Berlusconi vende parte de su imperio mediático para intentar frenar la crisis
La derrota en las elecciones regionales agrava la división en el Gobierno italiano
La hecatombe en las elecciones regionales ha desatado el pánico en el Gobierno italiano de Silvio Berlusconi y ha extendido la sensación de que la derrota en las generales de 2006 está asegurada, por la impopularidad del líder y de la reforma constitucional federalista. Para hacer frente a las propuestas de sus aliados, que van desde el suicidio político rápido (elecciones anticipadas) al lento (cambio total del Gabinete), Berlusconi ha anunciado la venta del 16,8% de las acciones del imperio televisivo Mediaset (propietario de la española Tele 5), con lo que controlaría el 35% del total.
Se trata de un movimiento estratégico, dirigido a reducir la presión del "conflicto de intereses" entre empresa y Gobierno y a mostrarse como un líder dispuesto a mejorar y sin intenciones de renunciar al poder.
La venta de un pedazo de Mediaset, que engrosará la liquidez del político más rico de Europa (Berlusconi podría embolsarse hasta 2.000 millones de euros), se preparaba desde hacía tiempo y tiene sentido desde un punto de vista empresarial. Abre puertas a la familia Berlusconi hacia otras inversiones, como Telecom Italia, y no reduce su poder en el holding televisivo, ya que no supone una pérdida del control: con un 35%, los Berlusconi seguirán disponiendo del mayor paquete de acciones.
Romano Prodi y el conjunto de la oposición restaron relevancia a la operación. "Berlusconi sigue siendo el propietario y no se resuelve en absoluto el conflicto de intereses", dijo Prodi. Il Cavaliere mantendrá, en efecto, la triple condición de presidente del Gobierno, dueño del monopolio de la televisión privada y dueño del club de fútbol más importante, el Milan. Pero el paso atrás en Mediaset demuestra hasta qué punto está dispuesto a hacer lo que sea para seguir en el poder.
Todos los vientos soplan en contra de Berlusconi. Las finanzas públicas están fuera de control; los anuncios y contraanuncios sobre una retirada de Irak han sido acogidos con indiferencia, y los aliados empiezan a afilar los puñales de la traición. El desastre de las regionales ha creado una avalancha de pesimismo, quizá exagerado, y casi toda la prensa (la de Berlusconi, no) pronostica un desplome del Gobierno a medio plazo.
Caras nuevas
Berlusconi, sin embargo, no está dispuesto a rendirse. Su plan, expuesto el martes al presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, consiste en renovar su imagen, introducir caras nuevas en el Gabinete y afrontar todo un año de campaña electoral rabiosa, aun al precio de dejar en segundo término las tareas de gobierno. Los resultados de las regionales han sido un mazazo, pero Berlusconi sigue confiando en su carisma y en el temor a la izquierda de buena parte del electorado para salir con bien de las generales de 2006. Adelantar las elecciones a junio u octubre de este año le parece un suicidio.
Las elecciones anticipadas tienen, en efecto, todo el aspecto de un suicidio político. La coalición conservadora perdió dos millones de votos en los comicios del 3 y el 4 de abril y Forza Italia sólo obtuvo la victoria en dos regiones del norte, Véneto y Lombardía. La clave está ahí. Los italianos del sur y del centro se han expresado con claridad contra la reforma constitucional federalista, por temor a verse perjudicados frente al norte rico. Y en el sur y el centro están las bases electorales de Alianza Nacional y de los democristianos de UDC. De ahí que ambas formaciones se distanciaran de inmediato del federalismo y propusieran elecciones: prefieren el suicidio honorable, es decir, pasar a la oposición con una minoría solvente y sin que se apruebe la reforma, a sufrir una masacre en 2006.
El único apoyo incondicional que le queda a Berlusconi es la Liga Norte, cuyo programa político, al margen de adornos xenófobos, tiene como punto único el federalismo. El presidente del Gobierno se reunirá hoy con los líderes de su coalición, Gianfranco Fini (Alianza Nacional), Marco Follini (UDC) y Umberto Bossi (Liga Norte) para conciliar lo irreconciliable, federalismo y antifederalismo, y analizar las posibilidades de resurrección.
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