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EL FIN DE UN PAPADO | El funeral

Gran despliegue policial para proteger a los mandatarios

El funeral por el Papa reúne hoy a enemigos acérrimos, como el presidente de EE UU y el líder de Irán. Pero la diplomacia vaticana velará para que estén en sitios distantes. La concentración de personalidades ha obligado a un despliegue de seguridad nunca visto, con 15.000 policías y soldados controlando la ciudad, cerrada a los automóviles desde esta mañana.

En medio de las sirenas que anunciaban anoche la llegada de nuevas delegaciones desde los aeropuertos civiles de Fiumicino y Ciampino, y desde la base militar de Pratica di Mare, Roma mantenía una extraña calma. Acostumbrados a las movilizaciones, unas veces organizadas por el Vaticano, otras por las autoridades civiles, los romanos no temen al caos. Las situaciones límite son su fuerte.

Los únicos incidentes que se han producido hasta ahora son pequeños roces diplomáticos. El primero con China, un país con el que no ha sido posible, pese a los desvelos del Papa difunto, establecer buenas relaciones. Uno de los motivos es que la Santa Sede reconoce a Taiwan, de donde llegó anoche el presidente, Chen Shui-biam. Italia está obligada, por los Pactos de Letrán, suscritos con el Vaticano, a permitir la entrada al país a las autoridades que se dirigen a la Santa Sede. No habrá representante, por tanto, de Pekín.

Entre los presidentes europeos estarán el francés, Jacques Chirac; el alemán Horst Koehler, acompañado de Gerhard Schröder; el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, y el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. Ninguna delegación, salvo la italiana, supera los cinco miembros. Entre los asistentes hay responsables políticos de más de una treintena de países: el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva; el de México, Vicente Fox, y un largo etcétera de latinoamericanos, con algunas excepciones. Néstor Kirchner ha preferido quedarse en la Casa Rosada y enviar en su lugar al vicepresidente argentino, Daniel Scioli. Kofi Annan, secretario general de la ONU, ocupará un asiento no lejos de Abu Musa, secretario general de la Liga Árabe.

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