La voz de la conciencia
Cualquiera habla hoy de sus reparos de conciencia: no sabe lo que dice. Nadie sabe, exactamente, qué significan estos estremecimientos creados en el individuo por religiones, poderes, partidos, paternalismos, maternalismos. Nacionalidad, clase social. O genes. En España estamos aún en el barroco y el auto sacramental: no hemos llegado a Montaigne para quien la famosa "voz interior" era algo que se inculcaba a los niños indefensos que luego se olvidaban de que habían sido adoctrinados y creían que era la naturaleza, o su personalidad, la que les hacía pensar así. Cada vez que se reanuda la polémica de las clases de religión obligatorias se está recordando el deseo de la colusión religión-poder de crear conciencias a la medida. Nadie tiene por qué enseñar a Montaigne, ni el "conocimiento subjetivo" de Descartes: después de todo, eran franceses y sus pensamientos irían a concretarse en una revolución, ésta en la guillotina y todo en una manera nueva de pensar el mundo, que hoy va entrando entre nosotros, los celtíberos. Y romanos, árabes, judíos (caray con el heroísmo del español, todos los que nos quisieron invadir lo consiguieron).
Todo el largo pensamiento en torno al libre albedrío realmente libre reaparece en torno a cuatro o cinco alcaldes que se niegan a casar por lo gay porque tienen ¡reparos de conciencia! Venga de donde sea la vocecita interior, en estos momentos, representa el papismo renacido, el PP en decadencia, las clases de religión y un sentido de superioridad bien cultivado que hace que la virilidad sea un grado superior. O será la idea de que la sexualidad no pertenece al recinto de lo individual, y que en España hay tantas maneras, gustos o deseos sexuales como habitantes. Todo individuo tiene derecho a rechazar lo que le repugna, y a apartarse de su profesión si no está conforme. Un médico no tiene necesidad de servir a la administración pública: puede ser privado. Un funcionario, de ninguna manera. Si no casa a quien le manda la ley, a la calle. A un obrero del túnel no se le pregunta si está de acuerdo con el servicio viario que va a prestar, si sería mejor un puente o si sólo sirve para comisiones a las autoridades. Con pensarlo, tiene su conciencia a salvo, haga lo que haga.
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