Una tumba en la cripta del Vaticano
Juan Pablo II será enterrado en las grutas vaticanas, bajo la basílica de San Pedro, como es práctica común con los papas que no disponen nada al respecto en su testamento.
El todavía portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, dijo ayer que el Pontífice fallecido no había especificado nada sobre el lugar donde deberían reposar sus restos. Puede ocupar la sepultura dejada libre por los restos de Juan XXIII cuando, al ser declarado beato en 2000 por Wojtyla, fueron inhumados bajo un altar de la basílica.
No habrá, pues, tren recorriendo Europa con el cadáver hasta llegar a Cracovia, como proponían algunos católicos polacos.
Ni, como pretendían en "última instancia y como premio de consolación" los más devotos de sus connacionales, se sacaría el corazón de Karol Wojtyla para enterrarlo en esa ciudad tan amada por él, donde dijo su primera misa y desde donde salió cardenal para volver Papa.
Algunos miembros del entorno polaco del Papa han manifestado que Wojtyla nunca se planteó ser enterrado en su patria, lo que significaría, de hecho, el deseo de Juan Pablo II de recibir sepultura junto a sus predecesores.
Si es usanza que ningún Papa quiera dormir en el lecho de su antecesor, por lo que las camas vienen sustituidas, nada está estipulado sobre la ocupación de las tumbas.
De ser finalmente sepultado, como parece probable, en la tumba de Juan XXIII -también se ha hablado de la capilla de la Virgen de Czestochowa-, el Papa polaco estaría en un sitio de honor, una capilla amplia, cerca del otro Pontífice del que, siguiendo a su breve antecesor, Juan Pablo I, tomó el nombre: Pablo VI.
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