¿Efectos colaterales de Irak?
"Éste es el gran temor que yo tengo: ¿y si Bush hubiera tenido razón desde el principio? Creo que mi visión del mundo se vendría abajo". El que se autoflageló así en televisión es el cómico Jon Stewart, que suele ser feroz con el presidente desde su Daily Show, y que avanzó en clave de humor la reflexión causada por el tsunami de Oriente Próximo entre periodistas, expertos y políticos, unos casi en la euforia y otros dominados por la cautela. La primavera árabe es ya un lugar común, aunque no hay análisis en el que no se vislumbren unos cuantos inviernos por delante.
"Las perspectivas de la democracia parecían congeladas en Oriente Próximo. Y, de repente, el deshielo ha comenzado", dijo el pasado martes George W. Bush. "En todas partes hay presión a favor del cambio", escribe Fareed Zakaria en Newsweek, que hace un sondeo entre sus lectores, con 65.500 respuestas: el 65% cree que en Oriente Próximo hay "un movimiento fundamental hacia la democracia". "Tres hurras para la doctrina Bush", jalea en Time Charles Krauthammer, uno de los periodistas del movimiento neoconservador, que recuerda lo que le dijo el druso libanés Walid Yumblat a David Ignatius, de The Washington Post: "Se me hace raro decirlo, pero este proceso de cambio ha empezado por la invasión americana de Irak". "No tan deprisa", señala P. J. Crowley, del Centro Americano para el Progreso; "el Gobierno no tiene nada que ver con las muertes de Arafat y Hariri" y "las elecciones en Irak no estaban en el guión inicial, se debieron a la presión de Sistani". Para Crowley, "lo último que deberíamos hacer es volver a declarar victoria demasiado pronto".
Clifford Kupchan, vicepresidente del Nixon Center, cree que "desde las conversaciones entre Mahmud Abbas y Sharon hasta el Líbano, pasando por la liberalización en Egipto, la tendencia es sin duda positiva", y añade: "Las elecciones en Irak fueron un triunfo para la democracia y una victoria para este Gobierno. Todavía no hemos salido del peligro en Irak, pero fueron muy bien". No obstante, avisa: "Tenemos que tener mucho cuidado para no emborracharnos de éxito".
Fred Kaplan, analista de seguridad en Slate, también hace un llamamiento a la sobriedad, porque lo que está ocurriendo, dice, no tiene nada que ver con la caída del muro de Berlín. "No hay ningún Gorbachov, no hay rastro de un Walesa o un Havel".
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