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Tres nuevos testigos protegidos reconocen a Zougam como autor material del 11-M

Declaran que vieron al marroquí colocar mochilas bomba en dos vagones del mismo convoy

Tres nuevos testigos protegidos reconocieron el martes sin ningún género de dudas a Jamal Zougam, el marroquí que regentaba una tienda de telefonía móvil en el barrio de Lavapiés, de Madrid, como uno de los miembros del comando de integristas islámicos que colocaron las mochilas bomba que causaron 191 muertos y más de 1.500 heridos en los trenes de cercanías el 11 de marzo de 2004. Los nuevos testigos identificaron a Zougam en sendas ruedas de reconocimiento celebradas en la Audiencia Nacional y se suman a los otros dos testigos -uno herido y otro ileso- que ya le habían visto en los trenes.

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Aunque Zougam alegó en su declaración judicial -se negó a declarar ante la policía- que el 11 de marzo estuvo durmiendo en su domicilio hasta pasadas las diez de la mañana y que su hermanastro Mohamed Chaoui podía corroborarlo, su presencia en los trenes de la muerte aparece nítida en el sumario.

A los pocos días de los atentados, un testigo explicó que Zougam le había dado un codazo al dejar una mochila debajo de un asiento. Agregó que el marroquí abandonó precipitadamente el vagón dejando la mochila en el tren. Ambos cruzaron la mirada cuando Zougam se quedó en el andén.

Otro testigo también le identificó fotográficamente, pero en otro vagón distinto del mismo tren. Sin embargo, en la rueda de reconocimiento celebrada en la prisión de Soto del Real, este testigo se desdijo de su testimonio inicial.

Los nuevos testigos han acreditado los indicios existentes y han reconocido a Zougam como uno de los que pusieron las mochilas. Su presencia en dos vagones distintos permite a los investigadores aventurar la hipótesis de que Zougam colocó dos de las bombas que hicieron explosión el 11-M. Una fuente que asistió a esos reconocimientos aseguró a la cadena SER que habían sido "fantásticos".

La acusación contra Jamal Zougam cobra todavía más fuerza. Está imputado por pertenencia a organización terrorista, 190 asesinatos consumados y 1.400 tentativas de asesinato, cuatro delitos de estragos terroristas y sustracción de vehículo.

Huellas dactilares

En su declaración, Zougam rechazaba cualquier tipo de vinculación con Al Qaeda y con los atentados. Sin embargo, la policía obtuvo huellas suyas en la casa de Chinchón-Morata de Tajuña, donde se ensamblaron las bombas; su locutorio telefónico en Lavapiés (Jawal Mundo Telecom) compró la partida de los teléfonos móviles que actuaron como iniciadores de las bombas de los trenes de la muerte y su vinculación y amistad con los siete suicidas de Leganés, presuntos integrantes del comando islamista, es más que evidente.

La policía llegó a Zougam a través del teléfono móvil marca Trium, cuyo despertador debía servir para activar la bomba que no llegó a estallar en uno de los vagones del tren de la estación de El Pozo. Ese teléfono formaba parte de una partida que había sido vendido al locutorio de Zougam en una tienda de decomisos del barrio de Villaverde, regentada por dos ciudadanos indios. Las tarjetas de los teléfonos habían sido activadas el día anterior a los atentados desde la casa de Chinchón.

El seguimiento de las tarjetas y los números de identificación de los teléfonos (IMEI) llevó a los investigadores hasta Jamal Zougam, quien utilizaba como teléfono personal una tarjeta correlativa a las utilizadas en los atentados.

Zougam, no obstante, y a pesar de los indicios en su contra, ha rechazado repetidamente su participación en los atentados. Muchos testigos relatan su religiosidad y hasta su propio hermanastro Mohamed Chaoui reconocía que su hermano era muy radical y en su declaración se desmarcaba de sus actos.

Los nuevos testimonios aclaran bastante el panorama.

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