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Reportaje:

Los chicos del coro quieren cobrar

El padre de uno de los coristas exige participar del éxito de la película

Les choristes (Los chicos del coro) puede no haber vencido a Mar adentro en la competición por el Oscar a la mejor película en habla no inglesa, pero su productor, Jacques Perrin, ha encontrado buen consuelo en los ocho millones y medio de entradas vendidas en Francia -en España e Italia el éxito también es considerable-, en el millón y medio de discos y el millón de DVD que la gente ha comprado. El público ha proyectado Les choristes y su tema musical a la categoría de fenómeno.

Para Perrin y sus socios, el negocio es redondo, pero, ¿y para los coristas? El papá de Lucile Hartman, componente de la coral de niños que grabó la banda sonora -que no actúan en la película-, estima que el reparto de beneficios no es justo: "Lucile grabó todos los temas del disco y que se oyen en el filme. Y no cobró nada por ello. Desde hace un año la coral Saint Marc multiplica las actuaciones y a los chavales les pagan 52,35 euros por concierto".

"La coral se ha convertido en una máquina de ganar dinero", denuncia el padre de una niña

Para Perrin, la demanda de Francis Hartman está fuera de lugar. "Mi productora pagó 21.000 euros a la coral Saint Marc por dos sesiones de grabación de tres horas cada una. Luego hemos abonado 100.000 euros más a la coral, como anticipo de los beneficios generados por el disco". Monsieur Hartman estima que su hija es una "intérprete" y que la coral no tiene derecho a quedarse con todo el dinero.

Sobre esto Perrin prefiere no pronunciarse y deja que el litigio sea entre los cantantes y la sociedad que los agrupa. "En Saint Marc el éxito se les ha subido a la cabeza y abusan del carácter benévolo del compromiso de los pequeños. Yo retiré a Lucile en febrero, porque estaba extenuada. La coral se ha convertido en una máquina de ganar dinero". El director de la coral, Nicolas Porte, niega que haya una deriva en la gestión del empleo del tiempo de los estudiantes: "Antes tenía a 25 muchachos, entre 6 y 15 años, cantando y ahora son 60 los cantantes que se alternan y hemos triplicado el número de profesores. Había que poder seguir compaginando estudios y música, conciertos y escuela, y el dinero ganado nos lo permite, como nos permite atender a la solicitud de recitales".

Otra película -el documental Ser y tener- generó un problema parecido cuando lo que era un modesto documental sobre una escuela rural fue visto en salas por más de un millón y medio de espectadores. Su protagonista, el omnipresente Gérard López, un encantador maestro, creyó que él tenía también derecho a una parte del pastel del éxito. Los tribunales desestimaron su demanda al considerar que se trataba de un documental y que la productora ya le había compensado por las horas perdidas para atender a la cámara fuera de las de su estricto horario laboral. "Pero Lucile, que no sale como actriz en el filme, es intérprete, y a los intérpretes les corresponde entre el 8% y el 10% del precio del disco", dice Francis Hartman. Perrin y sus abogados no se inquietan: "Lo que hemos pagado a la coral, repartido, ya es más de lo que correspondería a cada uno de los chicos del coro". Puede que sea cierto, incluso Hartman puede aceptarlo, pero no el que los estudiantes no saquen ningún beneficio material de todo ello.

Sin duda ha contribuido a envenenar el ambiente el que uno de los coristas, Jean Baptiste Meunier, sí aparezca en pantalla y encarne, además, a Morange, el protagonista. En la entrega de los últimos premios César las cámaras enfocaron una y otra vez a Meunier. La fortuna ha convertido al chico del coro en solista. El sueño colectivo se ha transformado en éxito individual.

<i>Los chicos del coro,</i> en una escena de la película.
Los chicos del coro, en una escena de la película.

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