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Spastor muestra en Gaudí su búsqueda del hombre conceptual

El portugués Miguel Vieira usa los brillos secretos del negro

La cuarta jornada de la Pasarela Gaudí discurrió de manera discreta e irregular, mostrando un panorama ecléctico donde cupo la decidida estética de Spastor, lo mejor entre lo mejor, con una colección voluntariamente conceptual y sin coqueteos con las convenciones. Antes hubo jóvenes sin senda propia y homenajes evidentes a la gran moda global europea: Mercedes de Miguel miró al vocabulario de la moda italiana, y Miguel Vieira se lanzó a proyectar un hombre sofisticado y sin miedo a los lujos posindustriales.

Anteayer, Gaudí cerró con el diseñador Alberto Tous y la moda franco-belga de Veronique Leroy. Tous jugó con metros de tela y la mezcla de materiales mostrando una mujer que se acomoda a la amplitud. No puede dejar de mencionarse el peso profesional y técnico de Joaquim Verdú con el punto, donde borda soluciones de gran limpieza y efectividad. Su desfile tuvo sus mejores momentos en varias series desarrolladas a partir del zigzag clásico, interpretado en una gama estrecha de tres o cuatro tonos, donde no faltaba el azul-aqua, el fresa y el mostaza. El resultado se acerca con estilo y originalidad al Missoni de los setenta y ochenta con delicadas combinaciones geométricas en vertical, cuellos, mangas y sobretodos de temporada.

Tres jóvenes, Zazo & Brull, Lawhite y Juan Pedro López, abrieron ayer con un desfile compartido y sin una definición vocal meritoria. El desfile de prendas con cristal de Swarovski tuvo dos excelentes prendas de Andrés Sardà, que el pasado enero recibió en París el galardón al creador del año.

Miguel Vieira es un portugués bien conocido de la moda española actual. Serio en su preferencia por el negro y los tonos apagados, cuidadoso en ese lujo sin excesos, su hombre y su mujer son elegantes a la vez que no eluden cierto riesgo, sobre todo en ellos, con el uso de brillos y la severa sastrería.

Mercedes de Miguel presentó una colección bastante lujosa donde la cercanía de elementos y sellos como los de los dos últimos inviernos de Prada puede ser interpretada a voluntad; el caso es que, con gallardía, puso plumas aplicadas, tweed para calzado y bolsos, faldas de capa doble con tintados de acción y chaquetas cortas cruzadas seguidoras a la letra de la voz de Miuccia, de su estética. Paradójicamente, estos looks fueron los mejores de su pase junto a gamas multicolores que recuerdan a Etro y que De Miguel lleva años interpretando; su estimable factura le ayuda lo suyo.

Con la llegada del dúo Spastor (al que se puede calificar de vectores de la "filología sucia" de la moda) se pudo contemplar algo así como un neogótico evolucionado hacia la moda urbana, basada en la construcción. La colección era, como es habitual en sus maneras, en negro con el apoyo del blanco, el crudo marfileño y los complementos en cuero marrón; de éstos destaca el sombrero capone forrado en tul de seda sobre el fieltro moldeado. Spastor, que representa la transgresión del black-code, reclama que se atienda su mundo interior, lo que lleva de la costura a las intimidades con la prenda. Se trata, casi en sus palabras, de llegar a la segunda piel moral y no quedarse en la primera: lo severo puede ser el mensaje del estilo. Los materiales son nobles pero usados con un goce por el sometimiento: lanas, algunas dobles, cashmere, seda. Hasta se llega a la ironía de usar el tul de seda para un pantalón que es a vez ese desnudo moral, sugerido, ansiado. También son los tejidos de la alta costura femenina aplicados al hombre, masculinizados; todo ello contrasta con la vuelta al toque artesano, como los jerséis tejidos a mano con cashmere y el espléndido abrigo-gabardina en mackintosh muy armado: están maduros, saben lo que quieren, convencen.

Modelo de Spastor en la Pasarela Gaudí.
Modelo de Spastor en la Pasarela Gaudí.VICENS GIMÉNEZ

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