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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El falso polaco que ajustició Franco

Miguel Ángel Villena

Un día de enero de 1995, Raúl M. Riebenbauer pudo ver un recorte del periódico sensacionalista El Caso que daba noticia de la ejecución por garrote vil -un método especialmente cruel de aplicar la pena de muerte- de Puig Antich y de Heinz Ches. El periodista, que apenas tenía cinco años cuando ocurrieron los hechos en 1974, se fijó en los ojos atemorizados y perdidos de aquel Ches y desde entonces no ha parado hasta descubrir la vida que se escondía detrás de aquel misterioso personaje, que había sido acusado de matar a un guardia civil en un cámping de Tarragona, y cuyo ajusticiamiento coincidió con el del anarquista para difuminar la politización de las penas de muerte. La historia sirvió, poco después de la muerte del dictador Francisco Franco, para que el grupo Els Joglars escenificara la tragedia en La torna, una obra teatral que fue prohibida. Ahora bien, nadie hasta ahora había descubierto que el tal Heinz Ches no era polaco, sino alemán, y que su familia de Cottbus tuvo que esperar a Riebenbauer para saber su trágico final.

EL SILENCIO DE GEORG

Raúl M. Riebenbauer

RBA. Barcelona, 2005

285 páginas. 18 euros

El final del invierno de 1974

fue frío y gris. El clima de terror que vivía España tras el asesinato del entonces presidente del Gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco, en diciembre de 1973, envenenaba el ambiente. El franquismo, ya moribundo pero todavía perverso, necesitaba dar un castigo ejemplar y encontró chivos expiatorios en Puig Antich y Heinz Ches. Pero mientras la memoria del joven anarquista ha sido más tarde honrada, reivindicada y mantenida, nadie se acordó ya de un supuesto apátrida sin una familia que reclamara siquiera su cuerpo. ¿Pero quién era en realidad? La pregunta intrigó a aquellos españoles demócratas que se manifestaron contra las ejecuciones, pero con el devastador paso del tiempo el interrogante cayó en el olvido. Han tenido que pasar tres décadas, aunque más vale tarde que nunca, para averiguar que aquel ajusticiado en la cárcel de Tarragona era un ciudadano de la comunista República Democrática Alemana, de nombre Georg Welzel, que había trabajado como mecánico, había escapado de su país y había iniciado una odisea por media Europa para buscarse la vida hasta que asesinó a tiros a un guardia civil en un cámping de Cambrils en el mes de diciembre de 1972.

El libro El silencio de Georg (en catalán El silenci de Georg, La Magrana, 2005) muestra un espléndido trabajo de investigación periodística, que está narrado como una novela y en primera persona, lo que indica bien a las claras la implicación, obsesión más bien, que el autor ha llegado a tener con y por la historia. Con un ritmo trepidante y una combinación de diálogos y de narración muy bien trenzada, este alegato contra la pena de muerte evoca el estilo de A sangre fría, de Truman Capote, o recuerda un libro reciente y cercano como Soldados de Salamina, de Javier Cercas. Esa fijación por reconstruir el pasado de una persona, cuyo final se conoce desde el comienzo del libro, ese viaje geográfico y emocional en busca de las claves de una vida, que transforma al autor y a los lectores, están presentes en El silencio de Georg.

La tenacidad de Raúl Rie

benbauer, un profesional formado en la prensa valenciana que publica su primer libro, ha logrado que por sus páginas desfilen militares, policías, camareros, actores y testigos, en fin, de unos sucesos que marcaron con garrote vil el crepúsculo del franquismo. Con rigor y con calidad de escritura el autor ha rescatado una historia que esperaba un final, que aguardaba a que la familia de Georg Welzel pudiese visitar su tumba en el cementerio de Tarragona. Es cierto que fue un asesino, como probó no aquella versión oficial y mentirosa de una dictadura, sino esta investigación periodística de la democracia. "Está bien, lo era. Pero ¿tú le habrías ejecutado por ser un asesino?", se pregunta Riebenbauer hacia el final del libro. "Jamás", se responde, "al fin y al cabo la verdadera indignidad fue la de una dictadura que le utilizó y que se deshizo de él a pesar de todo lo que se sabía".

Página del periódico 'El Caso', de marzo de 1974, que da cuenta de las ejecuciones de Puig Antich y Heinz Ches.
Página del periódico 'El Caso', de marzo de 1974, que da cuenta de las ejecuciones de Puig Antich y Heinz Ches.

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