Cuba: celdas tapiadas
En este año como en los anteriores, entran en juego las presiones de uno u otro signo al aproximarse el día del voto de la Comisión de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en Cuba. Esta vez Granma, el diario oficial del régimen, anuncia con satisfacción que más de cuatrocientos intelectuales españoles han firmado un manifiesto dirigido a las autoridades internacionales con el fin de evitar una nueva condena, que a juicio de los firmantes tendría lugar al dictado de Estados Unidos.
Por lo que toca a esta última advertencia, nada hay que objetar si de lo que se trata es de ampliar el número y la condición de los condenados como infractores. Una violación de los derechos del hombre lo es tanto si la comete una dictadura militar como un régimen democrático. Así, el trato dado a los islamistas en Guantánamo o la aplicación de la pena de muerte serían los dos ejemplos más claros por lo que se refiere a Estados Unidos. En la situación actual, tal denuncia es imprescindible. Ahora bien, una nueva mancha no lava la anterior. De ahí que la acusación a Bush resulte compatible con el reconocimiento de que la violación sistemática de los derechos humanos constituye desde hace décadas en general, y desde 2003 en particular, la clave de bóveda de la dictadura ejercida por Fidel Castro.
Nuestros intelectuales amigos de la dictadura debieran reflexionar acerca de las informaciones ofrecidas, no por el Departamento de Estado, sino por Amnistía Internacional con fecha 18 de marzo de 2005, a dos años de la gran redada de demócratas ordenada por Castro. Lo que para el Gobierno de La Habana eran actividades contrarrevolucionarias al servicio de una potencia extranjera, son a juicio de Amnistía Internacional "un ejercicio legítimo de las libertades de expresión, reunión y asociación". En Cuba no existen garantías democráticas, ni un mínimo respeto de los derechos individuales, lo cual es congruente con el hecho de que su Gobierno no haya ratificado siquiera el Acuerdo Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos. Estamos ante una dictadura implacable, que persigue cualquier actividad de oposición, castigándola con "la prisión, la pérdida de empleo, el acoso o la intimidación".
A continuación, el informe de Amnistía Internacional enumera la cascada de violaciones que afectan al procedimiento penal, girando en torno al artículo 91 del Código Penal y a la célebre Ley 88, así como a las condiciones de detención. Tenemos en lo primero tribunales que dependen estrictamente del Gobierno, defensores que tienen acceso a los sumarios cinco minutos antes de iniciarse el proceso, en un marco también de dependencia política de la profesión. En suma, "Amnistía Internacional cree que los cargos están motivados políticamente y son desproporcionados respecto de los delitos aducidos". Luego, en la cárcel, se registran dificultades de comunicación, asistencia médica insuficiente, malos tratos, y castigos inhumanos tales como las llamadas "celdas tapiadas", de dos metros por uno, sin luz ni sanitarios. Un paraíso de los derechos humanos, ¿verdad compañeros?
Resulta particularmente doloroso que como firmante del manifiesto, según Granma, destaque Rosa Regás, directora de nuestra Biblioteca Nacional, lugar de especial relevancia simbólica de cara a la exposición y defensa de una serie de valores, ante todo de la libertad de expresión. Se repite la historia de aquel intelectual con cargo que bajo el Gobierno de Aznar encabezó una manifestación favorable a la política israelí: el puesto implica a la institución. Y es triste que desde la dirección de la Biblioteca Nacional sea pasada por alto la supresión a ultranza de la libertad de pensamiento en la Isla. También resulta inexplicable que Regás desconozca la destrucción sistemática y la reclusión del material superviviente en infiernos, llevada a cabo por orden del Gobierno castrista en las bibliotecas cubanas, empezando por la Nacional José Martí, con el fin de erradicar para siempre la memoria de una opinión democrática anterior a 1959. Por su pasado y su posición Rosa Regás debiera saber que no sólo existieron o existen fascismos de derecha. Hubo, y por desgracia, hay todavía fascismos rojos, propensos como aquellos a aplastar los derechos humanos.
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