José Luis Gómez repone el monólogo de Azaña en cuatro funciones
"Azaña tenía una idea precisa de país unido que persiste en la historia, que tiene diferencias que se pueden articular. Su dolor por España rezuma, permea paredes de granito", explicó ayer José Luis Gómez durante la presentación del monólogo Azaña, una pasión española. Esta pieza, en cuya selección de textos y adaptación trabajó José María Marco, se representará en el teatro Español de Madrid desde hoy hasta el domingo.
Vestido con impoluto traje gris y corbata oscura -un guiño atávico al propio Azaña-, el veterano actor y director que en los años ochenta estuvo al frente del teatro Español y desde 1995 dirige La Abadía, compareció ayer ante la prensa acompañado por Mario Gas, director del Español. "Ésta es la primera intervención de José Luis Gómez en esta nueva etapa del teatro, que inicia una colaboración que se dará a más niveles. Él entiende el teatro en su totalidad como proceso vital e ideológico", dijo Gas.
Discurso necesario
Gómez subrayó la idoneidad de la reposición de esta obra -estrenada en 1988 y representada de nuevo en 2000 en La Abadía- en el presente contexto político: "El discurso de Azaña aún es necesario. Han pasado años y ha habido muchos cambios, pero todavía existen una serie de problemas que él trata de manera inteligente. Su pensamiento político democrático español es la formulación más certera del siglo XX. Pocos han hablado con tanto dolor de la separación y el enfrentamiento de los españoles. Este material nos puede reforzar en la lealtad a la Constitución y a la organización territorial del Estado con cierta unidad y pervivencia, ante algunas posiciones como el plan Ibarretxe. Es un debate candente que en este monólogo está expresado en palabras admirables, conmovedoras".
"En los últimos años se ha producido una apropiación por parte de la derecha de ciertas figuras señeras de la izquierda. Esto es admirable, pero el gesto reconciliador tiene que seguir porque el antagonismo y la animosidad parece que todavía mandan", señaló el actor, quien también aludió al "secuestro de los papeles de Azaña en manos equivocadas".
El fructífero encuentro de Gómez con la obra y la figura del último presidente de la II República surgió a partir de un desafío planteado por Adolfo Marsillach para llevar a escena en los años ochenta su obra La velada de Benicarló -"me quedé fascinado"-. Esta pieza era la que originalmente Gas y Gómez pretendían reponer, pero resultó imposible reunir al reparto escogido -"muchos de ellos con compromisos televisivos"-.
En los 17 años transcurridos desde el estreno de Azaña, una pasión española, "la narración se ha vuelto más simple, más elegante, con menos artificio", explicó Gómez. "Ahora soy un actor menos duro, más blandito. Entiendo muchos de los fallos de Azaña y de los míos. Uno va cambiando; no siempre para peor".
Babelia
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