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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Si Francia dice 'no'

El 'no' se ha puesto a crecer de una forma alarmante en las encuestas francesas sobre el referéndum de la Constitución europea y ya supera al . Aunque aún queda recorrido hasta la cita del 29 de mayo, los defensores del se han empezado a movilizar seriamente. Un electorado tan volátil se puede mover en un sentido u otro, por lo que la perspectiva es harto preocupante. Un no francés mataría la Constitución de inmediato, llevando a la UE a una profunda crisis. No es lo mismo que un rechazo británico (que podría llevar a la salida del Reino Unido de la UE), o danés, que tendría otras soluciones. Sin Francia, la UE no podría avanzar, ni siquiera a varias velocidades, pues el electorado habría rechazado una mayor integración entre todos o entre unos pocos.

Los franceses tienen el hábito de protestar en las urnas contra el Gobierno del momento. Pero hay un malestar más profundo. En 1992, el Tratado de Maastricht, base de la moneda única, estuvo a punto de zozobrar en Francia en un referéndum ganado por los pelos, por 1,1 puntos, lo que generó un europesimismo generalizado en la UE. Entonces se atribuyó el rechazo a la crisis de identidad francesa ante una Alemania unida en una Europa en la que había terminado la división de la guerra fría. Ahora, el crecimiento del no refleja también los temores ante la globalización, la inmigración y ante una Unión ampliada sin límites. El rechazo de la opinión pública a un eventual ingreso de Turquía ha llevado a incluir en la Constitución francesa la obligatoriedad de plebiscitos sobre futuras ampliaciones.

En una coyuntura tan delicada, la Comisión Europea presidida por José Manuel Durão Barroso no podía haber hecho gala de menor tacto al presentar la famosa Directiva Bolkestein sobre liberalización del mercado de servicios en la UE, que, de aplicarse tal cual, consagraría el dumping social por parte de los países con menores rentas en los que gozan de mayor protección. La revuelta que ha causado en la conservadora Francia ha sido total. Barroso debería dar cuentas de este gesto que puede echar a pique la Constitución europea en París, aunque la directiva no tenga nada que ver con ella. Seguramente Blair y Bush le estarían agradecidos por este servicio, y por ello el Gobierno francés ha preferido apartarle de la televisión pública.

Chirac ha conseguido que se aplace la Directiva Bolkestein y que se flexibilice el Pacto de Estabilidad de la moneda única. Pero no bastará para acallar los temores franceses. En todo caso, el triunfo del no el 29 de mayo socavaría la autoridad del actual presidente de la República, pero también la del líder socialista, François Hollande, ferviente europeísta. Hollande logró que su partido aprobara en referéndum interno apoyar la Constitución europea, contra el reticente Fabius desde el ala derecha, y otros dirigentes desde la izquierda de un partido que no se ha recuperado del desastre en las últimas presidenciales. Es decir, que la derrota en Francia de la euroconstitución tendría graves consecuencias para la política interna, pues la oposición a ese texto atraviesa todos los partidos, salvo uno, el Frente Nacional de Le Pen, unido en su rechazo.

Para España también tendría impacto, pues el proyecto exterior de Zapatero está muy ligado a la entrada en vigor de esta Constitución europea, a la que los españoles dijeron claramente en febrero. No es de extrañar que vaya a hacer campaña en el país vecino, porque el voto afirmativo francés sería un triunfo para todos los que apuestan por una Europa fuerte.

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