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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El árbol de las zanahorias

Aún existen niños que si se les pregunta de dónde sale la leche contestan que del supermercado y si se les hace dibujar un pollo lo representan al ast. En Can Cadena juegan con los escolares invitándoles a buscar el árbol de las zanahorias. Algunos pican. Can Cadena es un gran huerto para que los jubilados cultiven la tierra. Cada hortelano tiene una parte bien definida y planta lo que quiere. Los beneficios se los queda él. Els horts urbans es un proyecto del Ayuntamiento de Barcelona que pretende recuperar un espacio urbano para el uso público. La tierra es de su propiedad y la deja prestada durante cinco años; a cambio, ellos tendrán que respetar algunas normas, por ejemplo no emplear ningún tipo de pesticida o abono que dañe la tierra. Todo es natural y, aunque parezca mentira, funciona.

180 jubilados cultivan las parcelas de terreno durante cinco años, a cambio de no emplear pesticidas o abonos que dañen la tierra

Durante muchos años he intentado que un geranio rojo se mantuviera firme en el balcón de mi casa, pero las diferentes plagas que andan volando por la ciudad han impedido que prosperara y tras infaustos intentos he acabado tirando el geranio a la basura (de desechos orgánicos, claro). Por eso, cuando vi el montaje de Can Cadena, con sus lozanas coles, sus brillantes lechugas y sus cerezos en flor, me pareció que era obra del demonio, que un pimiento no podía llegar a buen fin entre bloques de pisos y calles y avenidas llenas de coches. Pues sí. ¿Por qué mi geranio no duraba ni tres días colgado en un balcón de Ciutat Vella y las zanahorias de Can Cadena despuntaban tiernas y lozanas? Eso es lo que fui a averiguar.

Can Cadena está situado en pleno barrio de la Verneda, nombre que, por cierto, viene de vern -en castellano aliso-, el árbol de ribera que a Gil de Biedma le devuelve los recuerdos de su infancia "en un pequeño rincón en el mapa de España". No sé si queda algún aliso en el barrio, porque supongo que los riachuelos que corrían por estas tierras se los ha tragado el cemento de los edificios; lo que sí queda es el magnífico parque de Sant Martí, camuflado entre un bosque de rascacielos. Allí se encuentra la iglesia de Sant Martí de Provençals, una pequeña joya románica situada entre tres masías que aún se conservan intactas: Can Planes, Can Arnó y Can Cadena, las tres recuperadas para el barrio.

Pep Ordóñez es el responsable técnico de Els horts urbans de Barcelona. Lo encontraréis yendo y viniendo de esos huertos, y no da abasto porque cada día surge algún problema y tiene que desplazarse de una punta a otra de la ciudad, pero reconoce que es feliz. Y además se le nota. El primer huerto urbano apareció en Gràcia en el año 1985 y fue una iniciativa de los abuelos del barrio. Ahora funcionan cinco controlados por Parques y Jardines, con 180 jubilados trabajando, aunque está previsto que dentro de un año se abran otros cinco. El más grande es el de Can Mestre, en la Zona Franca.

Entrar en Can Cadena es como retroceder en el tiempo. La masía, del siglo XVIII, se sitúa en el antiguo camino de Valencia y era un sitio de parada y fonda. Ahora se utiliza como caseta de las herramientas y para que los jubilados puedan cambiarse. Al lado hay una balsa y un pozo, y las 16 parcelas de los hortelanos, que plantan zanahorias, ajos, cebollas, habas... Está tan bien cuidado que parece un jardín japonés. Pep me presenta al encargado, Miquel Trillas, que además de jardinero es el que controla que todo se haga bien. "A veces tenemos problemas porque no todos aceptan trabajar la tierra sin trampa ni cartón y al final ellos mismos se van", comenta Pep. También me presenta a dos de los hortelanos que en aquel momento han hecho una parada en el trabajo y desayunan en una mesa con bancos que les ha montado Pep. "Aquí somos felices", comenta uno de ellos. "Si de nosotros dependiera, estaríamos aquí todo el día". "Y hasta por la noche", añade el otro. Pero el horario es de nueve a dos y pasados los cinco años tienen que ceder el puesto a otro jubilado, o jubilada, porque se han apuntado algunas mujeres.

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En Can Cadena también cuidan gallinas, patos y corderos, que son la atracción de los escolares que van a menudo a visitar el huerto. Ahora están construyendo un palomar de madera. Esta mañana lluviosa ha aparecido un grupo de niños de preescolar cogidos de una cuerda. Los sientan en corro y sueltan a cuatro gallinas y los niños les tiran hojas de lechuga. Y no sé quién es más feliz.

Pep me enseña unas acelgas preciosas que crecen al lado de diferentes hierbas. "Eso son lo que llamamos plantas amigas: el crisantemo, el tejete, la caléndula, la coronilla... Sirven para atraer insectos y que dejen en paz lo que nos interesa". Empiezo a comprender. Luego me muestra un espacio de tierra llena de agujeros. "Aquí vienen las babosas, los caracoles, los gusanos, y así no se comen las lechugas que hay al lado". Bajo los cerezos hay un manto de capuchina que atrae el pulgón y junto a las habas han plantado hierbas aromáticas. Todo tiene un sentido, incluso construir una pequeña balsa para atraer a las libélulas o sembrar habas donde había flores -o al revés- para renovar la tierra. Ahora entiendo que mi geranio era un poder de atracción para todo bicho viviente. Lo que me faltaba al lado era la lechuga.

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