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Reportaje:

EE UU mira de nuevo a Latinoamérica

La Casa Blanca intenta recuperar sus relaciones con los países del sur del continente tras el alejamiento surgido a consecuencia de la guerra de Irak

Fernando Gualdoni

El presidente George W. Bush quiere recuperar en su segundo mandato buena parte del terreno que perdió en sus primeros cuatro años. Hace unos días, la Casa Blanca presentó la Agenda para las Américas 2005, con la clara intención de recuperar los lazos con la región, sobre todo después de que la guerra de Irak disparase el sentimiento antiestadounidense en la región. "Si EE UU descuida a América Latina y el Caribe, o da por segura su influencia en la región, el riesgo de una ruptura es muy alto (...). América Latina debería estar a la cabeza en la agenda de la política exterior estadounidense", señala el informe, dirigido por el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, y Carla Hills, la ex secretaria de Comercio de EE UU que negoció el acuerdo de libre comercio con México y Canadá (Nafta).

El texto propone, sobre todo, avanzar en una asociación para promover la liberalización del comercio, en clara referencia al Acuerdo de Libre Comercio para las Americas (ALCA), un proyecto que Bush intentó retomar cuando llegó al poder en 2001, pero que se truncó tras el 11-S. Tras los ataques, América Latina pasó a un tercer plano para Bush. Y cuando éste se volvió hacia la región otra vez, sólo fue para pedir el apoyo para la guerra de Irak, respaldo que México y Chile le negaron en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Esta actitud, en los momentos previos a la invasión, acentuó la antipatía de la región hacia Bush. "El fundamentalismo de Washington provocó un periodo de aislamiento, unilateralismo y falta de cooperación con América Latina, donde la guerra contra el terror de Bush importa mucho menos", concluyó la CIA en un reciente informe sobre la visión que se tiene de EE UU en el mundo. Las observaciones de la agencia están en línea con las recogidas por el Pew Research Center en su informe La extensión del antiamericanismo, publicado a finales de enero.

La agenda también hace hincapié en la necesidad de lograr un mayor crecimiento económico y de fortalecer la democracia. Para ello, el texto sugiere que México y Brasil jueguen un papel primordial. EE UU quiere frenar el avance del populismo, sobre todo porque tiende a radicalizar el sentimiento antiamericano. La CIA, en su informe, sostiene que "en América Latina, el fracaso de las élites para adaptarse a las exigencias de la democracia y el libre mercado muy probablemente impulse la expansión del populismo y lleve a algunos movimientos, como los indígenas, (...) a considerar métodos más drásticos para obtener lo que ellos consideran un mejor reparto o porción del poder político y la riqueza (...). Aunque para América Latina EE UU sigue jugando un papel clave desde el punto de vista político, económico y militar, se considera que Washington presta muy poca atención a lo que sucede en la región y, que en vez de cooperar en la resolución de los problemas, sólo reacciona cuando las crisis se le vienen encima". Conclusiones como éstas no son nada tranquilizadoras para la Casa Blanca.

La agenda para 2005 responde a la necesidad de Washington de acercar posiciones con presidentes como el mexicano Fox, el brasileño Lula o el argentino Kirchner, estos últimos, líderes de un centro-izquierda moderado, preferible al populismo del venezolano Chávez, el ecuatoriano Gutiérrez, o incluso el peruano Toledo. Washington busca la complicidad de Lula, sobre todo, para forzar un giro democrático en Venezuela sin que la región acuse a la Casa Blanca de injerencia. "Una asociación regional es el mejor modo para alentar una renovación de la democracia en Venezuela. EE UU debería, junto a otros países de la región, convencer al presidente Chávez y a sus opositores para trabajar juntos en pos de la reconciliación política y la democracia. Como Chávez es el jefe del Gobierno, debería exigirse a él dar los primeros pasos", dice la agenda. Para un cambio de régimen en Cuba, el informe también sugiere el camino de la presión colectiva, aunque al mismo tiempo plantea una política que involucre a Cuba, no que la aísle.

El informe reconoce que no hay una política común que pueda satisfacer a los 33 países americanos. Pero admite que hay una constante que se aplica a casi todos lo países: sus relaciones con EE UU no han sido satisfactorias. La potencia del otro lado del Río Grande debería prestar más atención a una región a la que dirige el 20% de sus exportaciones (150.000 millones de dólares al año) y cuyo potencial de crecimiento es enorme.

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El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, el pasado junio en São Paulo.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, el pasado junio en São Paulo.EFE

Brasil, el aliado clave en la región

En la Agenda de 2005 para las Américas se destaca la importancia de México y Brasil para la estabilidad y el crecimiento de la región. En el caso del gigante suramericano, el informe aconseja a EE UU "ver de forma positiva la creciente influencia de Brasil". Señala también que "el desafío para Washington y Brasilia es encontrar el modo de acomodar sus respectivos intereses y objetivos, tolerar sus puntos de vista políticos, a menudo divergentes, y trabajar juntos".

La Agenda reconoce a Brasil, como a México, la capacidad de "influir", positiva o negativamente, en el camino que se ha trazado EE UU para recuperar terreno en su patio trasero.

Además, el texto se hace eco de una cuestión clave de Brasil que la CIA utiliza en su informe sobre el antiamericanismo. "El éxito o fracaso de Brasil en hallar un modelo equilibrado entre el crecimiento y el desarrollo social tendrá un impacto enorme en el progreso y la estabilidad política de toda la región durante los próximos 15 años", afirma la Agencia de Inteligencia de EE UU. Por su parte, la Agenda para las Américas enfatiza que el "éxito de Brasil, y no su fracaso, es lo que más conviene a EE UU".

Brasil, a diferencia de México, figura ya en la lista de potencias del futuro, encabezada por China e India, pero en la que también están Rusia, Suráfrica e Indonesia. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) publicó el jueves pasado un informe sobre Brasil en el que confirma que la economía se había recuperado en 2004 tras tres años de debilidad.

El informe del club de los 30 países más ricos, del que aún no es miembro Brasil, coincidió con el anuncio de que el PIB brasileño había crecido el 5,2% en 2004, su mejor marca de los últimos diez años. "Consideramos que el actual Gobierno tiene una política económica bastante prudente, que ha permitido no sólo la recuperación de la economía, sino también un fuerte crecimiento este año", afirmó el vicedirector del Departamento Económico de la OCDE, Andrew Dean.

El estudio considera que Brasil ha logrado mejorías incuestionables en importantes indicadores sociales, especialmente en el área de educación, pero cree que aún hay espacio para que el Gobierno mejore la eficacia de sus programas sociales.

Aunque Brasil "ha reducido su dependencia de la financiación externa", según la OCDE, aún le es necesaria para su desarrollo. Para ello, "Brasilia debe seguir haciendo esfuerzos para ganar la confianza de los inversores". Washington es clave para que Brasil logre esa confianza.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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