Alas de mariposa
Javier García Sánchez (Barcelona, 1955) es un escritor ambicioso como pocos, busca siempre adentrarse en los parajes más oscuros de la condición humana y lo hace seriamente, poniendo sus dos órganos rivales -el cerebro y el corazón- al servicio de una narrativa que no siempre es fácil de consumir y que, en modo alguno, es complaciente con el mercado. Sus libros siempre surgen de esa determinación y ambición de no contentarse con lo fácil, con lo trillado, con lo obvio. Tiene una verdadera obsesión -literaria, ignoro si personal- por el mal, por reflexionar acerca de la conducta humana. García Sánchez no se acerca, concediendo todo lo concedible, al lector, espera que éste, esforzándose, sea el que se acerque a sus textos, en los que no halla ninguna concesión.
ELLA, DRÁCULA
Javier García Sánchez
Planeta. Barcelona, 2005
390 páginas. 20 euros
Dicho todo esto en su ho-
nor, por lo que de seriedad y honestidad supone, pero también hay que reconocer que, con esas premisas y ese rigor, es lógico que se le vayan de las manos muchos lectores. Aun así es un escritor que, repartiéndose entre editores, como un consorcio de aseguradoras estos últimos, va publicando periódicamente su obra. Ahora aparece este libro, una especie de biografía detallada -detalladísima- de la célebre condesa húngara, que se maquillaba y se desmaquillaba con sangre de doncellas, que se ha visto en el cine y ha estado presente -como Drácula femenina- en la literatura fantástica. García Sánchez llevaba muchos años obsesionado por esta mujer, como lleva empeñado con Robespierre, la Revolución Francesa y, sobre todo, con el Terror y algún día publicará esa novela con, por lo menos, dos mil páginas, y ahora, por fin, ha trasladado esa obsesión al papel. Y lo ha hecho -hay que reconocérselo- a su manera, como no podía ser de otro modo. El tema tratado a la ligera podría dar para una película erótica de aquellas del cine francés para burgueses biempensantes de los años setenta del siglo pasado. Pero eso, aun haciendo su novela más comercial, a García Sánchez no le interesa. Al contrario, se ha documentado concienzudamente -en exceso, diría yo- y ha escrito una novela que, sin desdeñar el aspecto narrativo, el ritmo que todo relato exige, ha ido desembocando casi en un ensayo sobre el mal. Y el resultado es que ese rigor le lleva a darnos un plato excesivamente frío, que no conmueve, no emociona y tampoco estremece. A mí me ha interesado, especialmente, por poner un ejemplo, el entorno histórico de la familia, muy linajuda, de la abusa-doncellas húngara. A ella yo no he llegado, no sé si porque el autor ha puesto demasiados adjetivos y palabros poco habituales en el camino. Que la condesa fuese mariposa con sus alas coloreadas por sangre ajena, y antes crisálida, oruga, larva no justifica del todo ciertas concesiones líricas, que acaso pudieran mudarse en cursilerías, algo impropio de quien ambiciona transitar por otros terrenos narrativos menos trillados. En definitiva, en Ella, Drácula, hay mucha erudición y poca emoción. Todo ello resulta excesivamente frío y es una pena por el esfuerzo puesto en el empeño.
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