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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pasillos de tiempo

A excepción de la poesía y la teología, Fernando Savater ha cultivado casi todos los géneros literarios, desde el tratado filosófico y el ensayo periodístico hasta el relato novelesco, tanto en sus formas cortas como largas, y algunas variadas piezas teatrales. Siempre manteniendo un estilo propio, que incluye una cierta ironía, un fuerte sentido del humor, y una maestría en las citas y referencias a sus clásicos (es decir, a los grandes autores y a otros elegidos por propia simpatía personal), y una tersa prosa, de singular agudeza. Ahora ha escrito esta novela de aventuras dirigida a un público juvenil, aunque no negada a quienes con más años sigan empeñados en recobrar, a través de los libros, su infancia.

EL GRAN LABERINTO

Fernando Savater

Ariel. Barcelona, 2005

331 páginas. 17 euros

El gran laberinto tiene una trama de fácil análisis, que en el epílogo el mismo Savater nos comenta y explicita. (Tal vez no hacía falta ser tan explícito, pero sin duda algunos lectores agradecerán esas páginas finales en las que declara sus presupuestos y aclara las referencias literarias). Ese esquema narrativo consta de un marco amplio y fantástico, que acoge una serie de aventuras o episodios, a la manera clásica de Las mil y una noches, por ejemplo, aunque aquí las aventuras internas sean tan sólo ocho. Tras recordar su afición por los relatos de aventuras, bien conocida por los lectores de La infancia recuperada y Criaturas del aire, Savater agrega: "El gran laberinto presenta una relativa variante, inspirada no sólo en la tradición literaria sino en el planteamiento de los juegos de rol para videoconsola. En éstos, un personaje o personajes se proponen alcanzar un objetivo final y para ello deben emprender aventuras parciales, en las que conseguirán armas, herramientas o instrucciones, a través de peligros y de la relación con figuras adversas o protectoras. Mi relato responde con peor o mejor fortuna a este mismo modelo". (El esquema de esas aventuras menores coincide con la estructura de los cuentos maravillosos, analizados por Propp, pero para jóvenes lectores esa referencia a los juegos de rol y la videoconsola será más clara). Todo el relato está trufado de ecos, desde el grupo de los cuatro juveniles aventureros hasta el escenario de la vieja librería desde donde los tres chicos y la chica, en varias combinaciones, parten una y otra vez, en una curiosa máquina del tiempo, y arrastrados por un viento rojo, a sus frenéticos desafíos, tras las agoreras rimas de un loro versificador.

En esos viajes se encontrarán con algunas estupendas "criaturas del aire", espigadas en la literatura preferida por Savater, un lector leal a sus héroes de los libros de juventud. Ahí están, en sorprendente desfile o galería de famosos, don Quijote y Sancho, Denis Diderot, Shanti Andía y un nieto de Simbad el Marino, Leonardo da Vinci, Lao Zi, Oscar Wilde y Sherlock Holmes, Otelo, el Golem de Meyrink, y, en fin, el filósofo checo Jan Patocka, como mártir de la libertad, el personaje más próximo a la historia reciente. La ristra de nombres sugiere ya por sí misma la variedad de los escenarios por donde los jóvenes viajan, en búsqueda de las letras mágicas y donde se les pone a prueba su audacia y valor. Resulta un fresco y nada académico homenaje a la literatura y a la historia, y de paso a algunos luchadores por la libertad de expresión o una cierta sabiduría humanista amable. Y también, a la par, un homenaje a la afición por los viajes de aventura, los piratas y las indagaciones detectivescas. Casi todo "está en los libros", como rezaba el vetusto eslogan. Y está bien que uno resucite, con un guiño irónico y cómplice, a personajes simpáticos de sus libros preferidos, para recordárselos a lectores más jóvenes.

Respecto al punto fantástico de partida, ese gran encierro masivo y fanático en un colosal estadio de fútbol, prefiero no comentar su aspecto algo alegórico y algo truculento dentro de su ironía. Digamos que pertenece, como ingrediente narrativo, al subgénero de ciertos relatos de "ciencia-ficción". Del mismo modo que el final feliz, merecido por los jóvenes y audaces protagonistas, es tan de rigor aquí como en los cuentos maravillosos. Y se presta a ser interpretado como un ejemplo moral. La fortuna sonríe a los valientes cuando son buenos e ingenuos. Como en el happy end de casi todos los cuentos para jóvenes.

El buen ritmo de la narración y su prosa fresca y abundante en rápidos diálogos van acompañados de algunos atractivos dibujos de Juan Carlos Savater en esta primera edición, muy bien cuidada en todos sus detalles.

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