_
_
_
_
_
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El día que perdí mis derechos

Fue el 8 de noviembre de 2001. Volvía del hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo en una silla de ruedas. Siete meses atrás, un accidente de tráfico me dejaba parapléjica. En esos meses, no sin dolor, fui descubriendo y aceptando sus secuelas.

Pero había unas secuelas que aún estaban por aparecer al regreso a casa: con la paraplejia pasaba a ser ciudadana de segunda, ya no tenía los mismos derechos. Desde entonces ya no podría entrar a la mayoría de los edificios públicos o privados. No podría coger el autobús que une los siete kilómetros de mi localidad con Valladolid por no estar adaptado. No podría coger ningún autocar para ir a ninguna ciudad o pueblo, porque no cuentan con nosotros "los discapacitados". No podría coger el tren porque mi silla no entra en el pasillo de un vagón, relegándote a trenes regionales donde puedes ir entre vagones, sin calefacción y sin anclaje. No volvería en verano, como todos los años, a las piscinas de mi pueblo porque no están hechas para nosotros. No podría alojarme en muchísimos hoteles porque, aunque no lo ponen, el cartel invisible de prohibido minusválidos aparece visible ante nosotros. No contaba con que cada vez que sales de casa tienes que pensar en estar el tiempo justo para volver a satisfacer tus necesidades fisiológicas, pues en poquísimos lugares de ocio, públicos o comerciales, hay servicios para minusválidos. ¡Qué decir si te propones ir de viaje o excursión en coche!

Tampoco se me había ocurrido pensar que habría cines, teatros o salas para distintos eventos, que quedarían vetados para mí para siempre. Igual que visitar a familiares o amigos porque sus casas son inaccesibles para usuarios de sillas de ruedas. No pensaba que muchos de mis conciudadanos no respetarían mi derecho a deambular por la calle o moverme en coche, cada vez que aparcan en los rebajes de las aceras o en los aparcamientos reservados para minusválidos.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Y es que los derechos no se escriben en papeles, en Constituciones. Hay que escribirlos en lascalles, en los edificios, en la cabeza de cada ciudadano. Si no es así, pensaré que aquel 30 de marzo de 2001 un accidente restó muchos puntos en el carné de mi vida, pero la sociedad se encargó de quitarme los que me quedaban.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_