"Blair genera respeto, pero no confianza"
El primer mandato de Tony Blair estuvo marcado por la esperanza de cambio, pero sobre todo por el afán de demostrar que un Gobierno laborista era capaz de manejar las riendas de la economía con una ortodoxia digna de cualquier conservador. El segundo mandato traía un sello más social, cercano al electorado laborista: una vez conseguida la estabilidad económica, ahora se trataba de empezar la reforma de los decrépitos servicios públicos heredados del dominio tory: la educación, los hospitales y una red de transportes que se venía abajo.
¿Y el tercero, que debe empezar en pocos días si los electores dan el jueves una tercera mayoría, sin precedentes en la historia británica, a un Gobierno laborista? ¿Cuál será el lema? "La modernización de Gran Bretaña", contesta la ex diputada laborista Ann Taylor. "La gran reforma del país".
"Lo que Tony Blair aporta al partido es inteligencia, y hoy la inteligencia provoca desconfianza. Ha pagado por ello durante años"
"La cuestión de la guerra en Irak no puede pervertir unas elecciones marcadas por los logros y los planes del Gobierno laborista"
¿Modernización? El discurso estaba preparado para que sonara con violines, pero en este momento la música se ha parado y el único ruido que suena, estridente, es Irak, Irak, y después de ello, Irak.
La revelación de nuevos documentos que ponen en cuestión la legalidad de la guerra y que el primer ministro ocultó a su propio Gobierno se ha colado en la agenda electoral y ha nublado los últimos días de la última campaña del último mandato de Tony Blair.
"Está exasperado", cuenta una de las personas que han estado con él en Downing Street después del escándalo. "Está deseando concentrarse en la economía, en los proyectos para este mandato y no hay manera. No es que esté muy preocupado, pero sí exasperado, completamente".
Éste es el contexto en el que se produce el encuentro con Neil Kinnock, el hombre que supo llevar las riendas del Partido Laborista desde los tiempos de la "inelegibilidad", como se ha llamado la dura travesía en el desierto que dominó la era de Margaret Thatcher, hasta las puertas de la victoria en las elecciones de 1992. Él sabe mucho de aritmética del sistema mayoritario británico porque en su noche electoral cantó victoria, para encontrarse horas más tarde con que John Major era el vencedor: "Yo perdí por la victoria de los tories en 11 circunscripciones donde 240 votos -¡en total!- marcaron la diferencia".
Aquello está lógicamente superado y hoy recuerda esos nueve años de liderazgo laborista como su particular crisis de los cincuenta. Hoy es lord, tiene 64 años y la misma energía que le llevó a progresar desde la mina de Gales en que trabajó su padre hasta la vicepresidencia de la Comisión Europea (1999-2004) y la presidencia actual del British Council. Aquí es donde recibe a varios periodistas extranjeros.
Pregunta. ¿Qué impacto tendrán para Tony Blair las críticas de los últimos días sobre la decisión de ir a la guerra de Irak?
Respuesta. Para Blair, la única opción es aferrarse completamente a las posiciones que ha mantenido en las últimas 24 horas y a lo largo de este mandato, y eso significa decir al electorado: "Mira, puedes cuestionar mi decisión, pero, por favor, entiende que con base a lo que yo sabía, al contexto en el que estábamos y a las percepciones del bienestar y seguridad mundial, actué de buena fe". Y ése es el llamamiento que él tiene que hacer a un electorado maduro. No es un mensaje fácil. Pero es al que tiene que aferrarse. Y paralelamente, intentar que los votantes tengan en cuenta lo conseguido en todos los ámbitos: la educación, la economía, los hospitales, la seguridad en las calles, el empleo. Blair debe seguir poniendo énfasis en los esfuerzos que se han realizado para acometer todos los proyectos, y en muchas áreas el grado de éxito ha sido evidente. Ahora lo difícil es tratar de mantener la elección centrada en todo lo conseguido y en las perspectivas del Gobierno y no permitir que sea pervertida por la cuestión de la guerra de Irak y la situación en que ha quedado Irak.
P. ¿Cuáles cree entonces que serán las prioridades a la hora de votar el jueves?
R. Si usted me lo hubiera preguntado el miércoles por la mañana, le habría dicho, citando la famosa frase de la campaña de Clinton: "Es la economía, estúpido". Y para la gran mayoría de los que van a votar, el contexto de la estabilidad relativa, del crecimiento sostenido, de las oportunidades, la seguridad que eso genera será determinante. Las elecciones en general no son exclusivamente económicas, pero no hay elecciones en ningún país industrial donde la experiencia inmediata económica y las esperanzas y temores de la población no jueguen un gran papel. En las últimas 48 horas la reanudación con nuevo vigor de la cuestión de la guerra de Irak y el énfasis en la fiabilidad de Blair hace incalculable el alcance que esta cuestión puede tener. No sé cómo va a incidir lo ocurrido en las últimas 48 horas en la votación del jueves. Lo que sí sé es que si yo fuera el líder conservador, con cierta deficiencia en la sustancia de mi política en algunas áreas, yo trataría de impulsar el argumento de la desconfianza que ha generado el asunto de Irak. Y si yo fuera el líder liberal-demócrata, sabiendo que mi mejor oportunidad estaría en ir conquistando los escaños más abiertos, seguiría intentando mantener viva esta cuestión. Y a la luz de todo esto, el Partido Laborista debe insistir en que lo principal sigue siendo la economía, los logros, las perspectivas y la inversión en oportunidades, salud, justicia, estabilidad, seguridad. No dudo en que ése será el énfasis de la campaña. Esto es lo que va a pasar, pero nunca hemos tenido una experiencia en una elección nacional que se pueda comparar con el impacto que puede tener lo ocurrido en las últimas 48 horas en las mentes de la gente que va a votar.
P. La pérdida de confianza en Blair por su conducta en la guerra de Irak, ¿cree que alcanza al Partido Laborista y al ministro de Finanzas, Gordon Brown, o que éstos han quedado limpios?
R. Cuanto más democrático se hace el sistema desde el siglo XIX, más reticencias se producen. La democracia supone que la gente hace más preguntas, que hay más gente que hace preguntas y que cada vez tienen mayor habilidad para hacerlas. Así que la cuestión de la confianza siempre ha estado ahí. Pero tal vez por una mezcla de factores, sobre todo la forma en que los medios de comunicación actúan hoy en Reino Unido, esa reserva es hoy mayor y eso alimenta las dificultades. Los políticos de hoy son más fiables que las generaciones precedentes, tal vez porque están mejor pagados de lo que nunca estuvieron, porque sus motivaciones para estar en la vida pública son más honestas, porque el control es permanente. Y se da la paradoja de que la fiabilidad es mayor, pero la desconfianza es también mayor. Lo que Tony Blair aporta al partido es su inteligencia, y en el Reino Unido la inteligencia provoca casi automáticamente la desconfianza. Ha pagado por ello durante años. Blair tiene un nivel constante de respeto como profesional, como gobernante, con instintos y habilidades para liderar y ejercer el poder, pero nunca ha logrado generar un caudal de cariño como persona. Y esto es muy chocante. Es un hombre muy agradable, para mí un gran amigo, pero intentando mantener mis sentimientos al margen, nunca he podido entender por qué gran cantidad de gente no siente un afecto al menos preliminar hacia él, una especie de cariño que el público general puede desarrollar hacia algunos políticos individuales, aunque no coincidan con todas sus ideas. Incluso Thatcher gozaba de un afecto especial muy fuerte, que era una mezcla de deferencia y diversión por su estilo, muchas veces exagerado por los guiñoles. Blair nunca ha conseguido tener ni siquiera ese afecto travieso y es rarísimo, sobre todo teniendo en cuenta que es padre de cuatro hijos, que es un tipo agradable, honesto, que se deja la piel y que está completamente movido por el amor a este país. Pero ha generado desconfianza. Volviendo a su pregunta, no creo que eso alcance al Partido Laborista en general o al ministro de Finanzas, Gordon Brown. Si vamos a las estadísticas: el 32% de los electores confía en Blair. El 28% confía en Michael Howard. Y el 50% confía en Gordon Brown. Y ésa es la respuesta más valiosa, corta y estadística de la cuestión.
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