Avisos desde el Fondo
El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de lanzar, en su informe de primavera, una de esas advertencias catastrofistas, fundadas sin duda, pero unilaterales en cuanto a que parten de cuentas presentes o estáticas que se emiten periódicamente sobre la capacidad de las economías occidentales para sostener el conjunto de redes de protección -desempleo, sanidad, pensiones- que se conoce con el nombre de Estado de bienestar. En esta ocasión, el Fondo relaciona estrechamente las dificultades de sostenibilidad en el área del euro con la evidente desaceleración económica que están sufriendo las economías que lideran la UE (Francia y Alemania). Asegura la institución que, si bien se mantienen las expectativas de crecimiento de la economía mundial para 2005 en el 4,3%, resulta imperativo que Japón y Europa se sumen a Estados Unidos para impulsar el crecimiento mundial; y que con la tasa de crecimiento tendencial que registra la zona euro, Europa "no puede permitirse el Estado de bienestar".
El análisis es correcto. El crecimiento económico mundial depende en demasía de EE UU, y la recuperación de la UE y Japón se aplaza más de lo razonable. Este modelo de sostenimiento económico es muy débil, no sólo porque la aportación de Europa y Japón es necesaria; también porque el crecimiento estadounidense está fundado sobre dos déficit de proporciones astronómicas (presupuestario y exterior) y un dólar intencionadamente depreciado. Además, las amenazas evidentes que gravitan en el escenario mundial son el precio del petróleo y la tendencia al alza de los tipos de interés.
Ahora bien, el FMI debería precisar algo más sus argumentos. Es evidente que las redes de protección de los europeos necesitan reformas decididas para garantizar su supervivencia. Pero tienen más que ver con criterios de aportación y productividad que con problemas de crecimiento. Para reforzar las pensiones y los subsidios de desempleo es necesario aumentar el número de personas que trabajan -España, por ejemplo, tiene tasas muy bajas de actividad y empleo en relación con Europa, que, a su vez, pierde en la comparación con EE UU-, acrecentar la productividad de los empleados y alargar el periodo de actividad de los trabajadores, que equivale a reducir la pensión real. Son reformas complejas que requieren acuerdo social y, por tanto, muy distantes de los rápidos cálculos numéricos que, por otra parte, ya son conocidos y temidos.
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