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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Panorama de Blair desde Europa

Joaquín Estefanía

¿QUÉ FUE DEL nuevo laborismo y de aquella tercera vía con la que Blair ganó en 1997? Cuando se va a enfrentar al reto de que un líder laborista venza por primera vez en la historia del Reino Unido tres veces consecutivas, nadie se acuerda de aquellos conceptos. En los textos iniciales de Blair y de su ideólogo, Anthony Giddens, sobre la tercera vía se hablaba de introducir las prioridades éticas en la política exterior, junto a la razón de Estado. Triste recordatorio en unos comicios que se celebrarán dentro de un mes escaso, en los que una parte de los electores tradicionales del laborismo castigarán a su partido por las continuas manipulaciones informativas del primer ministro en la guerra de Irak: la mentira de Estado como arma política.

Las elecciones británicas se van a celebrar en un contexto económico que en comparación con el europeo es muy optimista: crecimiento por encima del 3%, baja inflación, pleno empleo y una pujante demanda interna

Hay una cierta analogía en el modo con el que Blair se enfrenta a los comicios británicos y el de Aznar en los españoles hace un año: presentan, al mismo tiempo, un buen balance económico y una desastrosa relación con su opinión pública. Además, los dos fueron los protagonistas secundarios de la triste foto de las Azores, en la que se decidió la invasión de Irak al margen de las instituciones multilaterales. Blair, como Aznar, intentará centrar la campaña en la coyuntura económica, mientras que el conservador Michael Howard quiere golpear con el cartel tradicional de la derecha de "ley y orden" (inmigración e inseguridad ciudadana). El tercer partido, el Liberal Demócrata, de Charles Kennedy -que poco tiene que hacer en el sistema mayoritario británico-, intentará atraer las simpatías del ala más de izquierdas de los laboristas, con su recordatorio de los abusos y engaños de la invasión iraquí.

Uno de los místicos españoles dijo aquello de que si se contemplaba era un pecador, pero que si se comparaba era un santo. Eso es lo que ocurre con la situación económica de Gran Bretaña. Blair se presenta con un crecimiento del PIB del 3,1% en 2004 (frente al anémico 1,6% del eurogrupo) y con unas perspectivas entre el 3% y el 3,5% para el presente ejercicio, con una pujante demanda interna que ha aumentado un 4%, una inflación del 2% y con pleno empleo en sentido estricto, ya que la tasa de paro no llega al 3%, la menor desde el año 1975, cuando finalizaba la edad de oro del capitalismo.

Las mayores dificultades las tiene en los problemas estructurales: la situación de los servicios públicos, la sanidad y la educación no han mejorado todo lo que habían prometido los laboristas, en una legislatura en que han subido las tasas universitarias y se ha introducido la gestión privada en los hospitales públicos. Además, entre las señas de identidad clásicas de los laboristas, queda por resolver el futuro del sistema de pensiones, que cuenta, en estos momentos, con un desfase anual cercano a los 84.000 millones de euros. Blair creó una comisión ad hoc para las pensiones, que planteó cuatro soluciones: aumentar los impuestos o reducir el gasto público; retrasar la edad de jubilación; incrementar el ahorro privado, o admitir que los jubilados del futuro cobrarán pensiones inferiores a sus salarios y dependerán, en parte, de sus familias para subsistir. Los distintos grados en que se mezclen estas soluciones estarán en relación con la ideología del Gobierno que se forme a partir del próximo 5 de marzo.

Por último, y seguramente lo más importante para el futuro de la Unión Europea: Gran Bretaña tiene pendiente dos grandes decisiones, cuyo resultado la anclará más o menos en el futuro de la Europa ampliada: sigue poseyendo moneda propia, la libra esterlina -lo que muchos ciudadanos británicos identifican con su nivel de bienestar- y ha de resolver por referéndum su adhesión al Tratado constitucional que en estos momentos convulsiona primero a Francia y luego al resto de la Unión. El euroescepticismo de los tories es más notable que el de los laboristas, y, dentro de éstos, las posiciones no serán las mismas si el líder es Blair que si lo es su actual ministro del Tesoro, Gordon Brown, que sigue aguardando su oportunidad.

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