Ideología de las grandes lenguas
Teoría y práctica del español, en dos libros. Lodares reivindica la universalidad del castellano frente a indigenismos y nacionalismos, Millán ofrece una guía útil para el idioma.
En El porvenir del español Juan Ramón Lodares aventura que el español, en un futuro ideal, continuará ocupando una posición relevante entre las grandes lenguas internacionales. Eso sí, siempre y cuando mejore su imagen, combata algunas amenazas ideológicas y haga frente a retos económicos, culturales y políticos. Vayamos por partes. El porvenir del español es un texto fisiocrático, aunque a medias. Lodares, del mismo modo que los fisiócratas defendían que la riqueza proviene de los recursos naturales de cada país, sostiene que la lengua española es "nuestro petróleo", y denuncia la infraexplotación de este bien por sus legítimos propietarios (los países hispanos), mientras otros ganan dinero a espuertas con esta materia prima.
EL PORVENIR DEL ESPAÑOL
Juan Ramón Lodares
Taurus. Madrid, 2005
254 páginas. 17 euros
PERDÓN, IMPOSIBLE
José Antonio Millán
RBA. Barcelona, 2005
176 páginas. 14 euros
Pero, al contrario que los fisiócratas, opuestos a cualquier mediación que altere el orden natural de las cosas (eran librecambistas), Lodares es partidario de la intervención política para promocionar, afianzar y proteger la presencia del español en el mundo. Esta tensión entre considerar la riqueza algo natural y casi "universal", y la necesidad de defenderla, alienta en todo el libro. Así, una de las intervenciones más necesarias para Lodares consistiría en poner coto a los dos grandes impedimentos que amenazan el futuro ideal de nuestra lengua: el indigenismo y el nacionalismo. Frente a estos dos movimientos, el autor defiende el internacionalismo lingüístico, al que define como "la ideología de las grandes lenguas". Esta ideología sería deudora del universalismo de la Ilustración, y en el caso concreto de las lenguas vendría amparada por la realidad que vivimos, ya que cada vez se hablan menos lenguas y las comunidades idiomáticas son más grandes. Visto esto, y puesto que el español es una de las lenguas más habladas en el mundo, las amenazas del indigenismo y de los nacionalismos no parecen tan graves.
El porvenir del español recuerda cómo estos dos movimientos, tanto el indigenismo americano como los nacionalismos periféricos españoles, han denunciado la imposición del español y han clamado que "hay que reparar este hecho". Por un lado, Lodares niega esta imposición recordando que fueron las revoluciones independentistas americanas las que favorecieron la expansión del español por el continente. Por otro, resume el proceso de normalización lingüística, especialmente los casos del euskera y del catalán, y cómo ha llevado al favorecimiento social y laboral de los hablantes de esas lenguas frente a los que sólo hablan español.
Con respecto a lo primero, lo cierto es que nuestra lengua se impuso tanto a las lenguas amerindias como a las otras lenguas que se hablaban en España. Si en América fueron los criollos o los independentistas; si en España todo comenzó con los decretos de nueva planta, si se debió a los constitucionalistas de 1812 o, durante la II República, a los socialistas; o incluso si no hubo un agente claro, más allá de las energías sociales y las necesidades comunicativas, es decir, de la violencia intrínseca del lenguaje; ésta es cuestión aparte. Otra cosa es la valoración que se haga de este hecho y los usos que se le den. A este respecto Lodares denuncia, por un lado, la imagen negativa que se proyecta de esta realidad, convirtiendo al español en lengua imperial, y, por el otro, la victimización y el aprovechamiento revanchista a que ha dado lugar.
El problema profundo al que asistimos en El porvenir del español reside en el intento de legitimación de lo particular desde posturas universalistas. La española no es una lengua universal porque la hable más gente. Es, simplemente, una lengua más hablada. Son categorías diferentes. Al final el libro recomienda que para llegar a esa posición de afianzamiento internacional en el futuro, el español se desprenda de las imágenes de pobreza y de exotismo con las que se asocia. Si el problema de la colonización cultural que supone la exotización de lo español, y de nuestra lengua, no es baladí, el de la pobreza en Hispanoamérica supera todo lo ponderable. En resumidas cuentas, un ensayo que no dejará indiferentes a quienes se interesan por nuestra lengua y su futuro.
Perdón, imposible, de José Antonio Millán, lleva por subtítulo Guía para una puntuación más rica y consciente. El libro es un manual breve y de lo más ameno, dirigido a cualquiera que esté interesado en mejorar su expresión escrita o que, simplemente, quiera tener una obra de consulta donde se explica cómo y cuándo deben usarse los signos de puntuación, los de entonación, los espacios, las sangrías y otras convenciones de la escritura. Para ello, Millán ha dedicado un capítulo a cada uno de los signos y de las convenciones. En algunos explica los orígenes de los signos o la etimología de su nombre y, a continuación, da cuenta de las principales funciones para las que se usan y las ilustra con ejemplos.
Entre los muchos aciertos de esta guía está el que no se limita a los ejemplos literarios, sino que los entresaca de todo tipo de fuentes, incluyendo las circunstancias más comunes en las que nos topamos con la lengua escrita: mensajes de correo electrónico, una décima (poema), manuales de instrucciones, recetarios de cocina, pintadas callejeras e insultos de portal. Por si fueran pocos los aciertos, Millán también ha puesto al alcance de los lectores un sitio en la red (perdonimposible.com), donde los internautas podrán encontrar materiales complementarios, concursos y algunas notas adicionales. Cada uno en su estilo, dos libros muy recomendables.
El lingüista Juan Ramón Lodares (Madrid, 1959) falleció el pasado lunes en un accidente de tráfico.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.