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RELACIONES PERSONALES | ESTILO DE VIDA

Nuevos tiempos, nuevas parejas

Aumentan las uniones de hecho, de homosexuales que no se ocultan, de divorciados, de extranjeros, de quienes no viven juntos. La sociedad cambia, pero Cupido sigue haciendo de las suyas. Consulte la Fotogalería

Elena Sevillano

"¿Qué sois?, ¿novios de fin de semana?", le decían a Miguel. "Lo vuestro no es normal. ¿No te da miedo una infidelidad?", atacaban por el flanco de los celos las amigas de Palmira. Miguel y Palmira, divorciados ambos, de 53 y 33 años, tres juntos, cada uno independiente y en su casa, sin planes de mudanza, boda o hijos. Arrellanados en el sofá, en el salón de él, se miran cómplices y sentencian: "Pues claro que somos una pareja". No en la acepción tradicional de hombre y mujer casados por la Iglesia con propósito de descendencia. Pero sí en un sentido más amplio y plural de la palabra, abierto a uniones de hecho, a parejas que no viven bajo el mismo techo, homosexuales o reconstituidas (tras relaciones anteriores), que primero prueban y después se casan… Ejemplos vivos, y enamorados, de lo que la socióloga y demógrafa Teresa Castro define como "creciente diversificación y complejidad de las formas de convivencia".

"Ya no podemos hablar en sentido estricto de familia, sino de familias", agrega Castro, investigadora del CSIC y embarcada en el proyecto Nuevas pautas familiares en la España de hoy y en la Europa de mañana, auspiciado por la Fundación BBVA. Explica que las transformaciones socioeconómicas, ideológicas, institucionales, culturales y de relaciones de género han provocado "una segunda transición demográfica" -término acuñado a finales de los ochenta por los demógrafos Kaa y Lesthaeghe- que afecta "con distintos grados, ritmos y calendarios" a todos los países desarrollados. España se ha incorporado a los cambios tarde, pero con el pie a fondo en el acelerador. Según las estadísticas del INE, se celebran hoy menos matrimonios que hace 20 años (cinco por cada 1.000 habitantes en 2003, frente a los casi ocho de 1975). Y más tardíos (en 1970, la mitad de las mujeres y un tercio de los hombres entre los 20 y los 29 años estaban casados; en 2002 no llegaba al 25% de mujeres ni al 12% de hombres). Más laicos (las bodas civiles han pasado del 4,5% del total en 1980 al 24,1% en 2000). Y menos duraderos: si se mantienen las tasas de 2000, un 16% de los matrimonios acabará en divorcio… Lo que aún queda lejos del 33% de la Unión Europea y del 55% de Suecia. O de las parejas de hecho, que, a tenor de la encuesta de fecundidad de 1995, se rompen casi cuatro veces más que las casadas.

Al alza. Por cierto, que la convivencia sin papeles aumenta (del 0,8% de 1985 al 5,7% de 2001). Al igual que los núcleos monoparentales (más de 500.000 encabezados por madres solteras o separadas). Y las segundas nupcias: en una de cada 10 bodas de 2002, al menos uno de los cónyuges era ex de un tercero.

¿Y las uniones homosexuales? Vicent y Arnaldo le ponen rostro a las 10.474 que arroja el censo de 2001 (el primero que computa esta modalidad de convivencia). "Es una cifra ridícula", se queja Arnaldo Gancedo, de 41 años y presidente del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (Cogam). Muy lejos de las casi 400.000 parejas del mismo sexo que, según aventura, pueden vivir, juntas o separadas, en España: "Son especulaciones, puesto que no existen datos sobre esta realidad. Pero es evidente que hay mucha gente dentro del armario, que no quiere que se entere su familia, o sus amigos, que sufre por el qué dirán. España no es sólo Madrid o Barcelona; en provincias y pueblos pequeños, la presión social es mayor, insoportable a veces".

El colectivo está de enhorabuena por la inminente ley que dará luz verde al matrimonio homosexual y a la adopción. Una reivindicación histórica que no es un capricho y que va más allá del aspecto romántico o ideológico del asunto, se apresura a puntualizar Arnaldo: "Si voy con mi pareja de hecho a Polonia, que no reconoce este tipo de uniones, y él sufre un accidente y piden una autorización para poder operarlo, yo no podré firmarla. Si estamos casados, Polonia forma parte de la UE y tendrá que reconocer nuestro matrimonio, con lo que yo sí podré firmar". El ejemplo ilustra la necesidad de una cobertura legal que proteja a los hijos y garantice herencias o pensiones de viudedad. "Una vez logrado este derecho, quien quiera casarse, que lo haga, y quien no, que no lo haga", remata el presidente de Cogam, que recuerda: "No son situaciones que se van a crear a partir de ahora. Ya están ahí. Y hay que regularlas".

Si Arnaldo y Vicent cruzan los dedos para poder asistir a muchos enlaces esta primavera, Sandra y Víctor (de 25 y 28 años) conviven sin pensar en boda. En realidad, no hacen planes a largo plazo de casi nada. Ella, editora de televisión, se considera mal pagada y estancada en una categoría inferior a la que le corresponde. Él hizo imagen y trabaja en una librería. Viven de alquiler y han pensado en comprar, pero entonces tendrían que quedarse en sus actuales puestos. Y se niegan a lo que catalogan de "conformismo laboral". Reconocen que si no hubieran dejado sus ciudades de origen, León y Granada, por Madrid, probablemente ahora continuarían bajo techo paterno. Al igual que cerca de 2.600.000 españoles menores de 35 años (casi el 40% del global), trabados por la precariedad laboral y el precio de la vivienda. Muchos mantienen pareja estable, eternizando el noviazgo y el momento de la descendencia. Apunta la socióloga Castro que si la pauta europea es independizarse, convivir y después casarse, en España (junto con Portugal y Grecia), los jóvenes siguen con sus padres. Y ni hablar de pasar por la vicaría o el juzgado.

Sandra penaliza doble, por edad y por sexo. En un clima de secularización, libertad individual e igualdad de género, ellas se equiparan al hombre en formación y se emplean fuera de casa, pero no encuentran facilidades a la hora de ser madres. Lo son más tarde (la media subió a los 30,73 años en 2000) y menos veces (1,25 por mujer, según el Eurostat de 2002, a la cola de Europa). Sandra lo tiene claro: "Un hijo afectaría mi trayectoria; mis competencias podrían verse mermadas, por no hablar de posibles ascensos. Y muy probablemente tendría que elegir entre trabajar y no poder ocuparme del bebé, o dejar de hacerlo".

Desajustes. "El problema no es que la mujer trabaje", zanja la socióloga; "precisamente, cuando se asienta laboralmente es cuando se plantea traer niños al mundo. En el norte de Europa, donde la incorporación femenina al mercado de trabajo es casi del 100%, el crecimiento demográfico es mayor que en España". La experta localiza más bien el problema en la "falta de adecuación del Estado de bienestar, el mundo laboral y la legislación al nuevo contexto familiar".

Trabajo, estrés, facturas, falta de tiempo… Merman, pero no son los únicos que atentan contra la intimidad de las parejas. Manuel Lucas Matheu, presidente de la Sociedad Española de Investigaciones Sexológicas (SEIS), añade a la lista la rutina, y lo que llama "sed de piel", producto de una sexualidad "genitalizada, reduccionista, productivista y gimnástica". Presentadas las líneas generales, el sexólogo detecta problemas específicos: desde la todavía traumática salida del armario de la homosexualidad hasta la mezcla de oportunidad y amenaza que representa iniciar una nueva historia tras un fracaso. O el miedo a "mezclar la lavandería" de los que no se deciden a vivir juntos. Pasando por el alargamiento del noviazgo, y de la adolescencia, de los jóvenes que aún dependen económicamente de sus progenitores.

Inmigrantes. Las parejas extranjeras podrían llenar ellas solas más de un libro con sus cuitas. Aunque cada etnia es un mundo, y generalizar, un despropósito, Lucas establece que si hacer causa común frente a un medio extraño y en ocasiones hostil puede unir, la distancia y las precarias condiciones de vida pueden separar. Más de tres millones de residentes en España (un 7% de la población) proceden de otros países, según los últimos datos oficiales. Los ecuatorianos y los marroquíes conforman las poblaciones más jóvenes y pujantes. La marroquí sigue siendo mayoritariamente masculina. El boom de la ecuatoriana, hace cinco años, fue eminentemente femenino: mano de obra barata y voluntariosa que enseguida encontró filón en el servicio doméstico. En ambos casos, medias naranjas desarraigadas a miles de kilómetros del hogar. Pero las madres ecuatorianas, tras estabilizarse, intentan traer a esposos e hijos. A partir de 2002 repunta la llegada de hombres, como señala Raúl Jiménez, de la asociación Rumiñahui de ecuatorianos en Madrid.

Entonces la política migratoria española cierra el grifo y las reagrupaciones familiares se complican. Muchos de quienes se afanan a este lado del Atlántico llevan años sin ver a su cónyuge o a los hijos que dejaron a cargo de los abuelos. Y buena parte de las parejas residentes en España sólo se juntan una vez a la semana, porque ella trabaja de interna. "La distancia se hace larga, y la soledad, muy intensa", razona Jiménez. Hay quien busca salida sentimental con terceros, que a veces se encuentran en los concurridos pisos compartidos. Cuenta su portavoz que a Rumiñahui acuden personas que pillaron a su costilla con otra u otro: "Algunos llegaron a situación de suicidio. Intervinieron los psicólogos".

Palmira y Miguel han de salir a comprar: al día siguiente es Nochevieja y tendrán cena romántica. Cada uno celebró el 24 de diciembre con su familia, pero la última noche del año es suya. Antes de marcharse, una cuestión: ¿creen que la pareja hace aguas? "Eso me recuerda a la crisis de la novela, de la que siempre se habla. Y luego llega un autor y escribe una gran obra", encuentra el símil Miguel. "¿Cómo va a estar en crisis el amor?", se escandaliza Palmira. Otra cosa, retoman el hilo los dos, es que "la institución férrea del matrimonio" ya no se mantenga en pie como antes. Alega la socióloga Castro que las expectativas con respecto a la pareja han cambiado debido a "la autonomía económica de las mujeres, a la aspiración de un modelo igualitario y a una mayor conciencia de los riesgos de ruptura". Y surgen realidades alejadas del esquema "hombre sustentador, mujer cuidadora". Cupido se renueva, pero sigue dando en el blanco con sus flechas.

01 Carmita Erazo y Fernando Pesantes

"Trabajando de interna el amor se deteriora, es mucho riesgo"

Relata Carmita que después de casi dos años, su empleadora se negó a tramitarle los papeles, como le había prometido. Así que acaba de dejar su puesto de interna en una casa de Madrid. Se ha marchado a Valladolid, donde su marido, Fernando, ha encontrado ocupación en una empresa de mantenimiento de piscinas e instalaciones industriales. Los dos tratan de regularizar su situación en España, adonde llegaron en 2003. Carmita (azafata de transporte terrestre en su país), primero: "Aterricé el 13 de marzo, y el 17 estaba de interna". Se sentía tan sola que creyó que no lo resistiría. Fernando vino poco después. Con su primer sueldo, la mujer alquiló una habitación para los dos, aunque sólo se veían los fines de semana, cuando ella libraba. Cobraba 600 euros mensuales, buena parte de los cuales cruzaban el océano rumbo a sus hijos fruto de su primer matrimonio: una chica de 17 años y un chico de 13, a los que no ve desde hace casi dos años. "Quiero que vayan a la universidad", exclama. Mientras, su esposo (con un hijo de siete años en Ecuador) seguía en el paro.

Carmita y Fernando se llaman esposos, pero no están casados. Llevan siete años en "unión libre", porque ella no tiene el divorcio de su anterior marido: "Es caro, y no hay dinero". Según la socióloga Teresa Castro, "la coexistencia de matrimonios con y sin papeles ha sido un rasgo distintivo del sistema familiar durante siglos en América Latina. En algunos países, el número de parejas de hecho incluso supera al de las casadas". "En mi país, la gente se casa demasiado joven", continúa esta ecuatoriana fuerte y decidida: "Yo me uní con 18 años porque me quedé embarazada". Vivió siete años con el padre de sus hijos y después se casó con él. "A mi hija le digo que no tenga prisa, que disfrute de su vida antes". Carmita patea las calles pucelanas buscando trabajo. Pero nunca más de interna: "El amor se deteriora, es mucho riesgo. Conozco casos de chicas internas y el marido con otra en la calle. Además, mi esposo me ha pedido que, por favor, no vuelva a meterme interna, que no quiere estar más solo". Su último comentario es un canto al optimismo: "Vamos a salir adelante".

¿La base de su pareja? Constancia, respeto, sinceridad, cariño y amor sincero. ¿Qué lugar ocupa la fidelidad? "Muy importante" (los dos). ¿Amor para siempre? "Yo creo que sí. Lo deseo con toda el alma" (Carmita). ¿Celebran San Valentín? Sí. El pasado 14 de febrero, la economía estaba tan mal que se conformaron con darle un homenaje a su amor con una cena en un restaurante chino.

02 Arnaldo Gancedo y Vicent Monzó

"Un homosexual se lo tiene que replantear todo, y es una ventaja"

Vicent visitaba Madrid con asiduidad. En uno de esos viajes entró en la librería por aquel entonces copropiedad de Arnaldo. Se miraron, se gustaron y quedaron para cenar. "Desayunando a la mañana siguiente, Vicent me comentó que había una exposición de pintura que le interesaba ir a ver", recuerda Arnaldo: "Era guapo, tenía inquietudes culturales… ¡Perfecto para mí!". Lo que comenzó como aventura acabó en una historia de amor que dura ya siete años. El primer año y medio transcurrió en la distancia, porque Arnaldo seguía en Madrid, y Vicent, profesor de primaria, en Valencia. Tenían más de treinta y habían dejado el armario hacía mucho: "Un homosexual se lo ha tenido que replantear todo, ha tenido que desmontar y volver a montar valores. Y eso creo que supone una ventaja respecto a la pareja heterosexual, a la que el modelo ya le viene dado y sólo ha de seguirlo", afirman. Sus respectivos entornos sabían de su homosexualidad, vivían en el centro de ciudades grandes, alternaban por barrios donde podían pasear cogidos de la mano sin tener que soportar insultos o agresiones… No hubo tapujos, episodios de homofobia, miedos ni tabúes que, según admiten, hubieran enturbiado los prolegómenos de su relación.

"A mi madre le gustan nuestras demostraciones de afecto; lo único que no soporta es vernos pelear", prosigue Vicent. Su sobrino de siete años se llevó un chasco cuando contó en la escuela lo de su tío y su novio y los compañeros le dijeron que aquello no era "normal". Vicent, que hace cinco cursos consiguió plaza en un colegio madrileño, achaca los comentarios y actitudes infantiles a los padres: "Si a un niño le planteas una situación con naturalidad, la asume con la misma naturalidad". Arnaldo y Vicent (que ha pedido una excedencia) regentan un hostal en Chueca, el barrio gay de Madrid. Y quieren casarse.

¿La base de su pareja? Amor, complicidad, honestidad, sinceridad, respeto, entrega, confianza y generosidad. ¿Qué lugar ocupa la fidelidad? "Para nosotros es igual a honestidad, no creemos en la fidelidad física porque amor y sexo son cosas diferentes" (los dos). ¿Amor para toda la vida? "Sí, pero si se le alimenta día a día, no como terreno conquistado. Yo me veo con Vicent, los dos viejecitos camino de la residencia cogidos de la mano" (Arnaldo). ¿Celebran San Valentín? Algún año, pero lo que celebran siempre es su aniversario. No un día concreto, sino en cualquier fecha de diciembre.

03 Mamen Martínez y Pedro Sáez

"Nos casamos por la Iglesia por creencia y también por tradición"

Mamen y Pedro se casaron el 20 de noviembre de 2004, después de 12 años de noviazgo (mientras él se asentaba en su trabajo de comercial y ella terminaba sus estudios de Derecho y encontraba trabajo). La ceremonia fue religiosa "por creencia y tradición". Tenían piso comprado desde hacía un par de años, pero no se plantearon irse a vivir juntos: "A mi madre no le habría gustado. Además, no es lo mismo que la ilusión de una boda, para mí fue un día muy importante", argumenta la novia. "No creo que el matrimonio esté en crisis; cuando hicimos los cursos prematrimoniales estábamos con otras 17 parejas", tercia Pedro. Las estadísticas confirman que la mayoría de las bodas en España se siguen celebrando por el rito católico. Mamen conoció a Pedro con 15 años, en una fiesta de Nochevieja: "Se me declararon los dos amigos de Pedro, y yo les dije que no. Así que él vino a ver si podía convencerme… Y acabamos juntos", rememora entre risas.

Dos años después seguían sin hacerlo oficial a sus padres. Un día hablaban en el portal cuando apareció el padre de Mamen, que venía cargado del coche. "Pedro, hay que ayudar", dijo ella. Y la familia de Mamen conoció a Pedro. Éste recuerda dos crisis en su relación. El enfado de la segunda (a los cinco años de noviazgo) duró poco más de una semana, pero fue trascendental porque a partir de ahí se plantearon un futuro en común. Quieren tener hijos, dos como mínimo y tres si puede ser. Esta Nochebuena, la madre de Mamen brindó por una pronta llegada del primero.

¿La base de su pareja? Amor, respeto, confianza y comunicación. ¿Qué lugar ocupa la fidelidad? "Muy importante" (Pedro). "Yo creo que no perdonaría una infidelidad" (Mamen). ¿Amor para toda la vida? "Sí" (muy convencidos los dos). ¿Celebran San Valentín? Sí. "Yo, el primer año le regalé un peluche" (Pedro). "Y yo a él, unos calzoncillos rojos" (Mamen).

04 Palmira Márquez y Miguel Munárriz

"Vivir cada uno en su casa, independiente, mantiene el misterio"

Palmira y Miguel, periodistas, se conocieron por trabajo, en 1996, en Asturias. Después él se trasladó a Madrid. En 1999 lo siguió ella, ya casada (se divorció a los dos años). Palmira y Miguel seguían viéndose, en plan amigos, cuando de repente, una noche de febrero, saltó la chispa. Él le propuso no vivir juntos, lo que daría frescura y aire a la relación y evitaría la rutina. Ella aceptó: "Mantiene el misterio". Miguel se casó con 21 años, por la Iglesia. Su matrimonio se rompió en 1984, pero ha quedado en buenos términos con su ex mujer. También Palmira, que sobre todo se lleva muy bien con las dos hijas de su pareja, sólo un poco menores que ella. "Es abuelastra de una niña", la señala Miguel. Dice el sexólogo Manuel Lucas que una persona lee más la letra pequeña de una segunda relación que de la primera; también estima que la segunda, si se consolida, suele tener más capacidad de éxito real. Palmira confiesa que llegar hasta su situación requiere "madurez y experiencia previa".

¿La base de su pareja? Amor, pasión, comunicación, confianza y una actitud de no injerencia. ¿Qué lugar ocupa la fidelidad? "No lo hablamos, pero sí es importante, ni me planteo una infidelidad" (Palmira). "Yo en eso soy más transigente" (Miguel). ¿Amor para toda la vida? "Sí" (los dos). ¿Celebran San Valentín? "No celebramos fechas concretas, a lo mejor algún cumpleaños. Pero un día uno aparece con un regalo para el otro porque sí" (Miguel).

05 Sandra Seguí y Víctor Martínez

"Las cosas han discurrido naturalmente, no les hemos dado vueltas"

Hace un año, Víctor compartía vivienda con un compañero, y Sandra, con unas amigas. Los dos habían ido a Madrid a estudiar (imagen) y se habían quedado para trabajar. En esas, ella entró en la librería de la que él es dependiente. Empezaron a hablar, quedaron y comenzaron a salir. Cuatro meses después, en junio, eran inseparables y andaban siempre en casa del uno o de la otra. Así que cuando Víctor se quedó sin compañero de piso, decidieron irse a vivir juntos a un pequeño apartamento del centro de Madrid. Sus familias no pusieron peros. Ninguno de los dos había convivido antes en pareja, y ahora que lo ven con perspectiva confiesan que todo fue muy rápido, pero que las cosas discurrieron natural y espontáneamente: "Me lo estoy planteando ahora que me preguntas, pero nunca le hemos dado demasiadas vueltas", asevera Víctor. Aseguran que su relación es mejor y más fluida cuando pasan tiempo juntos que cuando por algún motivo se separan. Algún día pensarán en hijos. Y no descartan casarse, aunque por lo civil. "Sería muy cínico hacerlo por la Iglesia", opina Sandra.

¿La base de su pareja? Amor, confianza, atracción física y psicológica, respeto. ¿Qué lugar ocupa la fidelidad? "Muy importante" (los dos). ¿Amor para toda la vida? "Sí" (Sandra). "La idea es que sí; luego, la vida da muchas vueltas" (Víctor). ¿Celebran San Valentín? "No, ni tampoco tenemos fechas especiales. Las parejas mitifican demasiado las fechas" (Víctor).

Vicent Monzó (Valencia, 42 años. Con perilla) y Arnaldo Gancedo (Madrid, 41 años).
Vicent Monzó (Valencia, 42 años. Con perilla) y Arnaldo Gancedo (Madrid, 41 años).CARLOS SERRANO

Nuevos profesionales para nuevos (y viejos) problemas

La psicóloga arquea el tronco hacia atrás hasta que su cuerpo comienza a vibrar por el esfuerzo y su respiración, controlada y cada vez más fuerte, acaba convirtiéndose en un jadeo. Con el ejercicio aprende a crear y liberar tensión, experimentando en carne propia lo que luego enseñará a sus pacientes en terapia. El taller de corporalidad reúne este viernes a la que en junio será la primera promoción de titulados de grado superior en sexología de la Universidad de Almería: 50 psicólogos, enfermeros y médidos capacitados para solventar disfunciones en las relaciones íntimas. Un ejemplo más de que la sexología es una profesión al alza. Manuel Lucas, director de estas enseñanzas pioneras en España, considera que la disciplina viene en ayuda de unas parejas que toman conciencia de la importancia de su sexualidad, que cada vez tapan menos sus problemas y acuden a un profesional para buscar soluciones. E. S.

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Sobre la firma

Elena Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.
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