_
_
_
_
Reportaje:

El auge de China desata recelo en Japón

El aprovisionamiento de petróleo, disputas territoriales, la rivalidad económica y Taiwan tensan las relaciones entre Pekín y Tokio

"Japón es una superpotencia, China está en camino de convertirse en una superpotencia. Ambos son ricos, ambos tienen una historia en esta región, y no se gustan mucho el uno al otro". La frase, pronunciada por Howard H. Baker, embajador saliente de Estados Unidos en Tokio, resume el marco en el que navegan las relaciones políticas entre estos dos países, hundidas en uno de sus puntos más bajos desde hace años.

A pesar de los fuertes intercambios económicos, las tensiones entre China y Japón han ido en aumento a raíz de una serie de incidentes, que van desde las visitas del primer ministro, Junichiro Koizumi, al santuario de Yasukuni (donde Japón recuerda a los caídos en la guerra, incluidos algunos criminales de la II Guerra Mundial), hasta las disputas por la propiedad de algunos islotes en el mar de China Oriental.

En el enfrentamiento entre Pekín y Tokio no sólo juegan las rivalidades tradicionales, sino también la lucha por el liderazgo en la región, donde el ascenso del gigante asiático está provocando una redefinición de los equilibrios de poder. Japón es la segunda potencia económica del mundo; China es la sexta, aunque, a la velocidad a la que crece, se convertirá a mediados de siglo en la primera, según algunos analistas. Tokio, como Washington, ve con inquietud el creciente peso económico y militar del Imperio del Centro.

"Los conflictos por el petróleo, las demandas territoriales, Taiwan y algunos otros problemas han hecho las relaciones entre ambos países aún más complejas [de lo que eran por razones históricas]", explica Eiichi Tajima, politólogo en la universidad japonesa Keio.

Japón, que en el pasado intentaba cuidarse de ofender a China, en parte debido al amargo legado de la guerra, se muestra ahora más inclinado a levantarse y hacer frente a su vecino. El mes pasado anunció que había asumido el control de un faro construido hace años por unos activistas de la derecha en la mayor de las islas Senkaku, reclamadas por China, que las llama Diaoyu. Pekín reaccionó de forma airada y calificó la decisión de "grave provocación" y de "totalmente inaceptable". El archipiélago está desierto, pero se encuentra en una zona rica en pesca y con yacimientos petrolíferos. Además, está situado en una vía de tráfico marítimo clave en caso de conflicto militar, entre la isla japonesa de Okinawa y Taiwan. China ha comenzado la exploración gasística en la zona dentro de su territorio, pero Japón se ha quejado de que las bolsas de combustible pueden estar conectadas con las que se encuentran en su demarcación.

El incidente se suma a una larga lista de roces. En noviembre, Japón detectó y persiguió un submarino chino que había entrado en sus aguas territoriales; Pekín respondió que había sido de forma no intencionada. En diciembre, Tokio concedió un visado al ex presidente taiwanés Lee Tenghui, defensor de la independencia de la isla, en medio de las protestas de las autoridades chinas. Y ese mismo mes, un informe de defensa japonés calificó a China, por primera vez, de potencial amenaza militar, lo que levantó las furias al otro lado del mar Amarillo.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Las diferencias vienen de lejos. La invasión en los años treinta y cuarenta -durante la que sólo en la matanza de Nanjing fueron asesinados entre 100.000 y 300.000 civiles y prisioneros de guerra chinos- y lo que Pekín considera la negativa japonesa a asumir su pasado agresor corroen desde hace décadas las relaciones mutuas.

Según Jin Xide, del Instituto de Estudios Japoneses de la Academia China de Ciencias Sociales, el comportamiento de Koizumi se debe al auge del neonacionalismo, a la situación económica que vive el país y a su preocupación por el rápido desarrollo chino. Por su lado, Japón acusa a su vecino de utilizar la historia para extraer ayuda y concesiones políticas, y alimentar un nacionalismo con el que desviar la atención de los ciudadanos chinos de otros problemas. Las tensiones han impedido la celebración de encuentros entre los líderes de los dos países desde que Koizumi accedió al poder en 2001.

Junichiro Koizumi (izquierda) visita el santuario de Yasukuni (Japón), en 2001.
Junichiro Koizumi (izquierda) visita el santuario de Yasukuni (Japón), en 2001.AP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_