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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ni secretos ni discretos

El presidente Zapatero se entrevistó de forma reservada con el líder del PNV, Imaz, el pasado 18 de enero, y cuatro días después, con el de Esquerra Republicana, Carod-Rovira, en vísperas del debate parlamentario sobre el plan Ibarretxe. La celebración de ambos encuentros trascendió esta semana por vías no oficiales. Hubo luego confirmación del Gobierno. La vicepresidenta Fernández de la Vega afirmó que las reuniones formaban parte de la ronda habitual de contactos de Zapatero con dirigentes de partidos. Nada que objetar, salvo que, a efectos de eliminar todo tipo de sospechas, habría sido mucho más sensato que Moncloa hubiese dado a conocer abiertamente las dos entrevistas.

Un jefe de Gobierno tiene el derecho de manejar su agenda y decidir a quién ver o no, e incluso no informar sobre todas las citas políticas que mantiene. Sin embargo, en el caso que nos ocupa no se ha actuado con demasiada prudencia, especialmente porque los encuentros giraron exclusivamente sobre asuntos vascos (también con Carod-Rovira) y en medio de especulaciones sobre supuestos contactos con ETA. El Gobierno los ha desmentido. También ha negado que se abordara la eventualidad de revocar la ilegalización de Batasuna y permitir la participación del grupo de la izquierda abertzale en las elecciones vascas del próximo 17 de abril. Imaz ha dicho que la reunión no fue secreta, sino sencillamente discreta. Sin embargo, esa discreción quedó en agua de borrajas al filtrarse más tarde. En el encuentro con Carod-Rovira, Zapatero tranquilizó al dirigente nacionalista catalán de que el pacto alcanzado días antes con el líder del PP, Mariano Rajoy, no significaba un bloqueo a la reforma del Estatuto de Cataluña.

Nada de ello resulta claro, y menos aún cuando tampoco lo está quién y por qué se ha conocido la información posteriormente. Un profesional de la política debería saber que tarde o temprano encuentros como éste trascienden, y que al hacerse públicos dan pábulo a toda clase de sospechas. De ahí que no le falte razón a Rajoy cuando reclama transparencia al Gobierno -Zapatero la tiene como uno de los preceptos de su filosofía política- para evitar sospechas e inquietudes ciudadanas.

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