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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Memoria del 14

Un año después, la proximidad entre los atentados del 11-M y las elecciones que dieron la victoria al PSOE sigue condicionando las relaciones entre los principales partidos. "Si no hubiera sido por el 11-M, Zapatero no sería hoy presidente del Gobierno", aventuró ayer el secretario general del PP, Ángel Acebes. La tentación de deslegitimar los resultados electorales no ha abandonado nunca del todo a dirigentes del PP que tuvieron una relación directa con la gestión de la crisis que precedió al vuelco electoral. Con la paradoja de que quien perdió las elecciones, Rajoy, tuvo poco que ver con esa gestión, pues no estaba en el Gobierno, mientras que quien más tuvo que ver con ella, Aznar, no era candidato.

Es probable que los atentados influyeran en la decisión final de los electores, pero ello no descalifica los resultados. Así lo entendió de entrada Rajoy, que tuvo su momento más lúcido cuando reconoció la legitimidad de la victoria de Zapatero la misma noche del 14. Hay estudios poselectorales que indican que el 11-M influyó sobre todo en la movilización de abstencionistas potenciales. La participación, una de las más elevadas de este periodo democrático, fue del 77%, ocho puntos y medio por encima de la registrada en las anteriores elecciones. Es probable que en la decisión de ir a votar influyera, entre otros factores, el recuerdo de la intervención en Irak, que la inmensa mayoría desaprobaba. Pero resulta insultante (e ilógico) identificar esa decisión con una claudicación ante el terrorismo. Al revés: significa que la tragedia activó el mecanismo democrático por excelencia para, por una parte, reforzar las instituciones amenazadas por los terroristas y, por otra, exigir responsabilidades a los gobernantes por lo que habían hecho antes de la crisis.

La obsesión por ver en los atentados una conspiración para "derribar al Gobierno" es algo paranoica. Para que fuera cierta, los terroristas tendrían que haber previsto la torpeza de los gobernantes en la gestión informativa de la crisis. Esa torpeza ha provocado un efecto insólito: que el PP se niegue todavía hoy a descartar la participación de ETA; como si sólo la aparición de pruebas de tal participación pudiera justificar retrospectivamente su actuación de esos días.

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Todo esto ha envenenado las relaciones entre PP y PSOE a lo largo del año transcurrido. Hasta extremos penosos en la comisión de investigación y en la relación con las víctimas. Esta dialéctica impide que cuajen los conatos de acuerdo entre Zapatero y Rajoy incluso en los asuntos en los que el interés de ambos partidos parece coincidir, como el de las reformas territoriales. Ojalá que este aniversario de las dos fechas, el 11 y el 14, sirva para pasar página.

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