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LA SITUACIÓN EN EL PAÍS VASCO

El revés electoral y las futuras alianzas provocan las primeras diferencias en PNV-EA

Militantes peneuvistas proponen "reequilibrar" el liderazgo entre Ibarretxe e Imaz

El resultado electoral, que ha restado cuatro escaños y casi 150.000 votos a la coalición nacionalista PNV-EA y ha menguado la capacidad de maniobra del lehendakari, Juan José Ibarretxe, ha hecho aflorar las diferencias de proyecto que se perciben, tanto entre los dos partidos que forman la coalición, como en el seno de cada uno. Los resultados son considerados freno o acicate al plan Ibarretxe desde cada una de las dos almas que conviven en el nacionalismo moderado y en cada formación. Su lugar de encuentro, hoy por hoy, está en mantener el Gobierno tripartito en minoría, al menos a medio plazo.

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No se va a percibir inicialmente, pero la coalición de la derecha nacionalista, PNV-EA, se va a resentir con importantes movimientos en su seno como consecuencia de la caída que ha registrado el 17-A y puede llegar a verse cuestionada en su misma utilidad y pervivencia estratégica. De hecho, las lecturas que se hacen del resultado, además de diferentes y hasta contradictorias, no están exentas de cierto revanchismo interno, en la coalición y en el seno de cada partido, que augura en el futuro, probablemente no inmediato, otras de más calado, relacionadas con la política de alianzas y el reparto a medio plazo del espacio nacionalista.

Ambas posiciones se aúnan ahora en la opción que han realizado por la reedición del tripartito, aún más minoritario que en el mandato pasado. Al menos como fórmula para echar a andar.

El debate sobre las alianzas para sacar a ese Gobierno de la provisionalidad y la precariedad parlamentaria será el telón de fondo de los dos próximos años, hasta la celebración en 2007 de las elecciones municipales, que en Euskadi ponen también en juego las poderosas diputaciones forales. Entretanto, en este primer ejercicio, la coalición y las distintas sensibilidades internas de cada partido cerrarán filas alrededor del objetivo de Ibarretxe de tratar de sentar las bases en torno a sendos acuerdos de paz y normalización.

La figura de Ibarretxe, el hiperliderazgo en el PNV con el que le ungió Xabier Arzalluz, tiene una cita en ese mismo plazo. Hay ya voces que reclaman un "reequilibrio" de la autoridad. "Siempre hemos sido un poco cíclicos en estos temas", señala una de las fuentes consultadas. "En estos últimos años el liderazgo ha estado en el lehendakari y en Lehendakaritza [sede de la presidencia del Gobierno vasco]. Eso está bien en unos momentos, pero luego tiene que venir el equilibrio y estos resultados lo favorecen", añaden.

La única manifestación interna de las diferencias es por ahora la distinta interpretación sobre lo perdido en las elecciones, las razones de la pérdida y la receta para la recuperación.

Dos lecturas de la pérdida

Las dos lecturas las han expresado, por un lado la secretaria de la ejecutiva del PNV, Josune Ariztondo, al señalar que los 150.000 votos que perdió la coalición se quedaron "en casa", en la abstención, y ayer mismo el propio presidente, Josu Jon Imaz, al indicar que la coalición ha perdido "voto no ideologizado y cansado de la bronca política"; y por otro, el presidente del PNV de Guipúzcoa, Joseba Egibar, que considera todo lo contrario: que sus votos perdidos se han redistribuido entre las otras fuerzas nacionalistas. En esta opinión coincide EA.

Debajo de esta segunda valoración subyace una crítica a la campaña, calificada por Egibar de "plana", y al haber sustituido en ella la exhibición sin complejos del plan Ibarretxe, aún derrotado en las Cortes, por una llamada a la negociación. La receta que se sigue es clara: más plan, más unidad nacionalista en torno a él y más radicalismo para hacerla posible.

Desde el sector mayoritario del PNV, encabezado por Josu Jon Imaz, se advierte, por el contrario, de que es precisamente Egibar quien más escaños, dos de los cuatro, ha perdido. "Y su territorio [Guipúzcoa] se lo ha gestionado él solo", se resalta. En Álava, también bajo dominio de los partidarios de Egibar, la coalición ha logrado ser primera fuerza en la provincia, pero en Vitoria, donde se concentra el 80% de la población, ha quedado desplazado al tercer puesto, tras PSE y PP.

Según estos medios, los malos resultados han venido determinados porque los tres votos de Batasuna al plan Ibarretxe imprimieron a su trámite en el Congreso una velocidad no prevista ni deseada, que se ha vuelto en su contra. "Los tres síes y tres noes del 30 de diciembre agotaron una etapa. El lehendakari se fue a Madrid, o fuimos a Madrid, y de allí salimos de una determinada manera", señalan esas fuentes en referencia a la derrota del proyecto, que consideran un factor de incidencia determinante en la desmovilización del electorado más templado que apoyó a la coalición en 2001.

La pulsión de EA hacia el radicalismo independentista a medio plazo es clara. El partido que dirige Begoña Errazti -que conserva sus siete escaños de la legislatura anterior, mientras el PNV corre con todas las pérdidas y baja de 26 a 22- ha expresado su "preferencia" por la búsqueda de pactos con EHAK, en lo que conduciría de vuelta a una reedición del Pacto de Lizarra de 1998.

En las filas de EA se admite que puede existir la "tentación" de empezar a hacer cálculos que planteen la confrontación entre nacionalistas con base en el eje centro-derecha, el PNV, y las fuerzas progresistas y de izquierda (EA, EHAK, nueve escaños; Aralar, uno). Hay quien ya resalta que el PNV tiene 22 escaños frente a los 17 que suma el resto.

A todas estas diferencias de índole "política" en la coalición hay que añadir las que se derivarán de los repartos institucionales -en la Mesa del Parlamento o en las comisiones- ahora más complicados por la relación de fuerzas.

Juan José Ibarretxe y Begoña Errazti, la noche de las elecciones en Vitoria.
Juan José Ibarretxe y Begoña Errazti, la noche de las elecciones en Vitoria.GORKA LEJARCEGI

Un reparto sin consolidar

La batalla que se libre a lo largo de los dos próximos años tanto entre las fuerzas en tensión en el seno del PNV -sus dos almas históricas, entre las que se mueve el péndulo, una más independentista y otra más pragmática- como entre este partido y EA va a estar determinada por la estrategia que cada uno trace ante la redistribución, en el medio plazo, del espacio nacionalista. Ésta se verá a su vez condicionada por el final o no del terrorismo.

El propio lehendakari piensa que el dibujo perfilado por los comicios del día 17 no traza el mapa definitivo de ese espectro, en el que se mueven ahora cuatro fuerzas, sin contar a EB, que en esta campaña ha querido también pugnar en él, aunque sin lograr hacer mella.

Ese reparto sin consolidar, que colea desde la escisión del PNV y por la capacidad de la izquierda abertzale de mantener contra viento y marea un núcleo duro más que suficiente para preocupar al nacionalismo gobernante, será más que reñido al haberse achicado en los últimos 20 años el espacio disponible, que ha quedado reducido a algo más de la mitad de los electores vascos. Son cuatro los partidos en lucha por el 53% del electorado, sin tener en cuenta que en estas autonómicas un escaño ha cambiado, además, del campo nacionalista al no nacionalista.

Eso supone que hay hoy el mismo número de contendientes que en 1986 (PNV, EA, EE, ahora coligado con el PSE, y HB) para un espacio que entonces era 15 puntos mayor, el 67,9% del voto.

Vista la tendencia de la izquierda abertzale a mejorar electoralmente sin terrorismo, las más altas esferas peneuvistas admiten el riesgo de que, sin ETA, esa recomposición termine por no beneficiar precisamente a ese partido, después de 25 años de ejercicio ininterrumpido del poder y ahora con 22 escaños, no tan lejos de los 17 que suman juntos el resto de los abertzales. Será una batalla "a cara de perro", se admite en esos medios, en la que el PNV promete no ceder "ni un metro".

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