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Columna
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Letras

Si no es cierto o, en todo caso, resulta dudoso que una lengua produzca estrictamente "una" cultura (la música o las artes plásticas se mueven, por decirlo así, en territorios extralingüísticos), está claro que una lengua identifica una literatura, y sólo una literatura (por ejemplo, las literaturas inglesa, francesa, alemana, árabe o hispanoamericana trascienden patrias, fronteras y hasta continentes). El escritor Joan Francesc Mira lo apuntó en la conferencia que cerró el sábado el congreso dedicado a su obra en la Biblioteca Valenciana, para advertir contra el peligro disolvente del localismo, tanto por parte de los valencianos como de los catalanes, y oponerse a cualquier "reduccionismo" de la lengua literaria. Mira apostó por un modelo expansivo, que incluya de forma dinámica todas las variantes, la diversidad interna de la lengua catalana, en un solo espacio de circulación de la cultura escrita. Milan Kundera, en un artículo publicado en Claves, expresa una idea similar, aunque a otra escala, al relacionar literatura universal y literaturas nacionales, o lo que él denomina "el gran contexto" y "el pequeño contexto", para alertar contra el provincianismo de los pequeños (que consideran la cultura mundial un cielo lejano, inaccesible) pero también contra el provincianismo de los grandes (convencidos de que se bastan y sobran, por lo que no necesitan a casi nadie más). "La máxima diversidad en el mínimo espacio", que para Kundera es el ideal europeo visto desde el mosaico de la Europa central, resulta aplicable a las letras, en su deseable mestizaje. Fenómeno que alcanzó niveles de apabullante exhibición en las calles barcelonesas abarrotadas durante el día de Sant Jordi en el cuarto centenario del memorable hidalgo castellano que había leído libros como Tirant lo Blanc, publicado en Valencia un siglo antes en la misma lengua que resonaba por la ciudad de Barcelona cuando, en las postrimerías de sus aventuras, vio con su escudero por primera vez el mar y comprobó que ya era famoso gracias a la imprenta, aunque fuera a costa de la publicación de algún Quijote apócrifo, antes de recobrar la razón y regresar a su aldea manchega a morir como lo harían, a partir de entonces también en las novelas, los seres de carne y hueso.

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