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Reportaje:FUERA DE RUTA

Delfines en el río Solimões

Ecoturismo en la reserva de Mamirauá, en la selva amazónica de Brasil

Leo se acerca sigilosamente a la parte trasera de la cocina. Es la hora de la comida y espera su ración. Pescado, lo que el río ofrece. El resto de los comensales toma asiento en la larga mesa de madera del salón a la espera del mismo pescado, aunque ellos lo tomarán cocinado. Él lo prefiere crudo y espera fuera, en el agua. Leo es un caimán, adoptado por los trabajadores de la posada Uacari. La naturaleza salvaje forma parte de la vida cotidiana en este centro de ecoturismo, formado por cinco cabañas de madera flotantes y una de zona común. La posada Uacari se encuentra anclada en las profundidades del río Solimões, nombre que adopta el Amazonas en esta parte de Brasil. Porque tres meses al año la lluvia mantiene inundada la tierra, con una diferencia del nivel del río de 12 metros entre la estación húmeda (de mayo a diciembre) y la seca (de enero a abril).

La posada forma parte de la reserva de desarrollo sostenible Mamirauá, creada en los noventa para el estudio de los monos. Hoy es pionera en la protección de la naturaleza, con los habitantes de la zona implicados en el proyecto. Los trabajadores de la posada pertenecen a las comunidades de la reserva y los beneficios revierten en ellos. Éste es uno de los lugares más remotos y auténticos del Amazonas. Las señales de civilización más próximas se encuentran a hora y media en lancha rápida río arriba, en Tefé, pueblo que a su vez se encuentra a dos horas en avión desde Manaos, la capital del Estado de Amazonas.

El agua, la vegetación, los aullidos del mono pardo. Estamos en el corazón de la selva. Y en un lugar privilegiado, porque las 1.124.000 hectáreas de la reserva forman un ecosistema que da cobijo a especies endémicas, como los monos uacari blanco (un primate de cara roja), los saimirís (mono ardilla) o el pirarucú, uno de los mayores peces de agua dulce del mundo. Perezosos, monos capuchino, guacamayos rojos, águilas, pájaros carpinteros, puercoespines, y a veces jaguares, se dejan ver durante las excursiones guiadas.

Aves exóticas

Las salidas comienzan poco después del amanecer con un máximo de cuatro personas por canoa más los guías. Barcos con pequeños motores de 15 caballos desplazan a los viajeros hasta el punto de partida de cada camino. En el trayecto se pueden observar animales, generalmente primates, que se cuelgan de las ramas más altas de la orilla, además de numerosas especies de pájaros exóticos -hay alrededor de 400- que sobrevuelan el río. Ya en tierra, no hay más que mirar a ambos lados del camino para darse cuenta de la generosidad de la naturaleza en esta parte del mundo. En la estación húmeda, los paseos se hacen en canoa. En esta época, los animales viven en las copas de los árboles.

El proyecto Mamirauá incluye investigaciones de la fauna y la flora, que se realizan en 22 cabañas flotantes repartidas por el río. En una de ellas, tres biólogos se recluyen para estudiar los delfines de río, de color rosa. La clase no es sólo teórica y una navegación de una hora lleva a su lago favorito, donde emergen para respirar el tiempo justo para avistarlos.

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La belleza y quietud de las aguas causan la única frustración del viaje: la imposibilidad de zambullirse. La presencia de caimanes y pirañas no lo permite. Al menos se disfruta pescando. Con rudimentarias cañas y un poco de pescado por carnada, las pirañas pican sin parar. Antes de devolverlas al río observamos su voracidad. Si se les quita el anzuelo de la boca (lo que sólo hacen los guías) se aprecian sus afilados dientes, que se ponen en movimiento en cuanto se les introduce algo en la boca, incluso un simple palito. Mejor no probar con un dedo.

Uno de los objetivos del proyecto Mamirauá es evitar la emigración de la población local a la ciudad. Los cabocla -habitantes de la ribera- provienen del noreste, la zona más pobre del país. Formada por 27 familias, esta hospitalaria comunidad vive de la pesca, la agricultura y la artesanía. Sus casas, de madera, tienen dos pisos, lo que les permite trasladarse al más alto durante la estación de lluvias. El resto de las construcciones, como los hornos de barro, por ejemplo, sucumben cada año en las inundaciones.

De vuelta a la posada esperan las cómodas hamacas que cuelgan en las terrazas de cada una de las 10 habitaciones. Sólo la tenacidad de los mosquitos perturba el momento, mientras que las olas que provoca alguna embarcación mecen la cabaña, dejando adormecidos a los visitantes con el rugido de la selva de fondo.

Un típico barco de pasajeros, en el embarcadero de la posada flotante de Mamirauá, en la Amazonia brasileña.
Un típico barco de pasajeros, en el embarcadero de la posada flotante de Mamirauá, en la Amazonia brasileña.PHILIP SHISHKIN

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar- Varig (www.varig.es; 916 25 97 15) ofrece en su web tarifas de ida y vuelta a Manaos desde Madrid (con escala en São Paulo), a partir de 756 euros más tasas (835 en total), para viajes hasta el 30 de junio.- Rico(www.voerico.com.br) vuela de Manaos a Tefé. El precio de ida y vuelta es de unos 180 euros.La reserva- Posada Uacari (00 55 97 343 41 60; www.mamiraua.org.br). La capacidad de la posada es de 20 huéspedes. El precio de la estancia por persona, incluyendo todas las comidas, traslados y excursiones para tres noches, es de 250 euros,y para cuatro noches, 295 euros.- Recomendaciones. Se recomienda la vacuna contra la fiebre amarilla. Imprescindible llevar un repelente contra mosquitos y protector solar.Información- www.embratur.gov.br.- www.amazonastur.am.gov.br.- www.amazonia.org.br.

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