"Benedicto XVI nos va a sorprender"
"La diversidad nos une", afirma el cardenal Carlo Maria Martini. "En la diversidad, enseña el evangelio, encontramos a nuestro hermano más amado". Martini, de 78 años, parte de esta frase para hablar del nuevo Papa, para explicar el motivo por el que, después de que se le considerase el representante de los progresistas y antagonista del cardenal alemán, se ha convertido en el gran elector de Joseph Ratzinger. En esta entrevista, el arzobispo emérito de Milán, retirado a Jerusalén para profundizar sus estudios sobre la Biblia, habla por primera vez de Benedicto XVI. Sólo pone una condición: ninguna pregunta sobre el cónclave.
Pregunta. Tenemos nuevo Papa, al que se ha calificado de guerrero de la fe y hombre de los noes. Sin embargo, muchos nos aseguran que pronto nos va a sorprender, que va a distanciarse de su historia personal y doctrinal.
"Será cada vez más sensible, y eso nos abrirá unos caminos insólitos"
"Ha habido un deseo de tener, tras un pontificado largo, otro un poco más breve"
"Todos queremos un evangelio fuerte que, por serlo, no debería temer a lo nuevo"
Respuesta. Va a ser así. Estoy seguro de que Benedicto XVI nos reserva sorpresas en relación con los estereotipos que se le han aplicado de forma un poco superficial.
P. ¿Por qué?
R. Ante todo, porque siempre ha sido un hombre de gran humanidad, cortesía y gentileza, dispuesto a escuchar opiniones distintas a la suya. Pude experimentarlo durante los 10 años que fui miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por él. Como escribía el propio cardenal Ratzinger en una breve intervención para conmemorar mis 15 años de obispado: "Nadie se extrañará si digo que no siempre hemos compartido las mismas opiniones. Por temperamento y por formación, no hay duda de que somos muy distintos". Pero, después de recordar esa diferencia, terminaba: "En cualquier caso, estas dos posiciones no se excluyen en absoluto; antes al contrario, se integran y se completan entre sí. Es preciso que existan posturas y opiniones distintas para poder aproximarse desde diversos lados a la compleja tarea de la Iglesia en esta época y tratar de llevarla más o menos a cabo".
P. Se dice que una cosa es ser cardenal, y otra muy distinta, Papa. ¿Ocurrirá así con Ratzinger?
R. La segunda razón por la que debemos esperar sorpresas es que, como pude experimentar al pasar de la enseñanza a las responsabilidades pastorales, a un pastor le está constantemente reeducando su pueblo. Comparte todas sus angustias, sufrimientos, deseos y expectativas. Estoy convencido de que la gran responsabilidad que pesa sobre los hombros del nuevo Papa hará que sea cada vez más sensible a todos los problemas que perturban tanto a creyentes como a no creyentes, y eso nos abrirá, a nosotros y a él, unos caminos insólitos.
P. ¿Cuándo le conoció y qué fue lo que más le impresionó de él?
R. Conocí realmente a Ratzinger en octubre de 1980, cuando, como obispo, participé por invitación del Papa en el Sínodo sobre la familia, del que él era relator. Recuerdo en concreto que una mañana, hacia el final del Sínodo, tenía que presentar el informe final. Habló con enorme humildad: "Hemos trabajado durante gran parte de la noche, pero, como no hemos conseguido redactar el texto, hemos decidido que era mejor irse a dormir; por eso no puedo presentaros lo que esperabais". Aquella sinceridad nos conmovió y aceptamos de buen grado el retraso.
P. Usted ha dicho de él: "La pasión por la verdad que ha mostrado tener en todos estos años Ratzinger pretende dar respuesta a la debilidad de lo posmoderno". Es una hermosa frase. Pero ¿cómo puede conciliarse esta imagen de Ratzinger con las tesis que mantiene usted y que, para simplificar, podríamos llamar progresistas?
R. Creo que la mejor explicación es la que dio el propio Ratzinger en el breve texto sobre mí que antes recordaba. Decía: "Mis primeras experiencias religiosas se remontan al periodo en el que Romano Guardini daba absoluta prioridad a la identidad cristiana, el Unterschedung des christlichen (así se titulaba una obra suya de 1935)". Después de describir un periodo de más pluralismo en la posguerra, Ratzinger proseguía: "Sin embargo, cuando, a partir de 1968, surgió el peligro de mezclar la escatología con la utopía y, por tanto, de reducir la fe a una praxis de transformación del mundo, volvió a ser necesario buscar el rasgo distintivo del cristianismo (Unterschedung des christlichen), no para encerrarlo entre los muros del gueto, sino para salvaguardar su dinamismo, que supera el tiempo y alcanza la eternidad". En este sentido, el Papa reconoce que mi experiencia en la formación de los sacerdotes procedentes de todos los continentes es de otro tipo: aquí se juntaban sobre todo distintas formas posibles de mediación, síntesis de gran envergadura; se trataba de investigar las posibilidades aún inexploradas de la realidad católica.
P. La buena conciencia y la competencia son cualidades que le atribuyó usted a Ratzinger en 1997. En estos aspectos ha dicho que es un modelo y un estímulo.
R. Como dice la primera carta a Timoteo, "la caridad mana de un corazón puro, una buena conciencia y una fe sincera". Y el nuevo Papa tiene estas tres fuentes de la caridad. Por otro lado, el culto a la competencia es natural en él por su formación de profesor alemán, que exige la información más amplia y sólida sobre cualquier tema que se vaya a abordar.
P. Hemos pasado de un Papa elegido a los 58 años a un Papa de 78. ¿Es una elección de transición?
R. Más que una elección de transición, es el deseo de tener, después de un pontificado largo, otro un poco más breve. Esta regla también se observó en el pasado.
P. La Iglesia se enfrenta a muchas cuestiones urgentes: ecumenismo, diálogo interreligioso, relacione0s con el mundo moderno. ¿No existe el riesgo de que un exceso de rigidez agrave las fracturas y aumente las distancias?
R. Estoy seguro de que el nuevo Papa no va a ser rígido, sino que escuchará y reflexionará con libertad de sentimiento y apertura de mente. Por supuesto, como a todos nosotros, le preocupa el peligro de diluir el evangelio. Todos queremos un evangelio fuerte y valiente que, precisamente por serlo, no debería temer a lo nuevo.
© La Repubblica / EL PAÍS.
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