Las etnias se dan la espalda
Los árabes y turcomanos de Kirkuk temen que el impulso kurdo en las elecciones cause su anexión al Kurdistán
La decisión del Gobierno iraquí de autorizar la votación en Kirkuk, ciudad a 250 kilómetros al noreste de Bagdad, de cerca de 100.000 kurdos retornados al país tras el exilio forzoso que les impuso el régimen de Sadam Husein, ha vuelto a disparar la tensión entre grupos étnicos y religiosos.
Las comunidades árabe y turca de la ciudad, que temen que un vuelco en favor de los partidos kurdos desencadene su anexión al Kurdistán autónomo, han amenazado con boicotear las elecciones del domingo. Apoyadas por blindados y vehículos con ametralladoras pesadas, tropas de Estados Unidos patrullaban ayer sus calles después de los tres atentados suicidas con coche bomba registrados el miércoles en sus proximidades, que se cobraron al menos nueve muertos.
300.000 kurdos expulsados por el Partido Baaz reclaman ahora sus propiedades
El cielo de Kirkuk parece siempre tormentoso por la espesa humareda que desprenden los fuegos controlados de los pozos de petróleo. Pocas ciudades en Irak condensan mejor el crisol étnico de un país cuyas fronteras fueron trazadas por las compañías petrolíferas británicas. De los cerca de 900.000 habitantes de la provincia de Tamim, cuya capital es Kirkuk, un 45% son kurdos, otro 45% son árabes, tanto suníes como chiíes, y el resto son turcomanos (descendientes de los turcos que se instalaron en Irak durante la dominación otomana) y unos pocos cristianos.
Precisamente la disputada elección de los representantes en la Gobernación Provincial -que se celebra simultáneamente el domingo junto con los comicios generales- concentra todas las tensiones entre las comunidades de Kirkuk. "Si Dios quiere, yo también votaré el domingo. Hemos esperado mucho tiempo este día y no vamos a desperdiciar la ocasión", aseguraba ayer Ahmed Adil, de 27 años, en su tienda de comestibles del mercado de Agar, un colorista bazar compartido por comerciantes árabes, turcomanos y kurdos. Pero este joven suní rechaza también el voto de "los que vienen de fuera": "La gente originaria de Kirkuk, como mi familia, nunca ha tenido problemas con las otras comunidades. ¿Por qué no votan en el lugar donde han vivido hasta ahora, en Suleimaniya o en Erbil?". Los árabes y turcomanos de Kirkuk denuncian que los partidos kurdos forzaron la decisión del Gobierno de Bagdad del pasado día 15 con la amenaza de retirarse de los comicios si a los desplazados se les cerraba el paso a las urnas.
El Partido Democrático del Kurdistán y la Unión Patriótica del Kurdistán controlan de hecho Kirkuk desde la caída de Sadam. Sus milicias, los peshmergas, se apresuraron a apoderarse de la ciudad tras la desbandada de las tropas regulares iraquíes. Además, ambos partidos respaldan abiertamente al primer ministro, Ayad Alaui, y son los únicos que cuentan con capacidad de movilización real de sus votantes.
Las banderas kurdas ya no ondean solas en Kirkuk, donde la enseña nacional iraquí esta izada hasta en la sede del Frente Turcomano de Irak, un grupo con sus propias milicias apadrinado directamente por Ankara. El general Ilker Basbug, jefe adjunto del Estado Mayor del Ejército turco, ha advertido de que "el voto de los kurdos emigrados a Kirkuk puede hacer que los resultados sean cuestionables y, peor aún, puede amenazar la unidad territorial de Irak con la creación de un Estado kurdo". Turquía teme que si los kurdos iraquíes logran el control de los yacimientos petrolíferos de Kirkuk, que representan una cuarta parte de la producción de crudo de Irak, la región kurda del sureste de Anatolia intente seguir sus pasos. La Ley Administrativa Transitoria, la Constitución provisional iraquí bendecida por EE UU, prescribe que todos los desplazados por la fuerza tienen el derecho de regresar a sus casas, pero también prevé que el estatuto final de Kirkuk deberá decidirse en la nueva Constitución (que será redactada precisamente por el Parlamento elegido el domingo) y una vez elaborado un censo real del habitantes. Va ser muy difícil saber quién es quién en Kirkuk. Tras el derrocamiento de Sadam, decenas de miles de árabes llegados entre 1970 y 1990 desde el centro y el sur del país han abandonado las tierras y las casas que el régimen les entregó en las provincias kurdas.
Los cerca de 300.000 kurdos expulsados por la política de arabización impuesta entonces por el Partido Baaz han vuelto ahora a reclamar sus propiedades. Pero para muchos ya no hay nada que recuperar. Éste es el caso de Hemen Jabar, de 26 años. Malvive en una chabola de adobe y hojalata en las gradas del estadio de fútbol de Kirkuk. Su aldea, situada en la provincia de Tamim, fue arrasada dentro de la política de tierra quemada de Sadam contra los kurdos. En un campo de concentración sin vallas donde 650 familias intentan sobrevivir a su segundo invierno, Jabar se queja amargamente. "Nos dijeron que antes de las elecciones iban a solucionar nuestros problemas con tierras y algo de dinero. Ahora nos dicen que hay que esperar a que pasen las elecciones. Creo que muchos de los que estamos aquí no vamos a votar". A la entrada del estadio, entre restos de basura y aguas fecales, aún figura un cartel con la inscripción: "Estadio de Shorja. Comité Olímpico Kurdo".
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