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BUSH EN EUROPA Reunión con Putin

Acoso a la prensa crítica y control de las cadenas públicas

Pilar Bonet

La prensa central rusa, donde Mijaíl Gorbachov ha denunciado el retorno del miedo, es uno de los reductos de la libertad de expresión en el país. Los periódicos, sin embargo, tienen hoy escaso impacto social. Su difusión es limitada (Komsomólskaya Pravda, el diario de mayor tirada, no llega a los 900.000 ejemplares diarios) y, por razones económicas y sociales, han desaparecido las suscripciones masivas de prensa de la época soviética.

A la tradición rusa pertenece la aldea de Potemkin, los decorados que uno de los favoritos de Catalina la Grande ponía al paso de la emperatriz por la estepa. Esta tradición está viva aún en las cadenas de televisión del Estado, que filtran la realidad hasta lo irreconocible. La televisión veta los temas conflictivos y también los políticos percibidos como amenazas desde la Administración del Kremlin.

Durante las protestas por la reforma de las prestaciones sociales, el pasado mes de enero, los periodistas televisivos tenían instrucciones de no mostrar pancartas críticas con el presidente Vladímir Putin, señalaron en privado colegas de este medio. Funcionarios de la Administración presidencial instruyen a comentaristas selectos, que hacen de correa de transmisión de sus ideas. Esta corresponsal fue testigo de cómo un entrevistador de un programa político estrella trataba de conseguir que una socióloga de éxito denigrara el mecanismo de las elecciones y la democracia. No lo consiguió y la entrevista jamás vio la luz.

Pese a todas estas presiones y dificultades algo puede estar cambiando. Las tiradas de algunos diarios críticos han comenzado a subir y el humor y la ironía, como los del escritor Víctor Senderóvich, se convierten en elementos de resistencia social, como a finales de los setenta, en la época de Leonid Bréznev.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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