"Se va constituyendo así una dictadura del relativismo"
Durante la misa pro eligendo romano pontifice previa al cónclave, el pasado lunes, el todavía cardenal Joseph Ratzinger pronunció una homilía en la que expuso su posición netamente conservadora: apeló al inmovilismo, defendió la ortodoxia doctrinal y los dogmas, arremetió contra el individualismo, el colectivismo, el agnosticismo, el sincretismo religioso, y criticó con dureza las ideologías -marxismo y liberalismo- como "modas de pensamiento". Éste es un extracto del sermón de Ratzinger:
"Cuántos vientos de doctrina hemos conocido en estas últimas décadas, cuántas corrientes ideológicas, cuántas modas del pensamiento... La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos se ha encontrado con frecuencia vapuleada por estas olas, lanzada de un extremo a otro: del marxismo al liberalismo, hasta llegar al libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, y así sucesivamente".
"Todos los días nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que induce al error. Tener una fe clara, según el credo de la Iglesia, se etiqueta con frecuencia como fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, dejarse llevar aquí y allí por el viento de la doctrina, se considera como la única actitud a la altura de los tiempos actuales. Se va constituyendo así una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que considera como última medida sólo el propio yo y sus deseos".
(...) "Nosotros, por el contrario, tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el verdadero hombre. Es él la medida del verdadero humanismo. Adulta no es la fe que sigue las olas de la moda y la última novedad; adulta y madura es la fe profundamente arraigada en la amistad con Cristo. Y esta amistad que nos abre a todo lo que es bueno y nos proporciona el criterio para discernir entre verdadero y falso, entre engaño y verdad. Es esta fe adulta la que tenemos que madurar, y a esta fe es a la que debemos guiar a la grey de Cristo. Y es esta fe -sólo la fe- la que crea unidad y se realiza en la caridad. San Pablo nos ofrece a este respecto -en contraste con las continuas peripecias de los que son como niños vapuleados por las olas- una hermosa palabra: realizar la verdad en la caridad, como fórmula fundamental de la existencia cristiana. En Cristo, coinciden verdad y caridad. En la medida en que nos acercamos a Cristo, incluso en nuestra vida, verdad y caridad se funden. La caridad sin verdad sería ciega; la verdad sin caridad sería como 'un címbalo que repica".
(...) Tomemos ahora el Evangelio, de cuya riqueza quisiera extraer sólo dos pequeñas observaciones. El Señor nos dirige estas maravillosas palabras: 'Ya no os llamo siervos... sino que os he llamado amigos". Muchas veces sentimos ser -como es verdad- sólo siervos inútiles. Y, a pesar de todo, el Señor nos llama amigos, nos convierte en sus amigos, nos dona su amistad (...)".
Traducción de Valentina Valverde.
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