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Reportaje:

Pistoleros en la Amazonia

Indignación en Brasil tras el asesinato de una monja estadounidense defensora de los campesinos

Jorge Marirrodriga

El caso de Chico Mendes -defensor de la Amazonia asesinado en 1988- ha vuelto al recuerdo de millones de brasileños tras la muerte a tiros de la monja estadounidense nacionalizada brasileña Dorothy Stang, que se distinguió por su lucha en defensa de los campesinos en el Estado amazónico de Pará, al norte. La religiosa, de 74 años, murió el sábado de seis balazos a quemarropa. La indignación es grande no sólo en la comunidad campesina de la provincia de Anapu, donde trabajaba, sino en medios de comunicación que se preguntan por qué las autoridades no hicieron caso de las denuncias de una mujer que sabía que iba a morir así.

"Los pistoleros andan sueltos y la Policía Federal no es visible", escribía hace un año la religiosa, que pasó en Brasil los últimos 37 años de su vida. En estos meses, Stang inició un peregrinaje por diferentes administraciones estatales y federales para contarles el problema que había en su zona con los madereros y sus matones. Con los hombres que ordenan que se ocupen terrenos públicos para ser vendidos como un negocio privado mientras expulsan, o eliminan, a quienes encuentran en las tierras de las que se apropian. Incluso llegó a conversar con el ministro de Justicia, Marcio Thomaz Bastos, quien le prometió que la Policía federal tendría una delegación en la ciudad, pero nada se hizo.

La víspera de su asesinato, la religiosa rogó a unos pistoleros que no la mataran

Tan consciente era de que la iban a matar, que la noche antes de su asesinato Dorothy Stang visitó una cabaña habitada por pistoleros para rogarles que no llevaran a cabo sus planes. Según han contado compañeras de la fallecida, los hombres se sorprendieron y le aseguraron que no iba a pasar nada. A la mañana siguiente, dos pistoleros le descerrajaban seis disparos a bocajarro.

"No habrá impunidad ni para los asesinos ni para quienes les ordenaron, pero lo más importante es atacar las causas de este suceso con una política social y ambiental eficaz", explica un funcionario del Gobierno brasileño, que desde hace días asegura que tiene identificados a los asesinos. Pero lo ocurrido en casos anteriores no fomenta el optimismo. Según estadísticas de la Iglesia católica, entre 1985 y 1996 hubo unos 900 asesinatos de campesinos relacionados con problemas de la tierra. Sólo se han abierto diligencias en 70 casos y se han pronunciado 14 condenas.

Aunque en Brasilia no se quiere, ni se puede, reconocer oficialmente, la situación en la franja amazónica de Pará está en muchos casos fuera de control. Son frecuentes los incidentes entre campesinos, pistoleros, madereros o buscadores de diamantes. En Brasil existe una expresión para denominar esa zona: la franja de Gaza. El Gobierno prometió que la Policía federal investigará los asesinatos, e incluso que trasladará hasta allí hombres y material militar para hacer prevalecer la autoridad del Estado. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha reducido una gira por varios países latinoamericanos y ha regresado al país para estudiar la situación generada por estos asesinatos.

"Nada nuevo; entre el silencio indiferente y la conmoción, los acontecimientos dependen sólo del paso del tiempo, que con su fluir los hace normales", subrayaba el escritor Janio de Freitas. Tan normal como una lista de 1999 elaborada por fazendeiros (propietarios de tierras) y grileiros (personas que se apropiaron de tierras públicas), donde Stang aparecía como una persona a la que había que eliminar para intimidar a sindicalistas y religiosos destacados en la lucha por los derechos campesinos. Ella se había convertido en un símbolo y, al igual que Mendes, se encontró sola cuando vinieron a matarla.

El cortejo fúnebre de la monja Dorothy Stang, ayer en Anapu.
El cortejo fúnebre de la monja Dorothy Stang, ayer en Anapu.EFE

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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