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BIOLOGÍA | Investigación molecular

Un grupo de expertos estudia los secretos de unas proteínas relacionadas con la obesidad

Érase una vez una proteína que parecía ser la solución para la obesidad pero que con el tiempo se transformó en una opción contra el cáncer, contra la aterosclerosis y quizá contra el efecto destructor de los radicales libres. Ésta es la primera parte de la historia de la denominada UCP-2, el segundo miembro descrito de la familia de las proteínas desacoplantes, descubierta en 1997 y considerada, entonces, como el remedio contra el sobrepeso. En algunas informaciones se insinuaba que gracias a ella se podría crear una pastilla con la que al tomarla se quemarían las grasas y se perdería peso.

"La lección histórica es que cuando hacemos una observación en caliente, en general, nos equivocamos sobre lo que hace la proteína en cuestión y sobre sus aplicaciones", concluía Daniel Ricquier, del francés Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), descubridor de la UCP-2, durante su reciente participación en Madrid en unas jornadas organizadas por él mismo, junto con Eduardo Rial (Centro de Investigaciones Biológicas, CSIC) y Jean-Paul Giacobino (Universidad de Pittsburgh, EE UU) en la Fundación Juan March. Las jornadas reunieron a grandes expertos del mundo en el estudio de las proteínas desacoplantes para tratar de comprender qué papel juegan las UCP en el organismo.

La investigación tiene posibles aplicaciones contra el cáncer y la protección neuronal

¿Por qué se supuso que esta molécula eliminaría los problemas de obesidad? Todos los miembros de la familia de proteínas desacoplantes (UCP) están implicados en el control de la energía procedente de quemar grasas que se consume en el organismo. La primera en ser descubierta, hace ya 30 años, fue la UCP-1. Se encuentra sólo en el tejido adiposo marrón y participa básicamente en dos funciones: producir calor como protección frente al frío y, la más llamativa por su potencial aplicación, encargarse de quemar las calorías que el organismo recibe en exceso. La mala noticia fue que, al contrario del resto de los mamíferos, los humanos adultos apenas tienen grasa marrón.

Cuando se descubrió la UCP-2 se consideró que era la pieza que faltaba, el equivalente de la UCP-1 en los seres humanos. "Además, el hecho de que su gen se encontrara en una zona del cromosoma relacionada con la obesidad apoyaba aún más la idea de que de ella podrían salir tratamientos para este trastorno", explica Rial.

Pero la famosa proteína no sólo se encontraba en el tejido adiposo y en el músculo, sino también en el cerebro y en las células productoras de insulina de páncreas, por lo que su papel debía ir claramente más allá del simple de quemar grasas. Además, "se ha encontrado UCP-2 en pájaros, peces e incluso en la planta de la patata. De modo que se trata de un mecanismo muy antiguo, algo que hemos conservado de las otras especies anteriores a nosotros", dice Ricquier.

Teniendo en cuenta los múltiples trabajos realizados desde 1997, el investigador francés opina que "su función es principalmente la protección contra los radicales libres, es decir, contra la degeneración celular". Y es aquí donde las posibles aplicaciones se disparan. "Algunos trabajos sugieren que la UCP-2 podría ser importante por la neuroprotección, por proteger las neuronas de la degradación. Otros indican que sería un posible tratamiento de la aterosclerosis

[la acumulación de placa de ateroma en las arterias]". En lo referente a la protección neuronal, Rial añade que la UCP-2 ayuda a minimizar el daño que podrían producir los radicales libres en el cerebro tras la isquemia, la interrupción o disminución drástica del flujo sanguíneo.

En lo que se refiere al cáncer, "estudios en ratones sometidos a agentes cancerígenos muestran que los animales sin UCP-2 desarrollan más fácilmente tumores. Lo que sugiere que UCP-2 podría proteger contra el tumor", explica Ricquier.

Rial apunta otra aplicación en el área de la oncología, ante la resistencia de ciertos tumores a la acción de los fármacos quimioterápicos. Algunos trabajos han mostrado que las células malignas emplean la UCP-2 para defenderse de los tratamientos, de modo que si se inhibe la proteína el tumor perdería su escudo.

La protección frente a los radicales libres apunta hacia una posible aplicación de esta proteína en el retraso del envejecimiento, pero según Ricquier, en el remoto caso de que llegara a desarrollarse alguna terapia sería para individuos que han estado sometidos a condiciones extremas. "Hemos hecho ratones sin el gen UCP-2 y envejecen normalmente. Estas proteínas no están muy funcionales en condiciones estándar, sino que se activan en situaciones de peligro, de estrés oxidativo".

Los bioquímicos Jean-Paul Giacobino, Daniel Ricquier y Eduardo Rial, de izquierda a derecha, en Madrid.
Los bioquímicos Jean-Paul Giacobino, Daniel Ricquier y Eduardo Rial, de izquierda a derecha, en Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

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