México, EE UU y el abastecimiento de petróleo
En la cumbre a la que asistirán los presidentes Bush y Fox, así como el primer ministro Martin en Crawford, Tejas, el 23 de marzo los líderes de los Estados Unidos, México y Canadá deberán tomar medidas decisivas hacia la creación de una Comunidad Económica Norteamericana, con el objeto de mejorar el crecimiento económico y el abasto energético de las tres naciones.
Cuando George W. Bush y Vicente Fox se reunieron en Guanajuato en febrero de 2001, publicaron una declaración común que llamó a "un Acercamiento Norteamericano a importancia de los recursos energéticos". Ese comunicado oficial también comprometió a los dos presidentes a "consolidar una comunidad económica norteamericana cuyos beneficios alcanzaran las áreas menos desarrolladas de la región y se extendiera a los grupos sociales más vulnerables".
La Constitución mexicana no permite la inversión extranjera en el sector petrolífero
Existe una manera en que esta iniciativa todavía puede ser llevada a cabo, que los EE UU disminuyan su dependencia de la energía de Medio Oriente al tiempo que se fomente el desarrollo en México, y se aborde el tema de la migración fronteriza. México se ha convertido en el abastecedor más importante de petróleo importado por EE UU y 90 por ciento de las exportaciones mexicanas de petróleo van a ese mercado, pero la cantidad podría duplicarse durante los próximos cinco años.
El producto interno bruto per capita en México no crecerá de manera sostenible a largo plazo sin un cambio estructural que aumente la productividad. Esto requiere inversión en infraestructura, recursos humanos y tecnología para crear trabajos y aliviar la pobreza. El Gobierno mexicano necesita tomar el liderazgo para que haya mayor inversión privada. Dada la debilidad de las finanzas públicas, el financiamiento de tales inversiones sólo puede venir de los grandes recursos de hidrocarburos de nuestro país.
México tiene las reservas petroleras probadas más grandes de Norteamérica. Hay indicios de que las reservas no exploradas en el golfo de México son tan grandes como las identificadas actualmente. Sin embargo, el desarrollo de este recurso se ha atorado porque la Constitución mexicana prohíbe la inversión privada en el sector. Para superar este obstáculo, se podría establecer un Fondo Norteamericano de confiabilidad energética, supervisado por un Consejo independiente y transparente, el cual podría emitir 75.000 millones de dólares de obligaciones financieras respaldadas por los ingresos de las ventas del petróleo (no de las reservas del petróleo, que seguirán siendo patrimonio de la nación) para financiar la expansión de la producción de petróleo en México, llevando a que se dupliquen las exportaciones antes de 2010. El señor Alberro, quien fue negociador por parte de Pemex durante el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, estima que siempre que el precio del crudo mexicano no se encuentre por debajo de los 25 dólares por barril, los ingresos adicionales de estas ventas futuras del petróleo alcanzarían 12.000 millones de dólares por año. Eso se podría invertir en fortalecer el sistema de justicia, en educación, salud y en tecnología, provocando un aumento en la productividad y creando fuentes de empleo, la única opción para abatir la pobreza. La prosperidad económica promoverá la estabilidad social y dará confiabilidad en el abastecimiento.
El hecho de que este proyecto de largo plazo sea intensivo de capital implica que podría generar los retornos seguros que buscan los inversionistas institucionales de EE UU, como los fondos de pensiones tanto públicos como privados. Tan sólo los fondos de jubilación públicos tienen recursos por dos billones de dólares en los EE UU. Cuando ellos se mueven, los mercados los siguen. Debido a que los fondos de jubilación tienen billones en recursos que buscan retornos a largo plazo, son un buen ejemplo de formas de financiar proyectos intensivos de capital de 20 o 30 años.
Para EE UU, este proyecto disminuiría su dependencia del petróleo de Medio Oriente y proveería un "amortiguador" de suministro confiable contra China, que absorbe cada vez mayor parte de la producción mundial de petróleo. Para México significaría poder financiar la inversión que requiere para acelerar su desarrollo, mitigando la sangría que representa la inmigración.
Ofrecer las ventas futuras de petróleo como colateral de un financiamiento público no es innovador: México lo hizo para financiar la construcción del ducto Cactus Reynosa en 1977; lo hizo después de la moratoria de la deuda en 1982; lo volvió ha hacer en 1986 cuando los precios del petróleo se derrumbaron más del 50% y otra vez en 1995 después de la llamada "crisis Tequila". Usar el mismo mecanismo para ser proactivo, en vez de reactivo, ante una crisis sí es innovador. Para los fondos de jubilación significaría un retorno sólido y seguro garantizado por las ganancias de las ventas del petróleo comparables con otros instrumentos hipotecarios en inmuebles que ahora tienen en su portafolio. China, que recientemente ha comenzado a comprar instrumentos hipotecarios en inmuebles en EE UU, también encontraría esta oportunidad de inversión atractiva. Lo ideal sería que el Gobierno de los EE UU proveyera respaldos adicionales, como lo hizo cuando la crisis del 95.
Si el señor Bush apoya esta idea, encontrará socios en México que concuerdan en que la manera de atajar la migración indocumentada a EE UU es a través de un acuerdo migratorio en el corto plazo, a la vez que se crean empleos en México en el corto y largo plazo. Si, a su vez, EE UU puede tener acceso a fuentes de energía confiables fuera del Medio Oriente estamos ante una buena solución para ambos lados de la frontera.
Jorge Castañeda, ex secretario de Relaciones Exteriores de México, es candidato independiente a las presidenciales de 2006. José Alberro es asesor.
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