Hezbolá moviliza en Beirut a cientos de miles de personas a favor de la presencia siria
El jeque Hasan Nasralá desafía a la comunidad internacional al solidarizarse con Damasco
El movimiento chií Hezbolá sacó ayer a las calles de Beirut a centenares de miles de manifestantes, más de un millón según los convocantes, para apoyar al régimen sirio y exigir la permanencia de sus tropas en el país. La movilización supone un desafío al otro Líbano que el día anterior había reclamado en una marcha menos numerosa el final de la tutela de Damasco y la salida de las tropas de ocupación. La fractura de la sociedad libanesa en dos bandos, aparentemente irreconciliables, parece un hecho en un país asentado en un frágil equilibrio y que vivió una cruenta guerra civil entre 1975 y 1990.
"Alzad la voz para que se os escuche muy claro", gritó desde los altavoces un dirigente de Hezbolá dirigiéndose a los manifestantes que se habían empezado a congregar en la plaza de Riad el Solh, frente a la sede de Naciones Unidas, en uno de los extremos de la urbanización de Solider, el espejismo de progreso y renovación que el constructor y ex primer ministro Rafik Hariri dejó como legado antes de morir asesinado el 14 de febrero.
La manifestación, convocada por Hezbolá, la principal organización política y social de Líbano, en apoyo del régimen sirio y contra la resolución 1559 de Naciones Unidas, tenía además como principal objetivo demostrar a la comunidad internacional, especialmente a Estados Unidos y a la Unión Europea, que existe en este país otra voz diferente a la de los sectores de la oposición, que desde hace tres semanas impulsan la "intifada o primavera libanesa" reclamando la salida de las tropas sirias.
Beirut, colapsada
El llamamiento de los líderes proiraníes de Hezbolá movilizó a un buen número de sus militantes, que llegaron en masa desde Trípoli, en el norte, Tiro y Nabatie, en el sur, junto a la frontera con Israel, o de Baalbek, en el valle de la Bekaa.
Sus autobuses y furgonetas colapsaron los accesos a la capital y provocaron un caos circulatorio. Pero no sólo vinieron los simpatizantes de Hezbolá: también acudieron otros chiítas de la organización hermana Amal, así como los sectores gubernamentales, aliados incondicionales de Siria y opuestos a la retirada de sus tropas.
El aparato de propaganda y de orden de Hezbolá no dejó ni un solo detalle a la improvisación. Varias horas antes de la concentración, sus servicios de seguridad, rigurosamente vestidos de negro, habían tomado las terrazas y azoteas de los edificios cercanos la tribuna de los oradores, mientras un grupo de expertos rastreaban las cloacas y cualquier rincón susceptible de esconder un explosivo. Millares de carteles, con una gama amplia de eslóganes, que iban desde la condena a Estados Unidos a la llamada al diálogo interlibanés, iban siendo entregados a los manifestantes. Las banderas negras del partido fueron prohibidas y en su lugar se repartieron banderas de Líbano. El turno de oradores fue establecido rigurosamente, para dejar en último lugar al jeque Hasan Nasralá, el jefe espiritual y político de Hezbolá.
"Estamos aquí sobre todo para dar las gracias a Siria, al pueblo sirio y al ejército sirio, que han estado a nuestro lado durante años y que aún están aquí", tronó Nasralá, imponente, desde lo alto de la tribuna, en medio de una muralla humana compuesta por sus escoltas, convertidos en sus escudos.
Aunque una ráfaga de viento se llevó las notas con los apuntes del discurso, el jeque continuó hablando imperturbable durante una hora. Atacó a la comunidad internacional, a Francia, a Estados Unidos y sobre todo a Israel, ridiculizó a los sectores de la oposición, e hizo incluso un llamamiento a todas las fuerzas políticas libanesas para que participen en un diálogo y en un Gobierno de unidad nacional.
Nasralá sobre todo defendió el cumplimiento de los Acuerdos de Taef, de 1989, que establecen el acantonamiento de las tropas sirias en el valle de la Bekaa, no su salida de Líbano, y, por el contrario, atacó la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU del pasado septiembre, por dos razones: la primera porque exige la retirada del ejército ocupante y, en segundo lugar y más importante, porque ordena la disolución de la milicia de Hezbolá, la espina dorsal de su propia organización.
Las tropas sirias comenzaron el lunes su repliegue hacia la Bekaa, en espera de un acuerdo de retirada definitivo entre los Gobiernos de Beirut y Damasco.
"Hemos de ser inteligentes, utilizar la razón y sentarnos en una mesa a negociar nuestros problemas", acabó Nasralá en un tono conciliador, tratando de olvidar que la división de Líbano una vez más se había consumado.
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