Vitriolo a la hora del té
"Estoy confuso con respecto a Inglaterra, fue toda una vida, insertada entre un antes y un después y en el fondo suficiente para todo". Con un inusual deje de vacilación para un autor tan afirmativo, y suavemente nostálgico, se muestra Elias Canetti ante los recuerdos de los años vividos en Inglaterra. Más de tres décadas habitó el autor de origen búlgaro en Londres, entre 1939, cuando en compañía de su mujer, la escritora Veza Canetti, decidió pasar allí el tránsito del exilio, hasta 1971, año en que un segundo matrimonio lo llevó a Zúrich, donde moriría en 1994. Fueron años de trabajo solitario -su gran ensayo Masa y poder tomó forma allí-, años de marginación -extranjero enemigo durante la guerra, escritor sin publicaciones después- y, a la vez, de plenitud vital, experimentados con la extraordinaria agudeza e intensidad de Canetti, como revela este documento excepcional.
FIESTA BAJO LAS BOMBAS. Los años ingleses
Elias Canetti. Traducción de Genoveva Dietrich
Galaxia Gutenberg / Círculo de lectores . Barcelona, 2005
268 páginas. 16,50 euros
Inusual no es sólo la postura dubitativa; también el tratamiento parcial e íntimo de la amplia galería de retratos de amigos, amantes y conocidos. Los políticos Enoch Powell y Douglas Jay, la poeta Kathleen Raine y la novelista Iris Murdoch, los pensadores Bertrand Russell y Herbert Read, el pintor Oskar Kokoschka o su traductora Veronica Wedgwood, todos están caracterizados con pasión y sin pelos en la lengua, y esto convierte Fiesta bajo las bombas en su libro más intestinal. Más bien de soslayo trasluce la situación difícil del escritor exiliado que vivía en circunstancias materiales muy precarias. Sin embargo, en capítulos como 'Nadie en Inglaterra' o 'El silencio del desprecio' y 'Vicio y virtud de las parties inglesas', hace balance de las humillaciones y delicadezas de una sociedad clasista: "El que no viene de ninguna parte, es decir, de ninguna parte de Inglaterra, no existe; a cambio se le trata con la mayor cortesía, tanto más exquisita cuanto menos se supone que representa el personaje".
Canetti no pretende ser ecuáni-
me -"no puedo ser mesurado, y menos con Inglaterra"- lo cual, si bien deja al descubierto calidades no siempre nobles, es muy refrescante. Su retrato de Eliot -para él símbolo de la decadencia de la literatura anglosajona en el XX- es soberbio: encendido y venenoso, pero a la vez atinado y veraz como una buena caricatura: "un libertino de la nada (...) de labios finos, de corazón frío, prematuramente viejo, tan indigno de Blake como de Goethe y como de toda lava, enfriado antes de calentarse, ni gato ni pájaro ni sapo, más bien topo, obediente a Dios". Las puntas satíricas sobre mentes destacadas y gente de la alta sociedad (entre ellos se reparte la vida social aquí reproducida), sobre el carácter inglés en general, que se le descubre a Canetti en el terreno frívolo de todo tipo de parties, son la sal del libro. Su propósito de recrear una serie de personajes para conformar con ellos una imagen de la Inglaterra de mediados del siglo XX, se cumple con holgura, a pesar de las dudas de Canetti: "A veces pronuncio la palabra, a veces digo Inglaterra y me siento como si hubiera mentido".
Ahora bien, Canetti tenía un
concepto muy claro de lo que consideraba apto para la publicación. El presente texto, evidentemente inacabado, que "se sustrae excepcionalmente de las severas instrucciones sobre su legado", como reza la contraportada, no está de ninguna manera a la altura de la obra publicada con su autorización. El severo orden y la claridad prístina habituales en ella, han dado lugar a un texto que a menudo parece un batiburrillo de flashes de recuerdos y fragmentos, un revoloteo de alusiones personales nebulosas. En vez de la formulación extremadamente cuidadosa propia de Canetti, se encuentran expresiones torpes y errores idiomáticos (que la eficaz traducción ha subsanado); en lugar de la ponderada estructuración, repeticiones e incoherencias argumentales. Poco importarán, sin embargo, esas imperfecciones al lector no canettiano, ya que la riqueza de personajes y anécdotas, la diversidad de puntos de vista y la profundidad de conocimiento con que se contrastan, están por encima de la mayoría de libros autobiográficos. En sutileza perceptiva, en vivacidad y garra intelectual, hay poco que pueda compararse a Fiesta bajo las bombas.
Una vida en 134 cajas
HASTA EL año 2024, dispuso Canetti, deben permanecer cerradas las 134 cajas que legó a la Biblioteca Central del Cantón de Zúrich, ciudad a la que se sentía especialmente vinculado por haber pasado allí los años más felices de su infancia y adolescencia. Contienen sus cuadernos escolares, cartas, notas, diarios escritos en clave, fotos y -además de papeles de su primera mujer, Veza- varios manuscritos de novelas. Ya en los años sesenta, Canetti mencionaba la existencia de dos novelas conclusas, continuación de su proyecto de una comédie humaine, iniciado con Auto de fe. Sin embargo, nunca quiso publicarlas. Cuadernos de Heampstead (1994), selección de sus apuntes de los años ingleses 19541971, fue el último manuscrito que Canetti entregó a su editor alemán, Michael Krüger. Johanna Canetti, hija única y heredera del escritor, ha autorizado últimamente una serie de compendios temáticos extraídos de los apuntes inéditos -Über die Tiere , 2002; Über den Tod , 2003; Über die Dichter , 2004-, aparte de la publicación de Party im Blitz, título original de Fiesta bajo las bombas. Canetti trabajó en su libro más indiscreto los dos años previos a su muerte, basándose en notas de la época y dictando buena parte del texto a su hija. Acaba de ser editado también Aufzeichnungen für Marie-Louise [apuntes para Marie-Louise], un cuaderno de los años cuarenta, dedicado a su amiga y amante, la pintora vienesa Marie-Louise Motesiczki. Con motivo del centenario, Hanser ha editado un magnífico álbum de fotos de Christian Wachinger, Elias Canetti. Bilder aus seinem Leben, y la primera biografía del premio Nobel, en la que el germanista Sven Hanuschek despliega, en 800 páginas, el destino desviado de un exiliado de tardío reconocimiento. C. D.
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