_
_
_
_
Reportaje:AIRE LIBRE

Paseo serrano por El Gargantón

Un tajo entre cursos de agua que se asoma a la llanura olivarera jienense

Ascender por la garganta del Gargantón, valga la redundancia descarada, es una de las experiencias más gratas de Sierra Mágina. Este parque natural jienense acoge algunas de las cumbres más elevadas de Andalucía, cubiertas en estos momentos de nieve, y numerosos cursos de agua y manantiales a lo largo de sus más de 20.000 hectáreas. El nacimiento del Gargantón es uno de ellos. Cuando remita el frío de este crudo invierno, bordear este barranco ofrecerá panorámicas hacia la llanura olivarera de gran belleza, y la contemplación de algunas especies botánicas y animales de gran interés, como la cabra montés, el águila real, el águila perdicera o el sapo partero bético, un anfibio endémico muy amenazado que por fortuna pasa de lo más inadvertido, defendiéndose de la curiosidad ajena en las charcas de las alturas.

El Gargantón está ubicado en la vertiente sureste y expuesto a pleno sol, por lo que la vegetación es menos exuberante que en otras zonas del parque. Para alcanzarlo se toma un camino vecinal que surge a dos kilómetros de Huelma desde la carretera que une Úbeda con Iznallor, indicado mediante una señal en la que se lee Pedanía Las Cabritas. Tras unos cinco kilómetros cuesta arriba, cuyo último tramo se encuentra sin asfaltar y que recorre un sedante paisaje agrícola de colinas, se alcanza un puente. Allí se aparca el vehículo, en caso de haber accedido hasta allí con él, y se observa un letrero de madera que indica el sendero El Gargantón, que parte a la derecha. El letrero advierte de que la ruta es peligrosa. Y aunque lo cierto es que no lo parece a primera vista, ya que ni la pendiente ni el camino lo hacen suponer, la montaña a veces depara sorpresas desagradables. Desde un alud provocado por las cabras monteses asustadas ante la presencia de un intruso, hasta la mordedura (sólo en época de calor) de una víbora colgada plácidamente de la rama de un pino para refrescarse (uno siempre se las imagina por el suelo). Más vale andar ojo avizor.

La silueta de los cipreses

La ruta comienza con una suave pendiente y se adentra entre retamas, enebros, tomillos, romeros y rosas caninas, bordeando un arroyo que baja hacia la planicie saltarín y vehemente. A medida que se asciende, la vista cobra amplitud y aparece de espaldas al caminante el valle, apuntalado por cipreses de silueta afilada. Sobre los farallones que coronan el barranco planea alguna pareja de águila real. Cuando el calor comienza a apretar, se podrá también ver algún lagarto ocelado tendido al sol con todo su despliegue de tonos verdes tornasolados.

Al cabo de un kilómetro y medio más o menos, tras cruzar el arroyo hacia la derecha, otro cartel indica que allí, entre matorrales, se encuentra lo que se conoce como el calderón, una poza pequeña y profunda en la que es mejor no caer en la tentación de refrescarse. El agua está fría como el hielo, y salir de la charca con facilidad no está en absoluto garantizado.

Al cabo de poco tiempo, el agua deja de correr y, siempre cuesta arriba, el sendero aparece ahora trazado por la izquierda del barranco. Aunque no está claramente indicado al comienzo, pronto se hace evidente y toda una serie de mojones van indicando el camino. Se está a unos 1.000 metros de altitud, y los piornos y plantas rastreras comienzan a hacerse más frecuentes, junto con los majuelos. Surgen también los primeros Helianthemum viscidulum, un endemismo botánico de esta sierra cuya discreción hace que no se repare mucho en él.

En la lejanía se escucha el graznido agudo de las chovas piquirrojas y la pareja de águilas reales sigue merodeando. Atrás quedaron los olivos y los múltiples caseríos de la planicie, entre ellos el de Alorí, que destaca con su blancura entre una gama de verdes que oscilan desde el ceniza hasta el más brillante. Tras unos cuatro kilómetros de marcha, y a unos 1.300 metros, aparecen los primeros pinos laricio, que anuncian una importante mancha montana, y algún ejemplar maduro de sabina mora. Y aquí, aunque los mojones siguen cumpliendo su función, el camino se hace cada vez menos evidente, así es que ya es hora de dar media vuelta y regresar apurando la belleza serrana.

La primavera es uno de los momentos más favorables para recorrer los parajes naturales de Sierra Mágina, como el Gargantón (en la fotografía).
La primavera es uno de los momentos más favorables para recorrer los parajes naturales de Sierra Mágina, como el Gargantón (en la fotografía).INÉS ELÉXPURU

GUÍA PRÁCTICA

Dormir

-

San José de Hútar

(953 35 74 74). Carretera de Jimena-Albánchez de Úbeda, 4. Junto al manantial de Hútar. Habitación doble, 47 euros.-

Jurinea

(953 36 31 21). Camino de la Ladera, s/n. Torres. Familiar; 50 euros.-

Las Aguas del Arbunie

l (953 30 41 84). Carretera de Arbuniel-Cambil, 1. Acogedor y con encanto; 75 euros.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_