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Reportaje:

Un botín de basuras

Los casos de dos ancianas con síndrome de Diógenes ponen en guardia a vecinos y autoridades

Javier Martín-Arroyo

Dolores era hace 30 años una anciana coqueta. Se acicalaba con perfumes, collares y maquillaje. Solía ir de excursión y era "dicharachera". Con el tiempo comenzó a padecer una fobia social que la hizo refugiarse en sí misma y descuidar su imagen cada vez más. Hace dos semanas su casa malagueña se incendió y salieron a relucir toneladas de basura que ocupaban su domicilio por completo.

En las últimas semanas han ardido en Andalucía las casas de dos ancianas. Ambas padecían el síndrome de Diógenes, uno de cuyos síntomas es la acumulación de basuras en el hogar. En el primer incendio, ocurrido en Sevilla el 18 de febrero, Gloria Ángeles Z. A., de 69 años, falleció porque las llamas se extendieron con rapidez por la acumulación de colchones, discos de vinilo y ropa. Sólo una semana más tarde, Dolores C. G., de 87 años, fue rescatada por los bomberos pero resultó herida grave por quemaduras en el incendio de su piso.

Acumulaba 20 toneladas de basura, lo que produce al año un bloque de vecinos

"Son la punta del iceberg de la extensión de la demencia senil. Al alargar la esperanza de vida y con los nuevos fármacos, estos casos aumentan", explica José María Porta, psiquiatra del hospital Hermanas Hospitalarias de Málaga. Estas personas mayores demuestran lo grave que puede llegar a ser el problema de los ancianos que viven solos y padecen algún tipo de demencia. No tienen familiares cercanos y buscan la seguridad que no sienten en la acumulación de objetos. Aunque acudan a un hospital, las enfermeras les hacen limpiar, pero ellos continúan conservando cosas inverosímiles como imperdibles.

"El debate está abierto porque el síndrome no es una entidad clínica definida. Para muchos psiquiatras es un estilo de vida más que una enfermedad, ya que ciertos afectados no presentan ninguna patología", explica Augusto Peláez, coordinador de la unidad de agudos del Hospital Torrecárdenas de Almería y que ha tratado tres casos extremos en los últimos años.

Los protagonistas se caracterizan por vivir aislados en su domicilio, considerarse autosuficientes, sufrir un abandono higiénico y personal, y por ser huraños y hoscos en el trato. La mayoría padecen desnutrición crónica y es común que si ingresan en un hospital mental, cuando regresan a sus casas vuelvan a su peculiar estilo de vida. A veces sus ideas son delirantes, pero también se han dado casos de afectados con estudios superiores. Sufren un temor a padecer la miseria y de ahí la obsesiva acumulación de bienes, a menudo inservibles, y en ocasiones guardan fortunas bajo la cama: "Por si algún día...", le contestan al doctor Peláez. "Me dicen que esa es su elección y que no quieren comunidades. Son como místicos, pero sin religión", añade.

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Estos casos son cada vez más comunes en Andalucía y han espoleado a las autoridades que quieren agilizar su resolución. Los servicios municipales de Bienestar Social suelen estar al tanto de ellos tras las múltiples denuncias que presentan los vecinos, pero se sienten impotentes. Cuando un enfermo de este tipo reside en un piso que se considera insalubre, las denuncias de vecinos o del Ayuntamiento se remiten a la Delegación de Bienestar Social de la Junta, que debe hacerse cargo de la atención de personas mayores en situación de desamparo, según establece el artículo 239 del Código Civil. "Lo que ocurre es que al ser reciente, el artículo no ha ido acompañado de una memoria económica, y las autoridades se están dando cuenta ahora de que estos procedimientos cuestan dinero", aclara el coordinador de la Fiscalía Civil de Málaga, Francisco Luque.

Los informes remitidos por la Junta son expuestos ante el juez de lo contencioso-administrativo a través de los servicios sociales de los ayuntamientos, y finalmente éste decide si se accede al interior de la vivienda. El Ayuntamiento de Sevilla pretende agilizar la burocracia y se reunirá con el juez decano de Sevilla para que "se den mucha más prisa por el riesgo para la salubridad pública que suponen, porque el 80% de las personas no nos abre la puerta", afirma Salvador del Moral, jefe del servicio de la delegación municipal de Salud. Los casos se suelen prolongar hasta cinco meses y la intención del consistorio es lograr reducirlos a tres semanas.

Dolores C. G. compraba compulsivamente ropa y comida envasada. Todo quedaba en casa: cuatro gatos muertos, maletas, sillas descompuestas, cartonaje, ropajes y bolsas y más bolsas con desperdicios. Por toda la casa: salón, pasillos y cuartos ocupando una altura de 1,60 metros. Un botín con reliquias orgánicas de más de 20 años. Los operarios de la empresa de limpieza Limasa en Málaga desalojaron el martes pasado más de seis toneladas de basura. "Lo que baja un bloque de vecinos en un año", decían los trabajadores.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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