Julio César, Augusto y la primera familia imperial
El periodo que más se conoce de la historia de los romanos es el del Imperio, popularizado por las películas de Hollywood, pero hasta entonces existía un régimen republicano de carácter aristocrático.
Durante el gobierno de Julio César (100 antes de Cristo-44 antes de Cristo) existía el convencimiento popular de que éste iba a proclamarse rey. Y fue esta creencia la que impulsó la conspiración de 60 nobles para asesinarle, entre los que figuraban tanto sus enemigos como alguno de sus amigos, que habían esperado de él la consolidación de la república y ahora temían que se convirtiera en un tirano. Circulaba el rumor de que para vengar la derrota sufrida por Roma 10 años antes ante los partos sólo un rey podría alcanzar la victoria. César concentró 16 legiones para esa misión y, en la víspera de la partida, acudió confiado al Senado, a pesar de que le habían advertido del riesgo que corría. Allí los conjurados le apuñalaron hasta acabar con su vida.
Después de un periodo de incertidumbre, Augusto (63 antes de Cristo-14 después de Cristo), sobrino e hijo adoptivo de César, se hizo con todo el poder. Enseguida el nuevo gobernante comprendió que la buena administración de un imperio era más importante que su conquista.
Augusto se había casado con una viuda mayor que él, Escribonia, con la que tuvo una única hija, Julia. A los 25 años se enamoró perdidamente de Livia, que ya estaba casada, tenía un hijo y estaba esperando otro de su esposo, Tiberio Nerón, un hombre ya entrado en años. Sin embargo, nada pudo parar a Augusto. Repudió a su mujer y convenció a Tiberio Nerón para que se divorciara. Se casó con Livia y acabó prohijando a los dos hijos del matrimonio roto, Tiberio, el mayor, que sucedería a Augusto como emperador, y a Druso, que murió al cabo del tiempo en un campamento de Germania. Así comenzó el Imperio Romano.
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