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Tres semanas de encierro

El calendario ha jugado una mala pasada a Juanmari. Este químico de Amurrio (Álava), con dos décadas de experiencia docente, ha perdido su estabilidad laboral por medio año. Si hubiese cumplido 55 años seis meses antes, el Gobierno vasco le habría eximido de tener que certificar su conocimiento de euskera. Para su desgracia, la fecha de nacimiento no se puede modificar, lo que le ha hecho caer a una lista de sustituciones que, según sus palabras, le condena al paro. "Ya me dirán qué hago yo, peinando canas, contra jóvenes y para plazas que exigen euskera. Nos dejan en la calle tras 20 años de trabajo y sin indemnización", explica.

Su situación dista de ser excepcional. Al contrario, dibuja con nitidez los 157 casos de otros tantos profesores para los que la experiencia ha dejado de ser un grado por no poder acreditar el dominio suficiente de euskera. De ellos, 60 llevan tres semanas encerrados en un instituto de Bilbao como protesta que no dejarán hasta que se les garantice que no van a sufrir los "daños colaterales" del proceso de euskaldunización. Así lo esperan Mikel y Begoña, dos educadores que se han trasladado desde Vitoria, con sus libros y apuntes de euskera bajo el brazo, para mostrar su protesta. "Nos dicen que somos unos vagos porque no estudiamos euskera, pero yo tengo 1.500 horas, lo que equivale a dos años de liberación de trabajo para estudiar euskera, horas que he invertido en mi tiempo libre para perfeccionar el conocimiento de las materias que imparto", argumenta Mikel. Lamenta que por encima de la calidad se primen "otros intereses".

Esto explicaría, según sus palabras, su relevo por otras personas que, pese a tener el nivel de euskera exigido, enseñarán a sus alumnos en castellano. Así lo harán también los "miles" de funcionarios que, como apunta Begoña, no han podido aprobar los cursos de euskera para los que han sido liberados durante dos años. "Sé de directores de centro y de jefes de estudio que les da vergüenza reconocerlo y decir que no han podido con el euskera. Nos han metido tanto en la cabeza la idea de que si no aprobamos somos tontos que se está generando mucha preocupación y angustia. No son pocos los compañeros, funcionarios e interinos, con baja por depresión", advierte.

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