés...". Varela, de niña, no quería ir al colegio. Le parecía lo peor de la vida. No, no era el infierno. El colegio era...
-Espere usted, esto mismo... Esto era el colegio. Justo lo que evitó Manolo. A él, que ya había pasado por el infierno y vivía en el cielo, sólo le esperaba el purgatorio. Se paró.
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