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Vida de 'reyes'

Vinieron con sus madres. Trabajan, estudian y también engrosan las cifras de la población carcelaria. En los parques y las pistas de baile se encuentran con su grupo. Unos son 'reyes' de origen y otros se han coronado aquí. Se rigen por su propia ley y defienden a muerte su forma de vida.

Es 14 de febrero. Los cerca de cien jóvenes reunidos a las afueras de un pueblo de la sierra madrileña no celebran San Valentín. No hay enamorados, ni santos de por medio. Han venido desde distintos puntos de Madrid y Barcelona para festejar el quinto aniversario de la fundación de los Latin Kings en España. De edades comprendidas entre los 14 y los 25 años, la amplia mayoría es de origen ecuatoriano, aunque también los hay de otras nacionalidades suramericanas. Algunos ya forman parte de la organización, son los llamados reyes y reinas; otros, los fases, todavía están a prueba. Hablan con nombres supuestos para preservar su identidad, ya que algunos son menores y otros andan a vueltas con la justicia. "Somos una nación con nuestras leyes. Luchamos contra la discriminación y la opresión policial". Manuel, que renegaba de las pandillas en su Ecuador natal -"andaban todo el día por las calles y robaban a la gente porque sí"-, quiere marcar la diferencia que le acercó a los Latin Kings tras su llegada a España.

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La nación King

Cada 200 metros del camino de tierra se encuentra apostado un joven vigilante. Frío intenso, a pesar del sol de la mañana. En el centro de la reunión abundan las gafas de sol, los móviles de último diseño colgando del cuello, los pantalones anchos y caídos -los baggy pants que pusieron de moda los tipos duros del Bronx, acostumbrados a no llevar correa tras su paso por las cárceles y que hoy causan furor-, los plumíferos con bordes de pelo y capuchas caladas, las gorras con largas viseras y alguna media tapando la cabellera. No llamarse a engaño. "No todos los hip-hoperos son latins. La ropa no hace a nadie; si te la quitas, somos los mismos", explica Cristóbal, de 23 años, un rey curtido en Guayaquil, nieto de un policía. Uno de sus hermanitos, Manuel, ha optado por interpretarse en su versión de "paisano español": pantalón de pana, botas, jersey, zamarra y gorra de paño. "Ya no vestimos con nuestros colores negro y oro. La policía nos tiene fichados".

La pertenencia a estas organizaciones no constituye delito, pero las detenciones a sus miembros aumentan. "Nos detienen por cosas que no son. Te quieren encerrar por ser un latin king", explica Cristóbal. A los 41 arrestos efectuados en 2004 en Madrid han venido a sumarse 13 más en lo que va de año, estos últimos relacionados con la muerte de un latin king el pasado noviembre en Carabanchel a manos de un miembro de la banda rival, los Ñetas, integrada también por una mayoría ecuatoriana. Cristóbal aclara el origen de las peleas: "Vienen de atrás, de Ecuador. No hay otro motivo. En Nueva York, sin embargo, los Ñetas y los Latin Kings se tratan de primos. Si tenemos problemas es porque no se han podido evitar. Antes ha pasado algo y tu familia sale a defenderte".

Glenn ya ha conocido las cárceles españolas. En un viaje a la costa se vio envuelto en una pelea, ajena a las bandas, a la salida de una discoteca. La estancia de un fin de semana se prolongó 12 meses. Sin embargo, no se plantea salirse de la nación: "Si eres rey, mueres rey". Él entró a formar parte de la organización antes de llegar a España. "Vengo de Guayaquil. Allá no podías dormir, era puro balear toda la noche. Hay pandillas en cada esquina y te matan por cualquier cosa. En mi casa me enseñaron cosas buenas, mi padre es evangelista; pero en un ambiente así es muy difícil. Entré en la nación para ser bien, y por eso sigo aquí y creo en ella. Esto es una familia, y aunque siempre hay alguien que se equivoca, por eso no me voy a ir". Glenn no quería dejar su país, pero el embarazo de su novia, que hoy vive en Barcelona con su hijo, le decidió a "buscar un porvenir en España". Pronto encontró trabajo en una tienda de deportes. "No me hicieron papeles, pero el lugar me gustaba". Tiene novia española y proyectos de arreglar su situación legal. "Quiero tomarme las cosas con calma. No quiero volver a la cárcel. La nación lo entiende, también quiere lo mejor para mí".

Desde septiembre de 2004, en Madrid un grupo policial dedicado específicamente a las bandas urbanas sigue los pasos a los Latin. En Barcelona les vigilan de cerca los Mossos de Escuadra. El estudio de su financiación, estructura y actividades les lleva a concluir que sus delitos son agresiones entre los miembros o contra rivales; amenazas y coacciones; robos ordinarios con intimidación, en los que no actúan como banda organizada, y desaparición de menores del domicilio familiar, sobre todo chicas. "Se fugan de sus casas y luego resulta que se han ido con las bandas", explican. Ni tráfico de armas, ni tráfico de drogas, ni delitos de prostitución.

Uno a uno se saludan de acuerdo con su rango. En silencio alzan las manos en forma de corona de cinco puntas, entrelazan los brazos y tocan el corazón del contrario con el puño cerrado. Después llega el abrazo y la sonrisa: "¿Qué hubo, hermano?". Al llegar y al despedirse repiten las mismas señas, en los parques, esquinas, bares de salsa o casas donde se reúnen.

Dicen que es muy fácil entrar y muy difícil salir. No hay un tiempo establecido para convertirse en rey, y antes de hacerlo el candidato tiene luz verde para abandonar. "No se trata del tiempo que lleves, sino de lo que demuestres. Tienes que entablar relación con los hermanitos para quererlos de verdad. Hacemos concursos que premian al que sepa más fechas de cumpleaños", explica José, de 20 años. Aunque desde su llegada a España, hace cuatro años, encontró amigos y se puso a estudiar, asegura que ha vivido bastante racismo y que hoy todavía hay días en los que añora "hasta el polvo de las calles y los autobuses llenos de gente". Residente legal, se hizo latin al cumplir la mayoría de edad -"antes sentía que no era maduro, aunque ahora quizá tampoco lo sea"-; trabaja de camarero en una cadena de cafeterías -"hasta a Almodóvar le he servido alguna vez"-, y colabora en las tareas de tesorería de la nación, administrando la cuota de los miembros (dos euros semanales). "A veces sirve para abogados o para ayudar con los hijos de algunos. Quisimos montar una peluquería para las reinas, pero la cuenta fue confiscada".

José intenta ayudar a otros 'reyes' a buscar empleo, predica algún fin de semana por otras ciudades españolas, visita a la novia que conoció el pasado verano en sus primeras vacaciones -"fui a casa de unos hermanitos, con 1.200 euros para gastar"- e intenta explicar a su abuela, testigo de Jehová, de qué tratan los Latin: "Le digo: 'Mami, ustedes también tienen sus propias reglas. Es un poco parecido, aunque entre ustedes no hay violencia". Según la policía, para estos jóvenes la violencia es "un medio de comunicación". José reniega de ella, pero confiesa que algún golpe de sus hermanos se ha llevado. Una riña con su reina en público fue lo que provocó el castigo. "Aquello fue una falta de respeto, y lo comprendí. Mi madre vio los golpes y me dijo que, si ella nunca me había puesto la mano encima, cómo dejaba que otros lo hicieran. Pero de estos golpes no nos resentimos, no hay rencor. Yo prefiero castigar obligando a hacer ejercicio físico, pero entiendo que hay que tener disciplina".

Jerarquía y orden. "Esto es un poco como el ejército. Yo hice el servicio militar en mi país y me gustó mucho. Te pasabas el día haciendo ejercicio y había disciplina. Me gustaría entrar en el ejército español, ahora está lleno de puros inmigrantes". Han pasado tres años desde que Manuel regresó a España. Sigue sin documentos de residencia, ha sido arrestado, ha tenido dos hijos, y su hermano, que fue el primero en entrar en la nación latin, se encuentra en prisión preventiva acusado de haber participado en una pelea. Aunque trabaja en precario fuera de Madrid, semanalmente se acerca a la ciudad para reunirse con amigos, perrear a ritmo de raguetón en las pistas de baile y visitar a su madre, María.

Ella dice que lleva "una vida sin vida esperando que un día me llamen para reconocer un cadáver". Reparte su tiempo entre una jornada de ocho horas en la capital y los constantes viajes a un pequeño pueblo al sur de Madrid. El acoso de bandas rivales que sufrían sus hijos en un céntrico barrio de la ciudad forzó el cambio de domicilio a un lugar más tranquilo. "Caminaban delante mío en la calle por miedo a que nos pasara algo. Un día no querían salir del supermercado porque había unos muchachos en la puerta esperándoles. Decidí que me iba por el bien de mi hijo pequeño". El calvario ya había empezado: detenciones por no tener papeles y una paliza. "A mis hijos no puedo echarles a la calle o darles la espalda, aunque estén en la cárcel, porque me dolió parirles". Denuncia que la abogada de oficio le reclama 250 euros para hacerse cargo del caso de su hijo preso y tiene esperanzas de que logrará sacarles adelante. Ella reparte las culpas: "Mis hijos no son santos y se dejan llevar. Se han juntado un montón de muchachos; están desorientados, y en muchos casos vienen de hogares desbaratados. Cada uno cuenta su historia: algunos están sin trabajo, y otros, en situaciones difíciles. Aquí tienen un exceso de libertad que confunden con libertinaje. Lo que necesitan es un psicólogo. Se han formado por necesidad, pero tienen mierda en la cabeza. Les digo que se asocien legalmente con otro nombre y no con ese que eligieron por Estados Unidos, para darse fama".

El primer cumpleaños de la hija de Cristóbal reúne a una veintena de reyes y reinas, que acuden con sus niños, los príncipes y princesas. Una inmensa tarta, con merengue y un gran Piolín en el centro, preside la reunión. Su situación de desempleo, la falta de documentación para trabajar y las dos causas pendientes por peleas callejeras con armas blancas no empañan la fiesta que celebra en casa de su suegra. Coronado rey en Ecuador, recibió cuatro puñaladas en España, e igual número de ruedas de reconocimiento a las que se ha sometido. "Dicen que entramos porque nos sentimos solos, pero esto es más profundo: nos tratamos como hermanos. Estamos a las buenas y a las malas".

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