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Reportaje:

Japón al natural

La Exposición Universal que celebra Japón en Aichi hasta septiembre está dedicada a la sabiduría de la naturaleza. Aprovechando esta cita, nos asomamos a la cara menos conocida -sus paisajes y sus tres animales emblemáticos- de un país al que se identifica por sus densas ciudades.

La sociedad japonesa siente una profunda vinculación con la naturaleza, que ha sido y sigue siendo el tema más característico y abundante en su literatura. La habitual utilización de imágenes de la naturaleza en las metáforas revela su estrecha relación con hombres y mujeres, que tienden a subrayar lo inmanente más que lo trascendente. A ese lazo tan íntimo, que hace que se hable a menudo del amor de los japoneses por la naturaleza, a la que rinden tributo como fuente de aprendizaje, inspiración y belleza, contribuyen también las filosofías sintoísta y budista, que se caracterizan por una actitud orgánica, naturista, que impregna la vida cotidiana.

Por ese motivo, las artes japonesas, la pintura, el bonsái, el arreglo floral ikebana, las verduras y frutas que se usan en la cocina dependiendo de las estaciones del año y el sushi están muy relacionados con la naturaleza. Así, en invierno no se suelen presentar platos con colores vivos porque la influencia de la estación no lo permite; lo mismo se aplica a los tonos marrones, rojizos y ocres del otoño, a los fuertes del verano y a los suaves de la primavera.

Por ello no es de extrañar que el lema elegido por Japón para su Exposición Universal en la provincia de Aichi, que se celebra hasta el 25 de septiembre, sea La sabiduría de la naturaleza. En japonés se ha hecho un juego de palabras con Aichi, y así, a la exposición se la llama en los medios de comunicación nipones y entre la población "Ai chikiu haku", es decir, "Exposición del amor a la Tierra".

Sin embargo, la relación de Japón con el medio ambiente es contradictoria, pues junto a esa veneración se dan fuertes paradojas, como que sea uno de los principales cazadores de ballenas -por lo que es objeto de la crítica internacional- y uno de los países más contaminantes del planeta, debido, entre otras razones, a su alta industrialización, que lo convierte en la primera economía de Asia. En ese trato tenso con la naturaleza pesan dos factores más: su elevada densidad media de población -323 habitantes por kilómetro cuadrado (España tiene 84); la aglomeración Tokio-Yokohama es una de las mayores concentraciones humanas del planeta, al reunir 20 millones de habitantes; con sus 127 millones de habitantes, Japón es el séptimo país más poblado del planeta- y encontrarse en una región sometida a la furia de los fenómenos naturales -en Japón se produce el 20% de los seísmos de más de seis grados en la escala de Richter, y el archipiélago cuenta con el 20% de todos los volcanes activos actualmente.

Aunque la fauna salvaje es menos exuberante que su flora -188 especies de mamíferos, 665 de aves, 30.146 de insectos-, este país cuenta con algunas joyas, como el gato iriomote, casi un fósil viviente, y el conejo Amami pentalagus furnessi, que ha estado al borde de la extinción, como otros animales japoneses autóctonos, acorralados por el aumento de la urbanización, la caza y la introducción de especies extranjeras para luchar contra plagas.

Otro elemento que agrava aún más la situación es la tradición infantil en Japón de jugar a organizar peleas entre escarabajos. Parece anecdótico, pero no lo es, pues como la población de insectos del país ha menguado drásticamente, las tiendas de mascotas llegan a importar anualmente hasta un millón de coleópteros, de unas 500 variedades. Esa importación masiva está alterando sustancialmente los nichos ecológicos del archipiélago.

Entre los vertebrados, hay cuatro animales especialmente emblemáticos: el cisne cantor, la grulla de Manchuria, el ciervo sika y el macaco, protagonistas de estas páginas.

El cisne cantor, originario de las islas al norte del océano Atlántico, se traslada en otoño a lugares más cálidos, como el norte del Mediterráneo, el mar Caspio y la costa del Pacífico en China y en Japón. Se diferencia de otros cisnes en que más de la mitad de su pico tiene color amarillo. Es un ave de considerable tamaño; los machos adultos alcanzan 1,65 metros de envergadura y un peso medio de casi 11 kilos.

La grulla de Manchuria es, tanto en Japón como en otros países vecinos, uno de los temas favoritos de los artistas al representar la longevidad y la felicidad, especialmente la conyugal, probablemente porque ellas son fieles toda la vida a su pareja. Por eso es frecuente ver reproducida su imagen en los quimonos de boda.

El ciervo sika, cuyo nombre quiere decir pequeño ciervo en japonés, es considerado animal sagrado. Su población se encuentra estable, aunque algunas de sus subespecies están en serio peligro de extinción. Este venado cuenta con un amplio repertorio de sonidos para comunicarse, que van desde suaves silbidos hasta gritos de alto volumen; su aspecto es similar al del ciervo común, salvo que el pelaje es pardo salpicado de manchas blancas, que pierde en invierno para adquirir un tono grisáceo. A lo largo del cuello y del lomo tiene una línea negra.

En cuanto a los macacos, naturales de Asia y únicos monos que viven en Japón, también son una especie amenazada y motivo recurrente para pintores y escultores. A diferencia de lo que suele ocurrir en Occidente, aquí nunca se les ridiculiza. El macaco, mono rojo o mono de las nieves, de cara desnuda y rosada, ocupa gran cantidad de hábitats, incluso hasta 1.500 metros de altitud; es un primate de tamaño medio, pues mide entre 37 y 76 centímetros, y vive en grupos de entre 40 y 200 ejemplares.

Son famosas las imágenes de estos monos tomando baños en manantiales volcánicos de aguas termales en medio de la nieve en las zonas boscosas de Japón, gracias a cuyo calor pueden permanecer en las montañas durante el invierno alimentándose de cortezas. Son además excelentes nadadores, lo que les ha permitido cruzar los canales marinos que separan las islas japonesas y colonizar casi todo el país.

En cuanto al mundo vegetal, las coníferas, como el cedro japonés -que puede llegar a los 46 metros de altura- y el abeto de Sajalín, son las especies más abundantes. También hay especies subtropicales, entre las que destaca el bambú, que representa para los japoneses, por su flexibilidad y fortaleza, la habilidad para superar las dificultades. Entre los frutales, este país siente un amor especial por los ciruelos blancos y los cerezos, que recuerdan a los japoneses la temporalidad de la vida. Y entre las flores, las más abundantes son las azaleas, las peonías, los lotos y gladiolos, numerosas variedades de lilas y crisantemos, que además de ser la flor nacional de Japón son el emblema de la familia imperial. La jardinería predominante en Japón es la paisajística, que reproduce los paisajes en miniatura y de forma estilizada, marco en el que se inscribe el cultivo de árboles enanos, como cerezos y ciruelos, que no sobrepasan los 30 centímetros de altura gracias a cuidadosas podas, y los famosos bonsáis, plantas ornamentales sometidas a técnicas que impiden su crecimiento mediante el corte de raíces y la poda de ramas.

Ahora mismo, el 15% del territorio nipón se encuentra protegido. Entre los 83 parques nacionales, el de Shiretoko, en la rocosa península del mismo nombre, con cinco grandes lagos, es uno de los más bellos y una de las últimas zonas casi intactas en Japón, gracias a que sólo se puede acceder por ferry. Otro de los más importantes es el de Mashu, con el lago homónimo, que tiene el récord del mundo en claridad de las aguas y es conocido como "el lago misterioso" por la densa capa de niebla que cubre su superficie y le da un aire aterciopelado de color azul índigo. En su centro se alza una isla oval de lava que asciende hasta una colina de 230 metros de altura, y a la que el pueblo inuit denomina la isla "Kamuishu" o "Isla de los Dioses". Originado en un cráter del volcán Mashu, el lago forma parte de una bonita leyenda de este pueblo, representativa de la devoción con que se mira aquí a la naturaleza: el día en que el fuerte jefe de una tribu fue asesinado, su madre salió corriendo con su nieto para buscar refugio en los bosques oscuros de las montañas, pero perdió al pequeño; buscándolo, llegó a la orilla del lago y pidió al monte Kamuinupuri permiso para tomar un descanso, durante el cual, debido al cansancio y a la pena, la mujer se convirtió en una isla.

En el Balneario.  Los monos de las nieves llevan mucho mejor las bajas temperaturas de invierno dándose baños de agua caliente en lso balnearios naturales.
En el Balneario. Los monos de las nieves llevan mucho mejor las bajas temperaturas de invierno dándose baños de agua caliente en lso balnearios naturales.JUAN CARLOS MUÑOZ

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