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Reportaje:INCENDIO EN EL CORAZÓN DE AZCA

Víctimas colaterales

Comerciantes y dueños de bares y restaurantes de la zona afectada por el incendio se lamentan de los efectos de la catástrofe

Elsa Granda

Una mole con aspecto fantasmagórico preside todas las vistas posibles desde el perímetro de seguridad en el que se apelotonan cientos de curiosos. En el lateral de la Castellana, en Modesto Lafuente, en Raimundo Fernández Villaverde, en todas las calles se podía ver la misma estampa.

El coloso de hormigón carbonizado, policías que protegen los accesos a la zona vedada, curiosos charlando sobre lo ocurrido, peatones perdidos que no conocen el itinerario alternativo, pasajeros que comentan las aglomeraciones de la mañana en el metro y los autobuses, vecinos con más resignación que alarma, y fotos, muchas fotos.

Mientras el corazón financiero de la ciudad se esforzaba por recobrar su ritmo, y las grandes empresas reubican a sus empleados, los pequeños comercios, especialmente los bares y restaurantes que han caído cerca o dentro del inmenso cordón de 500 metros cuadrados que abraza la zona de riesgo, miraban con impotencia cómo mesas y barras se encontraban desiertas. Son las víctimas colaterales de la catástrofe.

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Muchos de estos pequeños empresarios viven gracias a su clientela habitual: los oficinistas de los grandes edificios de la zona. Ayer, muchos de estos locales estaban vacíos porque están dentro de la zona acordonada... y los empleados han tenido que quedarse en casa. Otros funcionaban al mínimo, como El Corte Inglés, donde trabajan 2.200 personas y cuya actividad genera el tránsito de unas 10.000 personas al día. Y a otros clientes los daban ya por perdidos: eran trabajadores de las empresas que tenían su sede en la torre.

El tramo vedado de la calle Orense parecía la escena de una película apocalíptica y futurista. Tiendas, bares, establecimientos de comida rápida: todo cerrado. La calle, desierta. Eso dentro del área de seguridad; en las inmediaciones, los hosteleros maldecían su suerte. Javier esperaba como todos los días a sus clientes en el restaurante Soroa de la calle Modesto Lafuente. Pero es la hora de comer y no hay nadie. "Ya ves cómo estamos. Normalmente tenemos casi lleno el local. Y para esta noche ya me han anulado reservas". Este encargado achaca la situación más a las dificultades de acceso que al miedo. "El miedo es el que tengo yo de que se prolongue esta situación. Sería un desastre porque se perdería mucho género". Las previsiones para el día de los enamorados se han venido abajo. "Para cenar tengo sólo tres reservas".

Un poco más allá, Enrique, el encargado del restaurante Los Galetos, a falta de clientes, se dedica a dirigir el tráfico peatonal: "Por ahí no puede pasar, señora", le indica a una mujer despistada. La situación se repite en su local: "Tengo cuatro, pero podría tener 40 personas a esta hora". Mientras se lamenta de que no se hayan puesto medios para evitar lo ocurrido, asegura que no podrá aguantar mucho en la misma situación. Y a continuación subraya: "Se tendrá que solucionar pronto, porque está El Corte Inglés, que tiene tanta fuerza como un partido político; si no, nos moriremos de hambre".

En el lateral de la calle de Orense, 3, José Antonio baja al sótano, abre una cámara refrigerada y mira desolado en su interior. Su tienda está especializada en la venta de rosas. En esa cámara hay 400 docenas que han llegado hace unos días de Ecuador. El día de San Valentín lo vende todo. Pero el incendio ha dejado su tienda en el área acordonada. "En realidad, no he abierto; estamos atendiendo pedidos por teléfono y por Internet porque aquí los clientes no pueden pasar". Calcula que tendrá que tirar casi todas las flores: "Perderé unos dos millones de pesetas (12.000 euros), y eso sin contar con el tiempo que pueda estar cerrada esta zona", comenta mientras su mujer y sus dos hijos le siguen en su angustia en el sótano del local. Ayer dejaron el coche en casa, y el trayecto en autobús desde la calle Silvano a Orense les llevó más del doble de lo normal. José Antonio piensa que la cosa va para largo. "Se están curando en salud por lo de los socavones de Barcelona. Pero yo no sé quién me va a reparar a mí esta catástrofe".

Los dependientes de las pocas áreas de El Corte Inglés que abrieron sus puertas salían en sus momentos de descanso a contemplar el panorama. La mayoría no quería hablar; la mayoría tuvo que hacer mil carambolas para llegar a su trabajo. Algunos temen que se desplome el edificio Windsor. "Pero tenemos que venir porque hay que comer", señala una dependienta que en las desérticas instalaciones sólo había vendido un chándal. La mayoría de los 2.200 trabajadores han sido distribuidos en otros centros, pero los que trabajan en los departamentos de las instalaciones más alejadas del Windsor recibieron el domingo una llamada para advertirles de que acudieran a trabajar. En el centro de la calle de la Princesa, los corrillos de empleados comentaban que el centro afectado quedó anegado por el agua y que la mayoría de los artículos son inservibles. La Confederación General de las Pequeñas y Medianas Empresas (Copyme) difundió un comunicado instando a los comerciantes afectados a reclamar "el lucro cesante o la pérdida del beneficio estimado por la inactividad parcial o total" al propietario o propietarios del edificio y a la empresa aseguradora del mismo.

Muchos trabajadores de la zona comercial y financiera se acercaban ayer sin saber si podrían entrar. Pudieron hacerlo, por ejemplo, los 1.400 del BBVA cercano al edificio siniestrado. Pero otros ya sabían que desde el lunes serían trasladados porque sus oficinas estaban en el Windsor. Es el caso de la consultora Deloitte, cuyos 1.200 empleados fueron trasladados provisionalmente a la Torre Picasso, a unos metros de Azca; los de la eléctrica Elecnor, o los 133 trabajadores del bufete Garrigues.

La Comunidad de Madrid, el Ayuntamiento, empresarios y sindicatos crearon ayer una comisión de seguimiento de las empresas y trabajadores afectados, que CC OO estima en 30.000. Las pequeñas y medianas empresas incursas en el perímetro de seguridad podrán solicitar espacio en las 40 oficinas que el Instituto Madrileño de Desarrollo ha puesto a su disposición (teléfono 91 339 74 07).

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