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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Bush: ¿hasta dónde va a llevar el déficit?

Joaquín Estefanía

BUSH HA MANEJADO dos ideas fuerza en la segunda legislatura: reducir a la mitad el déficit público para el año 2009, y privatizar parte de las pensiones. Pero ambos propósitos son contradictorios, siempre que la Administración cumpla con los compromisos de pensiones (la Seguridad Social) de quienes ya no llegarán a tiempo de privatizar sus ahorros. Según algunos expertos, los costes de transición de pasar de una Seguridad Pública a unas pensiones parcialmente privatizadas ascienden a dos billones de dólares, que habría que añadir al déficit público acumulado.

No todo es bueno en la coyuntura para Bush. Es cierto que la situación aconómica es menos mala que la de hace cuatro años (recesión, estallido de la burbuja tecnológica en las Bolsas, escándalos empresariales y, sobre todo, los atentados terroristas del 11-S); hoy, Estados Unidos está instalado en un crecimiento de su PIB del 4%, que no será mucho menor en 2005 si no aparecen imprevistos o nuevas incertidumbres. Pero hay dos asuntos, que se yuxtaponen y que siembran inquietud en una ciudadanía que, según los últimos sondeos, expresa el mayor índice de rechazo a un presidente reelegido, desde el año 1948: se trata de la guerra de Irak y de sus costes económicos.

El Congreso ha hecho una revisión al alza del déficit público. Si a ello se le suman los 80.000 millones adicionales para la guerra, EE UU supera a la heterodoxa Francia en su desequilibrio. Sin que nadie se escandalice

Según los últimos datos conocidos, la invasión de Irak cuesta a los contribuyentes norteamericanos alrededor de 4.700 millones de dólares cada semana que dura. Hace unos días, Bush pidió al Congreso otros 80.000 millones de dólares para cubrir las campañas de Irak y Afganistán. Con ellos, los gastos de ambas guerras ascienden a más de 300.000 millones de dólares, tres veces más de lo inicialmente previsto. Y, según la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO), de mantenerse las posiciones bélicas, en los próximos cinco años serán precisos otros 285.000 millones de dólares.

Hagamos el ejercicio de describir las cifras de déficit público, primero sin contar con esos gastos bélicos, y, en un segundo momento, sumándolos. Según la CBO, hay que hacer una revisión al alza del déficit presupuestario para 2005, hasta colocarlo en 368.000 millones de dólares (un 3% del PIB), después de un desequilibrio récord, en 2004, de 413.000 millones de dólares (el 3,6% del PIB, el mismo porcentaje que la díscola Francia, que no cumple el Pacto de Estabilidad y Crecimiento). Las previsiones para 2006 y 2007 son de 296.000 y 261.000 millones de dólares, respectivamente.

Estas proyecciones no reflejan el estado real de las finanzas públicas porque no incorporan el gasto de las operaciones militares ni los costes adicionales vinculados a la idea de privatizar de forma parcial el sistema de pensiones. Si sumamos el primero -la privatización es tan sólo un proyecto, por ahora-, el déficit para este año será de 427.000 millones de dólares, volviendo a porcentajes similares a los franceses.

Los neoeconomistas -el grupo de neoconservadores en materia económica que rodea a Bush en la Casa Blanca- han manifestado su deseo de cambiar las bases de la economía americana de una manera tan profunda (aunque de sentido contrario) como las transformaciones que en la década de los años treinta introdujo el presidente Roosevelt. En 1935, éste creo la Seguridad Social como programa público que proporciona pensiones a los ancianos y discapacitados. Estos cambios tienen tres patas igualmente radicales: el cambio del derecho extracontractual, diseñado para compensar a las víctimas de accidentes e impedir la negligencia de los profesionales; una reforma fiscal que sustituya el peso de los impuestos desde los inversores a los trabajadores, y la privatización parcial de la Seguridad Social, con el objetivo último de convertir a EE UU en una sociedad de propietarios.

Pero tienen un riesgo: que, como en el periodo de Reagan, los neoeconomistas pasen a la historia como aquel grupo que multiplicó el déficit público hasta el infinito e hipotecó a varias generaciones futuras, aplicando la engañosa curva de Laffer.

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