La crueldad y el dolor como ejes de la creatividad humana del siglo XV al 11-S
Caravaggio, Munch, Auschwitz y la guerra de Irak, en la exposición 'El mal', que se abre en Turín
¿Son arte las imágenes de las Torres Gemelas? ¿Son arte unos maniquíes de niños ahorcados en un árbol? Vittorio Sgarbi, el más polémico esteta italiano, ofrece la respuesta sin pasar por la pregunta en una gran exposición que hoy abre sus puertas en Turín. El mal reúne 180 obras de arte, realizadas desde el siglo XV hasta hoy, que demuestran el protagonismo del dolor, la crueldad y el sadismo en la creatividad humana. Caravaggio y Warhol, Rubens y Munch, Auschwitz y la decapitación de rehenes en Irak conviven en una muestra no apta para menores ni para espíritus delicados. "Todos relacionan el arte con el bien y nadie había expuesto el arte del mal; era una obligación inevitable", afirma Sgarbi.
A Vittorio Sgarbi se le ocurrió El mal mirando un Retrato de desconocido, de Antonello da Messina, una pieza del siglo XV que muestra el rostro de un hombre semisonriente: la imagen sugiere astucia, engaño y maldad. Examinando de cerca la tela, Sgarbi comprobó que alguien había infligido arañazos profundos sobre el rostro pintado, como en un ejercicio de exorcismo. A partir de ahí empezó a buscar piezas desasosegantes y comprobó que abundaban.
Dos no pudieron ser trasladadas al Pabellón de Caza de Stupigini, en las cercanías de Turín, donde se aloja la parte principal de la exposición: una, el Beso de Judas, de Giotto, porque es un fresco pintado sobre muro; la otra, El grito, de Edvard Munch, porque fue robado del Museo de Estocolmo en el verano de 2004. Otras dos, los retratos del papa Inocencio X, de Diego Velázquez, y Francis Bacon, planteaban problemas irresolubles. "Lo demás", dice Sgarbi, "se ha conseguido".
La colección pictórica expuesta en el palacete de Stupigini incluye, entre otras, una Medusa de Peter Paul Rubens (1617); la inquietante figura femenina titulada Tra me e me, de Margherita Manzelli (1995); el Entierro de Santa Lucía y Muchacho mordido por un lagarto, de Caravaggio, y piezas de Goya, Munch y Picasso. Las piezas más significativas del siglo XX, según se desprende de su ubicación dentro del espacio de la muestra, son la escultura Prisión, de Adolfo Wildt; los rostros deformes y de carne tornasolada de Francis Bacon, y Silla eléctrica, de Andy Warhol. El recorrido se abre, obviamente, con el Retrato de desconocido, de Antonello da Messina.
La ruta en Stupigini se cierra con Niños ahorcados, de Maurizio Cattelan. La obra fue expuesta por primera vez el año pasado: el artista colgó de un árbol, en una calle de Milán, tres maniquíes infantiles. La imagen fue considerada ofensiva por una parte considerable de la población y un hombre intentó descolgar los maniquíes. El hombre se cayó del árbol, pero su fracaso y sus contusiones (la obra fue retirada poco después por orden municipal) fueron, en cierta forma, equivalentes a los arañazos sobre el rostro del desconocido de Antonello da Messina.
Vittorio Sgarbi, crítico, esteta y organizador de exposiciones, además de fidelísimo de Silvio Berlusconi, asegura que el mal "moderno" irrumpe en el arte a principios del siglo XV, cuando los pintores empiezan a abordar el problema del individuo. "Hasta entonces el mal era abstracto, simbólico, hecho de monstruos y diablos; a partir de ahí se hace concreto, cercano y reconocible", indica.
El catálogo señala que la exposición se propone como "una gran retrospectiva sobre el mal", que sitúa al espectador frente a sus terrores inconscientes y "frente a la ambigüedad de la naturaleza humana, con su lado visible y su lado oscuro". Los organizadores de El mal prohíben la entrada a menores de 14 años, salvo acompañados de un adulto.
La exposición tiene un apartado complementario, y especialmente duro para el espectador, en el Museo Nacional del Cine de la Mole Antonelliana, en pleno centro de Turín. Ahí se exponen películas como La naranja mecánica, de Stanley Kubrick, y Salò, de Pier Paolo Pasolini. Pero también las filmaciones completas de decapitaciones de rehenes en Irak, las imágenes de los aviones estrellándose contra el World Trade Center de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 y los rostros atormentados de los prisioneros de Auschwitz, además de algunas fotografías más o menos malévolas de Robert Mapplethorpe y de viñetas del cómic italiano Diabolik.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.