Los socios políticos de Berlusconi exigen un giro radical del Gobierno
Fini quiere un programa renovado, y Follini, caras nuevas
La crisis del Gobierno italiano tras los malos resultados de las elecciones regionales seguía abierta anoche. Silvio Berlusconi se reunió con los jefes de los partidos coligados con Forza Italia, y tanto de Gianfranco Fini, ministro de Asuntos Exteriores y líder de la posfascista Alianza Nacional, como de Marco Follini, vicepresidente del Gobierno y líder de la Unión de los Demócratas Cristianos, escuchó las exigencias de cambio radical.
Fini y Follini insistieron en que la Administración del primer ministro Berlusconi estaba "quemada", vistos los pésimos resultados de las recientes elecciones regionales. El líder de la agrupación posfacista reclamó un programa nuevo. El dirigente democristiano, caras nuevas. Berlusconi, cuyo liderazgo no fue puesto en cuestión, escuchó sin anunciar ninguna decisión inmediata.
Los democristianos plantearon la necesidad de comenzar casi desde cero, para reconquistar la confianza de la mayoría de los italianos ante las elecciones del año próximo. Para Follini era necesaria una crisis de gobierno, que obligara al presidente de la República a encargar a Berlusconi la formación de un gabinete nuevo. El dirigente democristiano también se mostró partidario de interrumpir, o aguar, una reforma constitucional federalista que sólo recibía apoyos en el norte y suscitaba un gran rechazo en el centro y el sur del país.
Follini puso sobre la mesa una amenaza formal: si sus planteamientos no fueran aceptados, tanto él como los restantes ministros de la UDC abandonarían el Gobierno y se limitarían a ofrecer apoyo parlamentario, sin corresponsabilizarse de las decisiones gubernamentales.
El posfascista Gianfranco Fini afirmó, tras reunirse con Berlusconi, que el problema no se resolvía con la incorporación de algunos ministros nuevos. "Si Berlusconi quiere cambiar algún ministro, que lo haga, tiene carta blanca, porque las novedades que exige Alianza Nacional no se refieren a las personas, sino a los contenidos políticos", declaró.
Nueva política fiscal
Fini exigió una nueva política fiscal (la rebaja de impuestos había agrandado el agujero presupuestario sin estimular el crecimiento ni la confianza de los votantes), medidas a favor de las familias y de las regiones del sur y "un impulso a la competitividad de las empresas". A diferencia de Follini, no indicó qué medidas tomaría su partido si Berlusconi se empeñara en mantener el rumbo fijado por el eje Forza Italia-Liga Norte, núcleo duro de su Administración.
El resultado del enfrentamiento aparecía incierto. Silvio Berlusconi quería ganar tiempo (la venta de una porción del grupo televisivo Mediaset le había dado un respiro) y, en cualquier caso, descargar sobre sus aliados toda la responsabilidad de una posible caída del Gobierno. Era consciente de que, por el momento, sólo el podía garantizar la unidad del centroderecha. Y estaba convencido de que cuando llegaran las elecciones generales y los votantes tuvieran que elegir entre él y Romano Prodi, líder del centroizquierda, recuperaría muchos de los sufragios perdidos en las regionales del 4 de abril.
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