"Salvar a Mario es mi obligación como madre"
"No me perdonaría no haber hecho todo lo posible por salvar a Mario, que es mi obligación como madre". Josefa Ruiz, de Vilanova i la Geltrú (Barcelona) acudió a una clínica de Chicago para someterse a un tratamiento de selección genética de embriones y tener un hijo que pudiera servir de donante de médula de Mario si se le reprodujera la leucemia linfoblástica aguda que padeció. No hubo suerte, pero allí quedaron 24 embriones, algunos de ellos compatibles con su hijo, que espera que le trasfieran en la Universidad Libre de Bruselas. "Estamos hablando de seis células [por cada embrión]; lo que no podría soportar es no haberme movido por mi hijo".
Ante la posibilidad de que el tumor vuelva a aparecer no dudaron en salir del país para someterse a esta técnica que el Gobierno pretende autorizar en la futura ley de reproducción asistida y a la que se opone la Iglesia, como ayer recordó el portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino.
Josefa pide a la Iglesia que le respete -"es algo que me compete a mí y a mi familia", dice- aunque está segura de que "nada de lo que se diga les hará cambiar de idea".
José, de 46 años, es de la misma opinión: "No tengo conciencia de haber cometido ningún infanticidio, sino todo lo contrario". La historia de su hija es calcada a la de Mario. Pasó por la misma enfermedad hace dos años y medio. Salió de ella con quimioterapia, pero tiene un 50% de posibilidades de recaer. Si esto pasara, lo ideal sería tener un hermano compatible de quien recibir un trasplante de médula. Pero no lo tiene. José y su mujer Ángela lo intentaron y se desplazaron desde Benidorm, donde residen, a Bruselas hasta ocho veces. Después de los ocho ciclos, 60.000 euros, la venta de la casa por los gastos y el cambio del metabolismo de Ángela debido a los efectos secundarios, abandonaron sin éxito.
"Estoy indignado", señalaba ayer José, "hemos luchado mucho para conseguirlo [la tramitación de la ley] y la mayoría de la sociedad está de acuerdo menos los cuatro retrógrados de siempre". Las manifestaciones de la Iglesia de ayer no le han sorprendido. "La historia se repite: primero se opusieron a las transfusiones, luego a los trasplantes y ahora esto".
Eugenia también ha iniciado el tratamiento en Bruselas. Su hija Virginia, de tres años y medio, tiene anemia de Fanconi, una enfermedad genética hereditaria que se manifiesta en edad escolar y que afecta a la médula ósea. Considera las opiniones de la Iglesia , "absurdas e injustas". "¿Cómo se entiende que la ley me permita abortar si tengo otro hijo con esta enfermedad y que [la Iglesia] se oponga no sólo a que con esta técnica el niño nazca sano, sino que además pueda ayudar a curar a Virginia?". "Esto es una contradicción absoluta". Y añade: "En Valencia hay una mujer que tiene cinco hijos y todos tienen anemia de Fanconi. Eso no puede ser".
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